Luis Alberto Arango
15 Diciembre 2023

Luis Alberto Arango

El gobierno de izquierda: personaje del año

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Un gobierno confrontacional, que carece de método para ejecutar, que busca culpables ante sus propias fallas, con más desaciertos que aciertos, que sufre escándalos en su círculo cercano y gobierna con las mismas prácticas que criticaba cuando era oposición, es el personaje del año 2023.


En el teatro político colombiano de 2023, la obra más llamativa ha sido, sin duda, la del gobierno del presidente Gustavo Petro, quien antes de serlo era uno de los políticos más exitosos del país. Este Gobierno, el primero de izquierda en la historia del país, prometió un cambio radical en la manera de gobernar, alejado de la tradicional mermelada política y enfocado en implementar una forma de gobierno libre de los vicios usuales que acompañaron a gobiernos anteriores y que por décadas criticó. La expectativa era alta, tanto por parte de sus simpatizantes como de sus detractores.

Recordemos que, durante la campaña presidencial, los críticos más vehementes de Petro auguraban un destino similar al de la Venezuela de Maduro y Chávez, con una erosión de la democracia y un agravamiento de la pobreza. Sin embargo, tras más de un año en el poder, Colombia no ha seguido ese camino, pero tampoco ha presenciado los cambios prometidos por Petro. Su ascenso al poder, en un momento de profunda polarización política, pareció desactivar, al menos temporalmente, una olla a presión social lista para estallar.

Fue de cautela la acogida inicial del discurso de posesión de Petro, el 7 de agosto de 2022, por parte del sector empresarial. Los primeros discursos de un presidente suelen ser un barómetro de confianza para la opinión pública, y Petro, con su retórica cargada de simbolismos y coherencia sobre sus objetivos de equidad y justicia, generó optimismo en muchos. Sin embargo, este optimismo estaba teñido por los recuerdos de su alcaldía en Bogotá (2012-2016), un periodo marcado por significativos desaciertos como la crisis de las basuras y la compra de motos eléctricas inservibles, que opacaron sus aciertos.

“Es innegable su habilidad para imponer la agenda política semanal, una capacidad que pocos presidentes han tenido en Colombia”.

Como presidente, Petro ha mantenido un estilo confrontacional, como si aún estuviera en campaña política y no en la presidencia de un país. Es innegable su habilidad para imponer la agenda política semanal, una capacidad que pocos presidentes han tenido en Colombia. Petro, con sus trinos y discursos, e incluso con sus ausencias, ha marcado cada semana el pulso político del país. La gran pregunta era si este Gobierno, antes de oposición radical y poco flexible, estaría a la altura de sus propias proclamas sobre cómo gobernar.

El comienzo de 2023 no fue auspicioso para el Gobierno Petro. Un anuncio apresurado del presidente sobre un cese al fuego bilateral resultó ser falso. Luego su postura populista prohibiendo el aumento de los peajes, generó desconfianza y parálisis en el sector de concesiones, lo que ahora enfrentaremos con incrementos compensatorios. 

Los escándalos presidenciales no tardaron en aparecer. El caso de la exniñera de su jefa de Gabinete, Laura Sarabia, y la intervención ilegal de sus comunicaciones, junto con las acusaciones, por parte de Armando Benedetti exembajador del Gobierno Petro en Venezuela, de financiación por encima de los topes legales de la campaña presidencial, y la captura de su hijo Nicolás Petro por enriquecimiento ilícito y lavado de activos, han empañado seriamente la imagen del Gobierno. 

Paralelamente, el pedido de renuncia a 8 de sus 18 ministros, en abril de 2023, planteó serias preguntas sobre el liderazgo y la estabilidad de su administración. Es reconocida la ausencia de método y baja ejecución del Gobierno Petro. Lo dicen las cifras de ejecución presupuestal y también quienes han estado en las intrigas de su gobierno. Algunos manifiestan que el presidente parece tener las mejores intenciones, pero que no tienen método para ejecutar con efectividad.

A pesar de estos desafíos, el Gobierno ha tenido aciertos. El restablecimiento de las relaciones con Venezuela para reactivar el comercio fronterizo, que estaba tomado por el contrabando y las actividades de comercio ilegal, y el gradual aumento en los precios de la gasolina, una medida políticamente impopular pero necesaria, son ejemplos notables. 

En el ámbito de la seguridad los indicadores son alarmantes. Regiones y carreteras del país que habían recuperado un ambiente de tranquilidad y de paz, después del proceso de desmovilización de las Farc, han sido objeto nuevamente de presencia delincuencial y guerrillera. Un artículo del Financial Times del mes de noviembre de 2023, resume este delicado tema que preocupa a todos los colombianos. Destaca que, bajo el gobierno de izquierda de Gustavo Petro, los indicadores de seguridad en Colombia han empeorado. Los secuestros aumentaron más del 80 por ciento, la extorsión un 27 por ciento, y la tasa de homicidios apenas disminuyó. 

El artículo menciona un incremento en la violencia entre grupos armados ilegales, luchando por controlar territorios y rutas de contrabando. También señala una disminución en las capacidades operativas y de inteligencia de las fuerzas de seguridad, fortaleciendo el control de estos grupos en áreas rurales y expandiendo actividades ilícitas como el narcotráfico y la minería ilegal. (1)

Aun así Petro sigue comprometido con su plan de paz total,  aunque enfrenta críticas y un creciente escepticismo público. La búsqueda de una paz total y de un acuerdo nacional, aunque bienintencionadas, parecen condenadas al fracaso: la paz total, porque es incoherente hacer la paz con todo el mundo, al mismo tiempo y sin revisar los errores del pasado. Y el acuerdo nacional, porque a pesar de querer liderarlo, el presidente Petro es el primero que lo torpedea debido a la constante polarización que genera con sus trinos y declaraciones. 

Un aspecto distintivo y preocupante de este gobierno de izquierda es su enfoque ligero y confrontacional en la diplomacia internacional, lo cual parece reflejar, en cierto modo, la autenticidad de las convicciones de Petro, pero al mismo tiempo, desmantela cualquier vestigio de tacto, diplomacia y prudencia que deben primar en las relaciones entre Estados.

Un ejemplo notable fue la respuesta de Colombia al ataque del grupo terrorista Hamás a Israel, en el que no se condenó el acto ni la muerte de dos colombianos durante el mismo. Esto contrasta marcadamente con la condena emitida por el Gobierno colombiano una semana antes, respecto a la muerte, en una cárcel, de los presuntos asesinos de un candidato presidencial en Ecuador. En el episodio protagonizado por Hamás, un comunicado publicado inicialmente por la Cancillería colombiana condenando el ataque fue posteriormente retirado y reemplazado por otro que utilizaba eufemismos, evitando cualquier condena explícita. 

Además, Petro acusó al Gobierno de Israel de prácticas comparables al nazismo, lo que reitera una aproximación poco diplomática y controvertida en la gestión de las relaciones internacionales de Colombia, distanciándose de la prudencia y el tacto habitualmente esperados en la diplomacia global, que además puede tener consecuencias para Colombia.

Recientemente, la protagonista de la diplomacia colombiana fue la reacción de Petro frente al triunfo de Javier Milei en Argentina, un candidato en las antípodas de la ideología política del presidente colombiano. Los comentarios críticos de Petro, expresados en sus trinos, carecieron de cualquier asomo de diplomacia o respeto por la democracia del país vecino. Al respecto Petro dijo en su cuenta de X “Ha ganado la extrema derecha en Argentina; es la decisión de su sociedad. Triste para América Latina y ya veremos... el neoliberalismo ya no tiene propuesta para la sociedad, no puede responder a los problemas actuales de la humanidad”. 

Estos comportamientos, inéditos en la historia diplomática colombiana con la excepción de las críticas de los expresidentes Duque y Uribe a los gobiernos de Venezuela y Ecuador, en su momento, marcan el acento y el tipo de diplomacia del gobierno de izquierda colombiano.

Los anteriores no son los únicos incidentes internacionales donde la falta de tacto del presidente ha sido evidente. Al pronunciarse sobre la derrota en las urnas de la nueva Constitución en Chile el año pasado, Petro exclamó: “Revivió Pinochet”, incluso antes de que el presidente chileno Gabriel Boric reaccionara a la derrota. En aquel momento, Petro apenas comenzaba su mandato y con esa declaración estableció el tono de una diplomacia que suele girar en torno a su figura: se percibe a sí mismo como un líder internacional de envergadura, en un país que parece quedársele pequeño. Aunque muchas de sus propuestas políticas se conectan con los grandes debates globales actuales, la falta de claridad, prudencia, rigor y ejecución en su enfoque lo posicionan junto a aquellos líderes que no ofrecen confianza ni cohesión en tiempos de incertidumbre.

“El estilo confrontacional del presidente Petro ha sido una constante en su gobierno, afectando notablemente la relación con el sector empresarial”.

El estilo confrontacional del presidente Petro ha sido una constante en su gobierno, afectando notablemente la relación con el sector empresarial. Sus declaraciones, a menudo impulsivas y emitidas sin reflexión previa, han generado tensiones y disminuido la confianza mutua, esencial para la cohesión y construcción de un país alineado con el cambio prometido en su campaña. Este enfoque se ha reflejado también en una actitud similar por parte de algunos de sus ministros, especialmente en los de Trabajo y Salud, contribuyendo a un clima de polarización en el país.

Este ánimo de polarización aumenta cada vez que el gobierno de Gustavo Petro retoma una práctica que ya utilizaba como alcalde de Bogotá: convocar a marchas y movilizaciones sociales para mostrar el respaldo del 'pueblo' a sus propuestas. Este enfoque, en lugar de consolidar argumentos políticos sólidos, alimenta egos personales, distrae y genera desgaste en el tejido social del país. 

En cuanto a los nombramientos de funcionarios públicos, hay claros ejemplos de incumplimiento de las promesas de cambio, con designaciones que parecen más un pago de favores políticos que decisiones basadas en experiencia o en competencias técnicas o profesionales. Recordemos la reciente declaración del ministro de Salud, Guillermo Jaramillo, reclamándole al Partido Verde que vote a  favor del Gobierno porque para eso les han dado cuotas o la renuncia de Gilberto Rendón al Fondo Nacional del Ahorros (FNA) ante la confesión de entregar puestos al Partido Liberal en el FNA por favorecer al Gobierno Petro. Esta forma de gobernar, inevitablemente, pasará factura. Y claramente no refleja ningún cambio.

“Varias entidades gubernamentales, lideradas por individuos nombrados más por favores políticos que por méritos profesionales, enfrentan hoy serias acusaciones de acoso, maltrato y un ambiente laboral tóxico”.

Hay que destacar también un aspecto profundamente preocupante en la administración de Petro. Varias entidades gubernamentales, lideradas por individuos nombrados más por favores políticos que por méritos profesionales, enfrentan hoy serias acusaciones de acoso, maltrato y un ambiente laboral tóxico. Entre estas entidades se encuentran el Centro de Memoria Histórica, la Embajada de México, Artesanías de Colombia, Colpensiones, el Ministerio de Salud, la Cancillería, el consulado en Chile y Migración Colombia, entre otros. 

Esta tendencia no solo cuestiona la eficacia y ética de la gestión de personal en el Gobierno, sino que también mancha la reputación de estas instituciones. La selección de liderazgo basada en lealtades políticas, en detrimento de la competencia y la integridad profesional, parece haber abierto la puerta a un ambiente de trabajo tóxico y disfuncional. Esta situación es lamentable y contradice abiertamente las promesas de cambio y mejoramiento que el presidente Petro había propuesto como pilares de su gobierno. 

“El Gobierno de Gustavo Petro, marcado por contradicciones y desafíos, se destaca como el personaje central de Colombia en 2023”.

En conclusión, el Gobierno de Gustavo Petro, marcado por contradicciones y desafíos, se destaca como el personaje central de Colombia en 2023. Gobierna con las mismas prácticas que criticaba cuando era oposición. Sus acciones lo hacen enfrentar un nivel histórico de desaprobación del 66  por ciento en cabeza del presidente (2). Los resultados desalentadores en la mayoría de las dimensiones de su gobierno demuestran una realidad ineludible: lo que se presentó como una oportunidad histórica para la izquierda colombiana, ahora se percibe como un potencial desperdiciado, un reflejo de las promesas incumplidas y de esperanzas defraudadas. Como Alejandro Gaviria lo expresó en su libro Explosión controlada, los políticos exitosos finalmente encuentran su castigo, les toca gobernar. Y para el gobierno de izquierda de Gustavo Petro, este castigo se manifiesta en la dificultad de satisfacer las altas expectativas que lo llevaron al poder.

(1)    Colombia’s leader promised ‘total peace’. Then violence surged. Financial Times.   https://on.ft.com/47qbqUk
(2)    Petro cerrará el año con desaprobación histórica del 66 por ciento, según encuesta Invamer.
https://cambiocolombia.com/pais/petro-cerrara-el-ano-con-desaprobacion-historica-del-66-por-ciento-segun-encuesta-invamer 

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