Antonio Perry
9 Enero 2025 03:01 am

Antonio Perry

Más allá del salario mínimo

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La discusión del salario mínimo se ha convertido, de cierta manera, en una forma para evitar discusiones más profundas sobre los problemas del mercado laboral del país. La discusión se queda ahí, entre quienes apoyan un aumento significativo del salario mínimo y quienes no. Al final, la mayoría de las personas queda con una rasquiña molesta detrás de la oreja, preguntándose si debemos resignarnos a salarios más bajos para impulsar el empleo.

No me malinterpreten. Soy de la opinión de que un aumento significativo del salario mínimo beneficia a unos pocos (los empleados que ganan un salario mínimo o integral), en detrimento de la mayoría (los trabajadores informales y los consumidores que veremos un aumento en los precios de bienes y servicios). Acá pueden ver un hilo muy bueno al respecto. Sin embargo, el asunto es menos obvio de lo que parece y esta falta de claridad contribuye a estancar la discusión.

El imaginario exagerado del magnate de bigotes largos

En gran medida la falta de claridad se debe a que, en el imaginario público, está el gran dueño de empresa que se niega a pagarle un salario digno a sus empleados. No obstante, este imaginario está sobredimensionado. Colombia es un país de microempresas. Alrededor del 99 por ciento de las empresas en el país son PYMES y proveen aproximadamente el 79 por ciento del empleo total. En contraste, las empresas grandes constituyen tan sólo el 0,3 por ciento de las empresas a nivel nacional y proveen el 21 por ciento restante del empleo total.

En otras palabras, el gran empleador del país no es el magnate de bigotes largos de monopolio, sino el empresario rebuscador de a pie, quien, a diferencia del magnate, no tiene la capacidad de absorber aumentos sustanciales en sus costos, como aumentos salariales. Un aumento en sus costos necesariamente se traduce en recortes en alguna parte y, por lo general, se echa tijera a la nómina. Esto explica por qué únicamente el 15 por ciento del empleo que generan las PYMES es formal y el 85 por ciento informal. Si es caro contratar formalmente, se recurre al trabajador informal, a quien no se le paga el mínimo ni prestaciones sociales.

Si dejamos de pensar en los empleadores como grandes empresas, controlados por unos avaros capitalistas (que los hay, pero son minoría), y empezamos a entender que los empresarios en realidad son ‘de a pie’, empieza a hacer más sentido por qué aumentar el salario mínimo es problemático, y la rasquiña detrás de la oreja empieza a mermar.

Más allá del salario mínimo

Pero esa es sólo una parte de la historia y aquí es donde los críticos solemos quedarnos cortos. Ponemos de presente las razones económicas de por qué el aumento del salario mínimo es perjudicial para la mayoría, pero no respondemos a la pregunta validad y subsiguiente: ¿Nos resignamos a salarios más bajos para mejorar el empleo y combatir la informalidad? La respuesta es no.

Parte de la explicación está en las cifras que expuse anteriormente. Si bien las PYMES son mayoría y generan el 79 por ciento del empleo total, únicamente proveen el 53 por ciento del empleo formal. En cambio, las grandes empresas generan el 47 por ciento del empleo formal, a pesar de constituir tan solo el 0,3 por ciento del tejido empresarial del país. Dicho en términos más simples, a pesar de ser pocas, las grandes empresas proveen la mitad del empleo formal en el país.

La razón obvia es que las empresas grandes tienen más recursos para asumir los costos que implica la formalidad. La menos obvia es que son más productivas que las microempresas: hacen más con menos y este es el quid del asunto. Para enfrentar los problemas laborales de Colombia debemos pensar cómo hacer que la microempresa se parezca más a la grande empresa. Debemos pensar cómo podemos hacer que las PYMES sean más productivas, y tengan la capacidad de absorber más empleo.

Para entender un poco la idea, volvamos al escenario en el que se le aumentan los costos salariales al empresario de a pie. Si el empresario de a pie es capaz de hacer más con menos, el aumento de los costos no le debería pegar tan duro. De igual forma, si es capaz de hacer más con menos, debería poder pagar mejores salarios, o contratar más trabajadores. La pregunta es entonces, ¿cómo se logra esto?

Hacer empresa en Colombia es difícil

Como argumenté en una columna pasada, uno de los mayores problemas económicos de Colombia es que hacer empresa es muy difícil. Existen muchas barreras para el pequeño empresario, entre ellas, una excesiva tramitología. De hecho, parte de la razón por la cual las grandes empresas son más productivas es porque son capaces de navegar mejor el enredo normativo colombiano. Según un estudio de Fedesarrollo, esto explicaría, por ejemplo, por qué las empresas pequeñas tienen una tasa de tributación (total impuestos / utilidad) mayor que las grandes empresas (ver Tabla).

 

Las grandes empresas tienen los recursos y capacidades para acceder asesoría legal sofisticada que les permite navegar eficientemente el sistema tributario colombiano. Aunque el estudio ya tiene sus años, el punto se mantiene y el problema no es que las empresas grandes tengan más recurso, sino que el andamiaje institucional es muy complicado y dificulta hacer negocios y mejorar la productividad.

 

Sí, el aumento del salario mínimo beneficia a unos pocos en detrimento de muchos, pero sólo es una parte de la historia. Para resolver los problemas laborarles del país y de paso generar mejores salarios, es necesario que las pequeñas empresas se vuelvan más productivas para que puedan generar más empleo y eso solo se logra con un andamiaje institucional menos engorroso.

 

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