Gabriel Silva Luján
17 Abril 2022

Gabriel Silva Luján

Hora de irse

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En este país como sabemos no renuncia nadie. En el mejor de los casos se imputan cargos a subalternos o se despide fulminantemente a quienes solo obedecieron órdenes. Sin embargo, hay coyunturas en que los responsables políticos y las cabezas de los organismos deberían dejar sus cargos, a las buenas o a las malas. Aun cuando la vergüenza debería ser más que suficiente para llevarlos a dimitir, cuando la vanidad, las aspiraciones políticas y el orgullo lo impiden, la sociedad debería forzar su salida cuando su terca insistencia en permanecer al mando pone en riesgo la vigencia de las instituciones o incluso amenaza con generarle un detrimento real a la legitimidad de la democracia.

En este gobierno habría muchos que calificarían para salir por la puerta de emergencia, sin embargo, en la actual coyuntura hay que concentrarse en la urgencia de que la cabeza de la Registraduría del Estado Civil, el señor Alexánder Vega, deje el cargo. Ya hay más que suficiente evidencia de que la verdadera voluntad popular no se expresó con veracidad, con transparencia y mucho menos con credibilidad en el pasado proceso electoral. Pedro Medellín en su columna del sábado titulada “¡Son un millón y medio de votos!”, enfatiza lo escandaloso que resulta para la democracia que semejante número de sufragios estén rodeados de un manto de duda, se hayan esfumado o hayan terminado beneficiando a candidatos que no eran los que deseaba el sufragante.

Esas tres cualidades -veracidad, transparencia y credibilidad- son indispensables si se quiere que las elecciones tengan la legitimidad y la respetabilidad necesarias para inducir el acatamiento de los resultados por parte de los ciudadanos, de los voceros de la sociedad y de los candidatos que participaron. Es más, la cascada de justificaciones, de errores, de contradicciones, de señalamientos a jurados y proveedores, contribuyeron a erosionar aún más la confianza ciudadana. Y para colmo de males es el propio registrador Vega quien intenta tapar la cosa, proponiendo un reconteo de votos a todas luces ilegal.

Esta situación le abrió la puerta a un concomitante fenómeno político que es igualmente peligroso. Ante la duda y los cuestionamientos que permearon el conteo de votos, algunos por oportunismo, como los expresidentes Uribe y Pastrana, otros por sentirse agraviados y lesionados por la incapacidad de la Registraduría, y muchos más porque se sienten tumbados, han manifestado que el sistema de procesamiento de datos es una farsa y que quien lo preside no ofrece las garantías suficientes. 

Es decir, desde todas las esquinas ideológicas se cuestiona la capacidad de las actuales autoridades y del sistema vigente para ofrecer resultados creíbles y veraces en las próximas elecciones presidenciales. Esto es particularmente peligroso dada la pugnacidad de la campaña y porque se esperan unos raquíticos márgenes de diferencia entre los candidatos. Aparece el fantasma del robo de las elecciones que tanta violencia e inestabilidad le ha traído a la democracia colombiana en el pasado.

Ante esta situación todavía hay margen de maniobra para evitar un colapso de la legitimidad de las elecciones y también para impedir que quienes tienen agenda oculta le echen leña al fuego arremetiendo contra la legitimidad el proceso. El mayor número posible de candidatos presidenciales deberían exigir colectivamente la renuncia o el marginamiento del registrador actual y que se nombre un registrador temporal ad hoc encargado de las próximas elecciones.

Se trataría de una persona intachable que convoque la confianza de los ciudadanos, que tenga la ascendencia necesaria sobre las campañas políticas y que imponga correctivos inmediatos que eviten que se cuestionen las elecciones y que impida que quienes tienen la intención de boicotear la democracia, se queden sin argumentos para cuestionar la labor de ese registrador intachable.

Dictum. Otra vez el presidente Duque tratando de ganar favorabilidad doméstica poniendo en juego el interés nacional. Posando de gallito fino, trata de ser contraparte de Putin, exponiendo al país a incalculables consecuencias.

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