Velia Vidal
4 Marzo 2023

Velia Vidal

Esclavitas

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La semana pasada la Fiscalía General de la Nación publicó una noticia que a muchos nos impactó en el Chocó: cuatro personas, dentro de las que se encontraba un exdirector de la Corporación Autónoma Regional del departamento, fueron capturadas y son sindicadas, según su posible grado de responsabilidad, por delitos como acceso carnal abusivo con menor de 14 años agravado, actos sexuales y constreñimiento a la prostitución agravado.

Una de las personas involucradas en el proceso es una antigua vecina mía, por lo que me sentí mucho más sorprendida. A ella se le acusa de haberse aprovechado de las precarias condiciones económicas de un par de familias para ofrecerles su apoyo en la manutención y cuidado de dos niñas de 10 y 11 años. Y posteriormente haber ofrecido a los dos hombres sindicados, tener relaciones sexuales con las dos menores de edad, a cambio de dinero. La otra mujer imputada habría presionado a las víctimas para que no se resistieran a las agresiones.

Pasados algunos días, la mamá de una de las víctimas decidió llevar a su hija a vivir a una fundación de apoyo donde la menor informó lo sucedido con ella y su amiga. Ante esto, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) restauró los derechos de las dos menores de edad.

Quiero creer que mi vecina está siendo acusada falsamente y que podrá demostrar su inocencia. De todos modos, estos hechos me hicieron volver a pensar en una terrible práctica sobre la que he venido reflexionando desde el inicio de este año, por otra situación que viví en el mes de enero. 

Buscábamos una persona para que nos prestara servicios domésticos y acordé una entrevista con una mujer que me recomendaron, cuando esta mujer llegó a la cita me dijo que ella no podía trabajar pero que me había traído a su sobrina “para que se la recibiera”. Me tardé en comprender a qué se refería y le hice varias preguntas hasta que supe con exactitud que pretendía que nos hiciéramos cargo de la niña de 12 años, le diéramos el estudio, la ropa, la alimentación y en contraprestación, sería quien se ocupara de las labores domésticas, para las que esperábamos contratar una persona adulta, bajo las condiciones legales que esto amerita. 

¡Eso es esclavización! Le dije a la mujer, quien me respondió que sabía bien de qué se trataba y los riesgos que había, porque ella misma vivió en una casa de familia cuando llegó muy jovencita a la ciudad, pero que en este momento era más peligroso dejar la niña en el Baudó donde, a su edad, se volvía presa de los miembros de grupos armados, que se sentían con el derecho de disponer de los cuerpos de las niñas en cuanto iban creciendo, tal como pasó con otra de sus sobrinas. 

Días después conocí en detalle el caso de otra persona muy cercana, quien fue traída con información falsa a Quibdó y pasó varios años siendo explotada en una casa en la que le exigían tantas labores domésticas que sus manos se rompieron hasta sangrar en varias ocasiones.

Este tipo de abusos son constantes en Quibdó, muchas familias siguen buscando y llevando a sus casas a niñas y jovencitas quienes, en busca de una oportunidad para mejorar sus condiciones de vida, aceptan venir y quedan sometida a condiciones deplorables. 

Esta práctica no es ajena a ninguna familia, todos hemos tenido un caso muy cercano o en nuestras propias familias. Y aunque cada vez hay más conciencia al respecto, dentro de los explotadores encontramos médicos, maestros, profesionales de toda clase, servidores públicos que incluso trabajan en instituciones encargadas de la protección de menores. Personas aparentemente respetables y bien intencionadas, pero que ignoran que lo que hacen es una forma de esclavización. 

Se sabe que detrás de la convivencia en un hogar, donde estas niñas son realmente explotadas, corren enormes riesgos de acoso y abusos sexuales, las historias se cuentan por montones. A esto hay que sumarle el impacto emocional de estar en un lugar donde no son realmente parte, las explotan, pero tienen que estar agradecidas, porque supuestamente les están haciendo un favor.

Creo que ya es hora de que se investigue con rigor esta práctica y se restablezcan también los derechos de muchas niñas y jóvenes que viven esta forma de esclavitud como resultado de una absoluta ausencia de calidad de vida.

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