Weildler Guerra
23 Noviembre 2023

Weildler Guerra

Elogio de la hospitalidad

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Colombia fue el país invitado de honor a la 19 Feria Internacional del Libro de Venezuela, que culminó el pasado 19 de noviembre en Caracas. El evento contó con la participación de más de 30 escritores, académicos y artistas de nuestro país. Se presentaron también unos 1500 ejemplares de títulos colombianos. Esta participación fue considerada como un hito del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Fue un reencuentro emotivo y fructífero con el lema “elogio de la hospitalidad”. El ministro de Cultura de Colombia, Juan David Correa, y su homólogo de Venezuela, Ernesto Villegas, dialogaron sobre la construcción de un nuevo relato de nación. Ello obliga a repensar políticas culturales a partir de regiones compartidas como son el Caribe, los Andes, la Orinoquia y la Amazonia. Una agenda bilateral debe tener presente que diversos pueblos indígenas, como los yukpas y los wayuu entre otros, han habitado históricamente en ambos lados de esa extensa y fluida franja fronteriza. 

Un antecedente memorable lo constituye el acuerdo firmado en mayo de 1811 entre las Juntas de Gobierno de Caracas y Cundinamarca, representada la primera por el canónigo chileno José Cortez de Madariaga y la segunda por Jorge Tadeo Lozano. Ese documento es el primer tratado internacional entre Colombia y Venezuela. Sus gobiernos pretendían entonces mantener una unión federada en la que habría cabida para otras jóvenes naciones hispanoamericanas y buscaban mantener una duradera alianza para la paz y para la guerra, pues comprendieron que la libertad de una de ellas estaba ligada a la libertad de la otra.

Las dos naciones tienen una trayectoria histórica compartida y un legado cultural común. Un ejemplo de ello es la iniciativa venezolana, apoyada por Colombia, de vincularse ante la Unesco al reconocimiento y protección patrimonial del sistema normativo wayuu que opera cotidianamente en las dos repúblicas. Las posibilidades en esta materia son extensas. Una tarea por concretar es la relacionada con la promoción y valoración de las lenguas nativas. La legislación de ambos países permite que en aquellos territorios en donde existan comunidades y pueblos que hablen la misma lengua nativa de los dos lados de la frontera, “se diseñen planes conjuntos de protección y fortalecimiento de las lenguas compartidas”-.

Volver a Venezuela es recordar a Francisco Antonio Zea en 1819 invitando a sus coterráneos neogranadinos a formar parte de un nuevo proyecto llamado Colombia. Un país que emergía como una pompa de jabón en el concierto de las naciones del mundo. Retornar es reencontrarse con los añorados libros de la Colección Ayacucho, evocar el inigualable pan de Mérida y recuperar el aroma del ron que venía en las bodegas de antiguas goletas y balandras. Es preguntarnos si seguimos siendo neogranadinos. Si en verdad hemos sido leales a la idea original de Colombia tal y como la soñaron Miranda y Bolívar, por cierto, dos ofíciales venezolanos. 

Venezuela sigue siendo para quienes nacimos en la frontera una persistente nostalgia. Nada como un poema iluminador de Juan Manuel Roca para expresar ese sentimiento: “En la aduana me preguntan/ de qué país soy ciudadano. /Si un potro recorre la llanura / (Si el viejo Simón Díaz trae un sombrero de oro/ un color de araguaney), /mi agua bautismal es Venezuela/”
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