Sebastián Nohra
19 Julio 2023

Sebastián Nohra

Bien ida

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El país conoció a Irene Vélez en el Congreso de Minería 2022. Era su primer encuentro con los tigres del sector. Altiva y desafiante habló de la teoria del decrecimiento económico como eje de su ideario, mientras disciplinaba a los asistentes de la última fila del auditorio con regaños. Después en la rueda de prensa se enervó con las preguntas de los periodistas, se fue y los dejó tirados. La ministra se puso los guantes desde el primer momento y nunca más los soltó. 

Había mucho interés y zozobra por las primeras palabras de alguien ajeno a estas actividades y con un mandato político que venía con “el cambio” como motor de la gestión. Este es un sector con retornos a muy largo plazo y oirla desde el primer momento hablando de castigar inversión y producción, cayó muy mal. 

Propuso a la brava ir secando la principal fuente de exportaciones e inversión extranjera, sin más sustitutos a corto plazo que tuits y frases hechas. Ha hablado sin descanso de transición energética y la realidad es que hoy no hay nada. Su bandera, la prometida hoja de ruta de transición energética anunciada en el COP27 en Egipto, no existe. Se suponía que la presentaban en mayo, pero quien la lideraba era Alexander Gómez, un prestigioso profesor en el tema de la Universidad Nacional, y le renunció a la ministra a comienzo de año porque no había un plan sólido para presentarle al país. 

Empujar a Colombia a renunciar a sus mejores rentas sin someternos a traumatismos para reemplazar el petróleo y el gas fue el ápice de su soberbia. El país se le paró en seco. José Antonio Ocampo el primero, quien la enfrentó con decisión en público y en la intimidad del gabinete. Trató de hacernos millonarios jugando Monopolio.  

A despecho de que alguien saque la carta fácil del machismo y la misoginia, la realidad es que ella no tiene los conocimientos y la trayectoria para ocupar un ministerio tan importante para el país. Nos lo hizo saber de muchas maneras. La estela de su padre, Hildebrando Vélez, quien ha sido desicivo en la carrera política de Francia Márquez y en temas ambientales le habla al oído al presidente, fue la razón para que haya sido ministra. Así fue. 

Otro daño que deja su ministerio es reforzar el prejuicio con los filósofos, como mentes ajenas y desinteradas del comercio, la economía y los oficios más prácticos. Su desprecio por los técnicos y el ABC del sector le mandó el mensajes a los desconfiados de que alguien de su corte intelectual es incapaz de liderar cambios en problemas afuera de las ciencias sociales. La carreta sin sustancia fue su línea. 

Tampoco fue una buena jefe y líder de un equipo de trabajo que pudiera afrontar tamañas responsabilidades. Su ministerio en el interior fue un polvorín. Renunciaron o fueron despedidos casi todos los de su círculo con los que empezó: Alexander Gómez, (asesor de despacho) Beliza Ruiz (viceministra de Energía), Giovany Franco (viceministro de Minas), Camilo Rincón (director de Hidrocarburos), Karen Cuesta (jefe de la Dirección de Cooperación Internacional) y Clara Guatame (presidenta de la ANH). También hubo varios cambios en el equipo de comunicaciones y Dirección Social. 

Y lo peor fue su indelicada manera de entender la función pública. Mintió en algo tan serio como el informe de reservas y puso a firmar ese “dibujo” a subalternos para sostener la farsa, cambió su declaración de conflicto de interés antes de que le dieran el contrato a su esposo y usó su poder para saltarse a emigración con el permiso de su hijo. 

Bien ida Irene Vélez que hizo de su gestión un tobogán de errores y escándalos y dejó un manual de todo lo que no debe ser un funcionario. Bien ida, pues el Fenómeno del Niño está a la vuelta de la esquina y Colombia necesita alguien que esté a la altura. 

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