Rodrigo Lara
14 Diciembre 2022

Rodrigo Lara

Una troncal de buses maquillada de “verde”

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El llamado “corredor verde” de la carrera Séptima que piensa licitar la Alcaldía de Bogotá en los próximos días, no es más que una troncal de TransMilenio maquillada de helechos. Es en su esencia la misma troncal de buses que existe en la Avenida Caracas y la misma troncal que el exalcalde Peñalosa estuvo a punto de adjudicar en la Séptima, de no ser por la acción popular que presentamos con la ciudadanía y que a la postre nos permitió detener ese crimen urbanístico y de movilidad. 

Lo lógica detrás del concepto de la troncal de TransMilenio de la Séptima no es otra que la de meter a la brava carriles exclusivos de buses en una avenida estrecha. Entre la 170 y la calle 100 la construcción de esos carriles no representa un problema mayúsculo, dada la amplitud de la vía. El problema es entre las calles 92 y 32, en donde la avenida es estrecha y presenta un tráfico vehicular intenso, producto de la densa actividad económica y residencial que se ha desarrollado en esa zona del eje oriental de la ciudad. 

La única manera de meter a la fuerza una troncal de buses en esa parte de la avenida es peatonalizándola, porque los carriles de buses –que ocupan mucho más espacio que otros medios de transporte público– y el tráfico vehicular, no caben juntos. En el fondo, lo que nos presenta la alcaldesa en sus renders no es más que el absurdo autoritario de adaptar brutalmente una realidad urbana, humana y económica a una solución especifica de transporte público, que como se sabe, representa grandes intereses económicos detrás. Lo lógico en cualquier ciudad en donde prevalezca el bienestar colectivo y la opinión de los ciudadanos, es que el medio de transporte público ofrecido se adapte a la zona que piensa servir y no lo contrario.

La solución es absurda y antidemocrática desde cualquier punto de vista. A la gente no se le puede obligar a cambiar su modo de vida de manera brutal y menos aún se les puede engañar con el cuento de que con esa troncal por fin contarán con un transporte público que les permita bajarse de sus motos y vehículos. Hoy existen 114 kilómetros de TransMilenio que apenas transportan a 2 millones de pasajeros en condiciones indignas e inhumanas en las horas pico de trabajo. 

Sería bueno preguntarnos por qué Bogotá está llena de motos mientras que ciudades como Santiago de Chile no enfrentan ese mismo problema. La razón está en la lentitud y en el hacinamiento del TransMilenio. Por ejemplo, una familia que vive en el barrio Castilla de Kennedy, no muy lejos de la estación Banderas de la Troncal de las Américas, para llegar a la 170 con autopista se demora cerca de dos horas y media en un solo trayecto. Y ni hablar de las condiciones del viaje, en donde el hacinamiento de las horas pico convierte el trayecto en un atracadero y en donde además tocan y acosan a las mujeres. Cualquiera que tenga la opción de hacer ese viaje en vehículo o moto opta por estos medios. 

Los buses existen en todas las ciudades del mundo de este tamaño como un apoyo del metro. Resulta absurdo es que nos sigan vendiendo la idea de que un sistema de buses hace lo mismo que una red de metros, en el cual la gente viaja cómoda y rápidamente. Los únicos que se han beneficiado realmente de este sistema son los que ganan mucho dinero con la industria de los buses, con su venta y en particular con su mantenimiento y operación. Los vagones del metro de Londres y de Paris han durado décadas, muchos de ellos son de los años sesenta, mientras que un bus no dura más de diez años en buenas condiciones. Un jugoso negocio. 

Con esa troncal de la Séptima, que nos venden con la manipulación de renders llenos de árboles y helechos, nadie se va a bajar de su carro ni de su moto. Los niños no podrán ir al colegio en TransMilenio porque ningún padre somete voluntariamente a sus hijos a esas condiciones indignas y peligrosas de transporte. Lo que veremos es un total colapso del eje oriental, con las calles 92-94 y la avenida circunvalar completamente taponadas y desvalorizadas por el desvío del apocalíptico tráfico entre el norte y el sur. Y en cuanto al tráfico sur-norte, no es cierto que se mantengan vías para un tráfico ágil: los imprecisos planos muestran que, a lado y lado de los carriles de los buses, preservan vías de un solo carril, es decir calles de filas indias de vehículos que solo sirven para entrar a los edificios y que no están concebidas para trayectos largos entre el sur y el norte. 

Tenemos que detener esa autoritaria imposición de la alcaldesa. Los voceros de los beneficiarios del negocio de los buses dirán que después de tantos intentos, “hay que hacer algo en la Séptima”. El problema es que ese “algo” siempre termina siendo una única solución que tanto los ha enriquecido: carriles de buses al precio que sea.

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