Helena Urán Bidegain
31 Mayo 2022

Helena Urán Bidegain

Se puede cambiar

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

En noviembre de 2020 interpelé a Gustavo Petro, por tocar la memoria de mi padre, Carlos Horacio Urán, magistrado auxiliar del Consejo de Estado, y las razones de su asesinato en la retoma del Palacio de Justicia en 1985; le reclamé por mencionarlo como si hubieran sido cercanos, como si conociera los detalles de su vida y las razones de su ejecución. Por supuesto, Petro puede hablar de a quien a él le provoque, de hecho, lo acaba de mencionar en su reciente libro.  

Consideré y considero desatinado que se hubiera metido con algo que ha generado tanto dolor en mi familia; para mí Petro no es simplemente un candidato, no, es alguien con quien las implicaciones de la vida política me unen desde 1985. 

La razón es evidente. No fue el M-19 el que torturó desapareció y ejecutó a inocentes como mi papá durante la retoma del Palacio de Justicia, pero tampoco podemos decir que ese grupo armado, del que él hizo parte, aunque estaba preso durante el asalto, está libre de responsabilidad, porque fueron ellos quienes propiciaron todo el horrendo episodio.

Esto es algo que ni muchos de sus seguidores, atónitos y agresivos porque yo le hubiera reclamado, ni él, ni nadie, puede desconocer. Para mí existe una clara responsabilidad de tipo moral como parte de ese colectivo en lo que sucedió, pero eso no los hace responsables penalmente, por eso es absurdo que busquen desacreditar su lucha política actual con ese argumento.

Hablé con él fuera de redes sociales sobre otras razones aún más profundas que motivaron mi inconformidad y reacción, y aunque escuchó y opinó, lamentablemente creo que no supo cómo, o no quiso entender mi posición. Tal vez en otra ocasión entenderá.

Menciono todo esto porque quiero poner en contexto lo que desde 1985 y a lo largo de la vida del país inevitablemente define mi relación con los exmilitantes del M-19, incluso los que nada tuvieron que ver con la toma del Palacio de Justicia, como Gustavo Petro, algo que me ha generado no solo un conflicto interior sino también con otras víctimas y familiares para quienes su opinión es de clara oposición a cualquier exmilitante.

Un conflicto porque puedo entender las razones y la frustración que llevaron a estos hombres y mujeres a tomarse las armas; muchas de sus búsquedas y propuestas las comparto. Pero creo que todos debemos reconocer cuando nos equivocamos y quienes deciden salir del marco institucional para tomar las armas, generan violencia y dolor; por esto, aunque no dejaré de denunciar al Ejército como el responsable y culpable penal de los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos alrededor de la retoma del Palacio de Justicia, tampoco olvidaré que esa acción guerrillera desencadenó hechos que han determinado mi vida hasta hoy.

Así que con lo sucedido ese 6 y 7 de noviembre y posteriormente la amnistía dada a los exmilitantes del M-19, con la que se pasó por encima del dolor de las víctimas, a las que nunca se les consultó, ni mucho menos hubo un gesto colectivo para pedir perdón, por lo menos no con mi familia, podría uno pensar que el paso lógico para mí sería por rabia considerar a Rodolfo Hernández, tras los resultados de la primera vuelta, como la opción a seguir, pero no. No puedo respaldar a un admirador declarado de Adolfo Hitler, como futuro presidente, ¡no! No puedo respaldar a un hombre que ha dado amplias señales de misoginia, del uso de la fuerza para dirimir conflictos, de ser un explotador que se aprovecha de la miseria de otros, de amenazar de muerte a quien lo cuestiona, de estar imputado por presunta corrupción mientras promete combatirla. Apoyar a ese señor es simplemente inadmisible para mí.

Yo no siento el miedo que a muchos infunden aquellos que con constancia dicen que Petro va a “destrozar el país”, por el contrario, siento ilusión por esa puerta que se abre a quienes piensan y sueñan con otra forma posible de país. A mí me alegra que él esté donde está y pretenda llevar con su equipo las riendas del gobierno porque, independientemente de si yo estoy o no de acuerdo con él, es así como se fortalece la democracia.
Que quienes han estado establecidos en el poder, no hayan podido impedir esta vez que un candidato de izquierda hiciera campaña; que a pesar de las amenazas no hayan atentado contra él; que hayan puesto a vibrar a un país acostumbrado a desistir antes de intentar, ¡Son hechos que no pasan desapercibido para mí!

Me alegra que Petro haya llegado hasta ahí, porque refleja una maduración de la sociedad para superar la narrativa de que el exguerrillero/terrorista, debe morir en las catatumbas, y que cada vez son más los que entienden que es juntos que se construye un país.

También porque uno de los más nefastos logros de aquellos que por las armas buscaban una transformación política, económica y social, fue el daño producido a la izquierda democrática que siempre sufrió la estigmatización por cuenta de los actos violentos y terroristas que hacían. Por eso resulta muy significativo que sea un exmilitante, que integrado en la vida política del país, haya sacado un puntaje más alto para un candidato de izquierda en la historia de Colombia, que ojalá pueda llegar a generar un fortalecimiento de los sectores más democráticos, humanistas y si se quiere de izquierda, necesarios para enriquecer el espectro político en cualquier lugar. 

Me alegra porque lograron armar una bancada fuerte en el Congreso con mucho potencial que ante el peor escenario podrán hacer una gran oposición.

Me alegra además que Francia Márquez, quien me despierta profunda admiración, respeto y cariño, sea la fórmula vicepresidencial porque en ella Colombia ha visto como nunca antes, lo que es la dignidad; no dejarse pisotear. Ella es, sin duda, lo mejor que le ha pasado hoy a Colombia y Petro debe demostrar y convencer que de quedar electo como presidente, seguirá trabajando con esa fuerza femenina y tradicionalmente relegada a los márgenes, para hacer más potente y legítimo su proyecto de país.

Me alegra porque aún no todo está dicho, el camino a la segunda vuelta será complejo, pero hay que insistir e impedir que Colombia solo sepa de odios, venganzas y mal, todavía hay margen para soñar y actuar.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas