Sebastián Nohra
21 Junio 2023

Sebastián Nohra

Menos es más

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Casi a todos los que nos han gustado las discusiones de actualidad y política sentimos en algún momento una suerte de llamado e instinto de tratar de ser una bandera de nuestra generación. Alguna injusticia o malestar que jamás terminamos de digerir la convertimos en gasolina para querer hacer al mundo mejor. Esa vena adolescente vino acompañada por lo general por mucha ingenuidad y arrogancia. Estuvimos muy convencidos de que todos los demás estaban equivocados y la ruta a un lugar mejor era muy evidente. El cambio debía ser rápido y drástico.

Pero muchos con el tiempo le vamos perdiendo las ganas a la trascendencia y la heroicidad. Esa vocación apostólica de pretender guiar a los ignorantes y extraviados se va extinguiendo, y uno empieza a disfrutar de su lugar en el mundo con más tranquilidad. Se descubre que las cosas no son tan sencillas y que los cambios son una telaraña con muchos responsables y variables. El gobierno ganó y trabaja con ese deseo de cambiar el mundo en cuatro años. Para el Pacto aquello de “histórico” pareciera una obsesión, pero el día a día de la política les ha dado una paliza.

Sería bueno que este gobierno rebaje sus expectativas y renuncie a ese decorado pomposo que le ha colgado a su mandato. La postura de refundar a Colombia y de saberse el “primer gobierno de la historia que representa el pueblo”, le está saliendo muy caro. Los golpes y las señales han sido demoledores.

El presidente está a tiempo de reformular la vara que se pone y pretender objetivos algo más sencillos. Es posible que si cambia la revolución por la certeza de la gradualidad, en 2026 Colombia sea un país más parecido a lo que siempre soñó. Pero ha preferido apostar fuerte al “todo o nada”. Defender a Carolina Corcho le costó perder dos partidos, varios ministros y dos crisis ministeriales. Hoy está sin su ministra y con la reforma a la salud que espera, junto a las otras, en la línea del pelotón de fusilamiento. El cálculo le salió muy mal.

Han perdido personas y apoyos muy valiosos que nunca fueron petristas pero quisieron darle una oportunidad a la causa. A esas personas el núcleo pura sangre ya les puso el sello de neoliberales y perros de las élites y los sacaron a patadas. Eran personas estratégicas para conquistar a los que todavía desconfían. Pero perdieron capital valioso.

Con Gloria Inés Ramírez o Daniel Rojas como pilares del proyecto las reformas no pasarán. No están los votos ni la temperatura social para seguir esa línea. Por lo menos eso es lo que ha pasado en sus primeros diez meses gobernando.

Debe ser fácil desde acá pedirles que aflojen y muy dificíl desde adentro aceptar la realidad del tablero. En la vida a veces menos es más y los avances tienen más ritmo de tractor que de Ferrari. El ímpetu por hacer borrón y cuenta nueva ha dejado un gobierno caótico e ineficiente. Los resultados legislativos son pobres y la ejecución del gasto presupuestal es muy baja respecto a los años anteriores. Sobre todo, si se descuenta de la ejecución los pagos al servicio de la deuda.

El país le está diciendo que deben ser un gobierno más terrenal y consciente de sus herramientas y poder. Como dijo Andrés Mejia, el costo del radicalismo será la inacción. Deben saber que conciliar y ceder no es armar eventos y reuniones para sentarse a oír a la contraparte y después ignorarlos a la hora de la verdad.

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