Velia Vidal
10 Junio 2023 09:06 am

Velia Vidal

Duelo

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El duelo es el amor permaneciendo. Esa frase la encontré en un libro de mi amigo Joseph Zárate y ha sido uno de los bastones que me ha sostenido durante los meses más dolorosos de mi vida. 

En días como hoy, víspera del que sería el cumpleaños 61 de mi padre, quisiera enroscarme en una esquina de mi cama, como mis gatos, y quedarme ahí, pasar del llanto al sueño hasta que me despierte un suspiro descansado que anuncie el final del dolor. Pero sé bien que no es así como pasa.

Hace poco publiqué en mis redes sociales que no pude sola con esto, que he necesitado de mi psicóloga, mi psiquiatra y una red preciosa de familia y amigos amados que me han acompañado a sobrellevar esta pérdida. Se me hizo difícil aceptar que tendría que tomar medicamentos, pero el cuadro depresivo y de ansiedad eran tales, que mis médicos decidieron que era la mejor opción, al menos por un tiempo. Estaba muy nerviosa, irritable, con insomnio, perdiendo peso y con una fuerte caída del cabello. Y eso empezó a afectar mis relaciones cercanas, tuve conflictos con quienes más quiero, por cosas que en otro momento hubieran sido insignificantes para mí. 

Mi padre murió accidentalmente, en nuestra casa de Bahía Solano, lo enterramos con todos los rituales que se acostumbran en nuestro pueblo: rezos, alabaos, música, flores, misas, comida. Una celebración de su vida. Entendí que el luto no es un compromiso social sino la expresión de un estado del alma.

Sigo abrazando este duelo, rumiando un amor infinito, imperfecto, una relación no idealizada, conflictiva, constante, que me mantuvo confrontada hasta el día la muerte y me dejó así para siempre. Un papá cuya existencia me abocó a las preguntas profundas, a las dudas, a la capacidad de enfrentar el mundo y sentar posiciones independientemente de lo que eso implique. 

Colombia es un país en constante duelo, eso hemos repetido muchas veces. Pero no sé si de tantas pérdidas traslapadas no hemos tenido el espacio de tramitar uno solo. Entre un muerto y otro no alcanzamos a guardar luto y la mayoría de las veces no hay quien cante un alabao.

Por lo que vivo, me he preguntado si cierta irritabilidad, si algunas reacciones, si una parte de la hostilidad y la agresividad que median día a día nuestras relaciones en el país, no vendrán de la ansiedad y una especie de depresión colectiva por tantos duelos pendientes, andando, tanto amor permaneciendo.

Que es un asunto de tiempo, me dicen quienes lo han vivido, pero he experimentado que no es solo el paso de los días, que se necesita tiempo consciente. No todos tendrán que acudir a medicamentos, como yo, pero quizá, superar el duelo sí tenga que ver con desentrañar el amor, que es lo mismo que desentrañar el dolor. Comprender de qué está hecho, qué es eso que extrañamos, porque como bien lo explica mi amada amiga Irene, hada de las palabras, el amor empieza con la obsesión por lo que nos falta, dice también que el cariño está emparentado con la carencia. Y si bien arranca con esto para hablarnos de los genes de Eros, aplica plenamente para todo el amor por estos seres cuya presencia, tras la muerte, deseamos intensamente.

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