Mauricio Cabrera
13 Enero 2025 03:01 am

Mauricio Cabrera

Inflación y salario mínimo

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El aumento de 9.5 por ciento del salario mínimo para 2025 ha sido rechazado por los gremios y muchos economistas con conocidos argumentos: que presiona la inflación, que fomenta el desempleo y la informalidad o que afecta la competitividad de las empresas. Desde la otra orilla se argumenta que mayores salarios aumentan la capacidad de compra de los trabajadores y, por lo tanto, las ventas y la producción de las empresas, con lo cual se genera más empleo.

Como en la economía no hay verdades absolutas, ambos argumentos pueden ser ciertos o falsos, dependiendo de las circunstancias y, sobre todo, de la reacción de los demás agentes económicos. 

Los salarios no determinan la inflación

En este debate hay dos hechos que poco se mencionan pero que son importantes para entender los efectos del salario mínimo. El primero es que, aunque se aceptara considerar el trabajo como una mercancía cuyo precio es el salario, por lo cual su aumento lleva a que disminuya la demanda de trabajo y aumente el desempleo, y también se aceptara que el aumento del salario genera inflación, no es factible que tenga los dos efectos al mismo tiempo. 

Si los mayores salarios se transmiten a los precios se acelera la inflación, pero la relación costo laboral sobre ingresos no se modifica, los empresarios mantienen sus márgenes y no necesitan despedir trabajadores. Por el contrario, si el mercado no les permite subir los precios y para mantener sus utilidades necesitaran reducir el costo laboral, podría haber desempleo, pero no inflación. Uno u otro, pero no ambosimpactos sobre la inflación y el empleo simultáneamente.

El segundo hecho es que la subida de los precios no es una consecuencia automática del aumento salarial, sino que es una decisión de los empresarios. Así suene a herejía económica, la realidad es que el aumento de la inflación es una decisión de los empleadores, no de los trabajadores.Toda inflación es de vendedores, expliqué en una columna del año pasado.

En efecto, la inflación se produce cuando los empresarios, a los que les aumentaron los costos laborales, deciden transmitir el mayor costo a los precios de venta para mantener su margen de ganancia. Podrían no hacerlo y no habría inflación, pero a costa de menores utilidades. No es que sean malas personas o explotadores, así como los trabajadores tampoco son malos cuando presionan por el alza de sus salarios: ambos son agentes racionales que buscan su beneficio de acuerdo a las reglas del sistema económico.

El salario mínimo ha crecido menos que el PIB 

La negociación salarial es el mejor ejemplo de lo que Raúl Prebisch llamaba la Pugna Distributiva, es decir la pelea por ver que grupo social se apropia de una mayor tajada del ingreso nacional. Cuando el salario mínimo sube varios puntos por encima de la inflación, como en los dos últimos años, los trabajadores logran capturar una mayor parte; pero este comportamiento reciente sólo compensa un poquito la tendencia de largo plazo de pérdida de participación del salario mínimo en la producción nacional.

Un indicador de esta tendencia es la relación entre el salario mínimo anual vigente (SMAV) y el PIB per cápita (PIBpc), que muestra una impresionante caída en las cuatro décadas pasadas.

En 1983, el salario mínimo era de 111.132 y el PIBpc era 140.223 (ambos en pesos corrientes), es decir que el primero equivalía al 79 por ciento del segundo; para 2022, el SMAV nominal se había multiplicado por 108, llegando a 12 millones de pesos en el año, mientras que el PIBpc había crecido 202 veces, llegando a 28,4 millones, de manera que esta relación se había reducido a 42,2 por ciento. Con los aumentos del SMAV en los dos últimos años se mejoró un poco la relación hasta 48 por ciento, pero todavía muy por debajo del siglo pasado.

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¿Qué significa que el PIBpc (es decir la producción de la economía que en promedio le corresponde a cada individuo) haya crecido casi el doble que el SMAV? No es una pregunta fácil de responder, y debería suscitar un interesante debate entre los economistas, pero me atrevo a algunas hipótesis.

La primera es que el aumento de la productividad de la economía no se ha trasladado al SMAV. Como el crecimiento del PIB depende, entre otras cosas, del aumento de la productividad, parecería que en el largo plazo no se ha cumplido uno de los parámetros para la fijación del SMAV, según la cual su crecimiento debe ser igual a la inflación más la mejora en la productividad.

Corolario de la anterior es que el aumento de la productividad fue apropiado por otros agentes, bien sean los dueños del capital o los trabajadores que no ganan el SMAV. En cualquier caso, hay un impacto sobre la distribución del ingreso, lo que podría ayudar a explicar por qué en Colombia, a pesar de la notoria disminución de la pobreza,no ha disminuido el índice de Gini de la concentración del ingreso.

 

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Otra hipótesis, sugerida por un colega, es que los aumentos del SMAV no han afectado la generación de empleo, puesto que el crecimiento del PIB también depende del aumento del número de trabajadores, el cual ha debido ser significativo.
Finalmente, el gráfico anterior muestra una correlación negativa entre el crecimiento del PIBpc (línea roja con la escala en el eje derecho) y la relación de este con el SMAV (línea azul) : esta relación disminuye cuando el PIBpc crece más y mejora cuando hay un menor crecimiento, e inclusive recesión, de la economía. Esto sugiere una situación extraña, en la que cuando la economía va mejor los trabajadores tienen menor capacidad de apropiarse de una mayor parte de la riqueza generada.
La única conclusión clara es que el tema del salario mínimo es sobre todo un problema de economía política y de pugna distributiva.

 

 

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