Enrique Santos Calderón
15 Mayo 2022

Enrique Santos Calderón

EL ABORTO AQUÍ Y ALLÁ

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Ante la probabilidad de que Estados Unidos dé un gran salto atrás en derechos de la mujer, gracias a Dios (sí, a Dios, cuya “inexistencia es tan indemostrable como su existencia” según decía el filósofo), aquí tenemos una Corte Constitucional que hace 16 años despenalizó el aborto en tres causales, y el año pasado avaló el derecho total al mismo hasta la semana 24 de embarazo.

Valiente decisión que desencadenó una inmediata reacción y un movimiento “provida” que organizará un referendo contra el aborto y será caballo de batalla del uribismo, conservadores y sectores religiosos en duros debates que ya se anuncian. Pero por ahora vale la pena concentrarse en lo que sucede en USA, donde una Corte Suprema que Trump llenó de magistrados ultraconservadores se apresta a echar abajo la garantía constitucional que desde 1973 protege el derecho al aborto y remitir la decisión a los estados individuales, lo que polarizará aún más a ese país.

El acceso a un aborto legal y seguro es un derecho fundamental —el de una mujer para decidir sobre su maternidad— que las estadounidenses han tenido durante casi medio siglo y anularlo afectaría a millones de ellas, en especial a las pobres y desprotegidas. Particularmente en los estados más atrasados y proclives al racismo donde el aborto se volvería un delito sin excepciones, aun para casos de violación o incesto. En los últimos meses muchos gobernadores republicanos ya han endurecido las leyes sobre el tema comenzando por el de la Florida, Ron DeSantis, trumpista radical con aspiraciones presidenciales.

Cuando en 1973 la Corte Suprema aprobó la interrupción del embarazo por mayoría de 7-2, el tema no era tan políticamente polarizante.  Muchas comunidades evangelistas estaban de acuerdo. El clima cambió cuando, según varios medios, la derecha religiosa se unió en respuesta a la decisión de Washington de eliminar exenciones tributarias para escuelas y colegios que practicaran segregación racial. Desde entonces, se ha convertido en tema que divide cada vez más a los norteamericanos.  “El aborto es asesinato” y “el aborto es un derecho humano” son pancartas antagónicas siempre presentes en las manifestaciones callejeras que está provocando la inminente decisión de la Corte.

Las encuestas Gallup de los últimos años señalan que una mayoría de ciudadanos aprueba la enmienda del 73 y menos del 20% piensa que el aborto debe prohibirse en cualquier circunstancia. Todo parece indicar, pues, que en USA habrá dos regímenes muy distintos sobre el aborto. La mitad de los estados lo prohibirá y en los más liberales se multiplicarán las clínicas de aborto, así como toda suerte de disputas legales. Algunos pretenden que se penalice incluso a quien ayude a alguien a conseguir cita médica para un aborto o a transportarse a un estado donde no sea ilegal.

El tema puede transformarse en una especie de guerra cultural, religiosa y política. Increíble pero no improbable. Es una muestra del estado en que hoy se encuentra la democracia en la primera potencia.

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En el resto del mundo, los países donde aún se penaliza el aborto suelen tener gobiernos autoritarios. Como los de Hungría y Polonia en Europa, o Brasil y El Salvador en Latinoamérica o decenas de los regímenes más represivos desde Arabia Saudita a Uganda. Lo significativo es que durante los últimos años más de 50 países han liberalizado sus normas sobre el tema incluyendo a naciones tan católicas como México, Argentina o Colombia, donde la Corte Constitucional dictaminó en días pasados que el suicidio asistido tampoco es delito. Nos convertimos así en el primer país de Suramérica en despenalizar tanto la eutanasia como el suicidio medicamente asistido. Esto, cuando el enfermo decide libre y conscientemente anticipar la muerte en casos de sufrimiento o dolor insoportable. "Una medida humanitaria y compasiva" dijo el asesor del Colegio Médico Colombiano, el anestesiólogo Diego Acosta. "Un atentado a la dignidad," replicó la magistrada Pardo que se opuso. 

Aborto, eutanasia, suicidio asistido son dilemas humanos que, aquí y allá, en USA, Europa o Colombia polarizan profundamente a la sociedad por concepciones irreconciliables sobre el sentido de la vida y la muerte. El aborto en particular ha estado acompañado de un estigma social y religioso del que las mujeres comenzaron a liberarse hace varias décadas. Recuerdo el manifiesto firmado en los años setenta por decenas de famosas actrices y escritoras francesas diciendo que habían abortado, y las manifestaciones de miles de italianas en Roma, la ciudad del papa, reclamando el derecho a decidir sobre sus cuerpos.

Calificar la interrupción de un embarazo no deseado como asesinato me parece un despropósito, así como ignorar que el hijo indeseado recibirá menos amor y será más proclive a conductas antisociales. No lo digo yo. Dos estudios recientes en USA indican que en los estados donde el aborto es penalizado la criminalidad es mayor.

El tema es inagotable y la polémica también. Con tal de que no sea el Congreso el que tenga la última palabra...

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