Alejandro Villanueva
3 Noviembre 2022

Alejandro Villanueva

Los esmeralderos y sus coincidencias

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Pedro Nel Rincón Castillo, alias Pedro Orejas, es un narcotraficante que nunca aceptó el origen de su fortuna. Como sus ancestros traquetos, se limitaba a decir que era una “persecución” constantemente alegando la legalidad de su fortuna a través de ‘empresas fachada’ dedicadas al negocio de las esmeraldas. Pero a pesar de sus vagas explicaciones, fue extraditado y condenado a 19 años y medio en Estados Unidos. 

Las pruebas en su contra fueron contundentes y algunas obtenidas por infiltrados en su organización. Pero la caída de Pedro Orejas no significó el fin de su estructura. El narcotráfico no acaba condenando a sus capos. Siempre habrá alguien ocupando su lugar y parece que los herederos de Pedro Orejas se están encargando de acabar con los sapos.  ¡No es posible que sean tan agraciados por la coincidencia!

Según sus colegas, el ganadero Carlos Peña se encontraba fungiendo como informante para las autoridades. Esto carece de registro oficial, aunque se entiende que es una forma de proteger a la fuente.  No obstante, Peña señaló ante la Fiscalía General de la Nación que el esmeraldero Rodrigo Kling, pareja de Laura Acuña, pertenecía al clan de Pedro Orejas. Lo hizo de manera testimonial y con su puño y letra afirmó que Kling era el encargado de lavar el dinero proveniente de la estructura criminal. Carlos fue asesinado a quemarropa a los pocos días. La denuncia en la Fiscalía quedó en veremos y la muerte de Peña impune, pero este homicidio no es el único irregular. 

Después de la muerte de Peña han sucedido diversos ataques sicariales en la ciudad de Bogotá, que a simple vista parecieran ser un ajuste de cuentas entre sicarios; sin embargo, con algo en común: todos eran “traidores” y presuntos informantes contra el clan de Pedro Orejas.

En el restaurante El Lobo Feroz, que se ubicaba en el Parque de la 93 de Bogotá, fue asesinado a quemarropa el esmeraldero Maximiliano Cañón. Las autoridades calificaron el asesinato como un “ajuste de cuentas”, debido a que se le acusó a Cañón de haber asesinado al hijo de Pedro Orejas, algo que siempre negó. Lo que no cuentan las autoridades es que al igual que Peña, Cañón se encontraría filtrando información sobre la organización de Rincón, incluidos sus lavadores, en este caso presuntamente Rodrigo Kling.

Para terminar, el 11 de marzo de 2021, en pleno centro de Bogotá, asesinaron a quemarropa al esmeraldero Jorge Enrique Gómez, quien era cercano a Víctor Carranza, Julio Lozano Pirateque y Hernando Sanchéz. Pero, ¿quiénes eran estos manes? Víctor Carranza fue un narcotraficante con la fachada de esmeraldero, Hernando Sánchez es un polémico empresario de quien se dice que es el heredero de Carranza, a Julio Lozano Pirateque se le atribuye la propiedad de los laboratorios encontrados en la finca del exembajador de Colombia en Uruguay, Fernando Sanclemente. Gómez era ‘pana’ de toda esta gente y no hay mejor forma de encontrar información de narcotraficantes que siendo su mompa.

Claramente le permitió conocer perfectamente el negocio de Pedro Orejas y sus lavadores. Sus motivaciones son desconocidas y siendo sincero son irrelevantes, pero se convirtió en un infiltrado para la DEA y gracias a su información y colaboración se le atribuye la desmantelación de dicha organización delictiva. Justo fue asesinado junto a los otros “sapos” del negocio y tacharon su muerte como “ajuste de cuentas”

La justicia ha sido lenta y ha tratado estas muertes como casos aislados ignorando la presunta sistematicidad de callar a quien denuncia. Es cómodo salir a definir cualquier crimen de la mafia como “ajuste de cuentas”, mientras los esmeralderos continúan su guerra verde involucrando a políticos, policías y asesinando a cualquier persona que se atreva a denunciarlos.

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