Valeria Santos
14 Enero 2023

Valeria Santos

Exhalar confianza

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La inteligencia y la contrainteligencia han sido el vehículo mediante el cual se han podido pavimentar la mayoría de los procesos de paz en Colombia. La información sobre el contrincante es tal vez el activo más importante que tiene un gobierno en la mesa de negociación. Y aunque en muchas ocasiones, más de las que podría tolerar un país realmente democrático, se ha instrumentalizado la inteligencia para inventar enemigos y vulnerar derechos fundamentales, esta actividad es imprescindible para que en Colombia algún día pueda haber paz.

Muchos estamos preocupados, y a la vez precavidamente ilusionados, con el reto que enfrenta el Gobierno del presidente Gustavo Petro en esta nueva oportunidad de construcción de paz. El mayor desafío está en mantener varias mesas de negociación paralelas con grupos armados organizados y criminales, en un posible contexto de cese al fuego bilateral, mientras se garantiza la seguridad y la estabilidad en los territorios sin cederles un milímetro más de soberanía. Por lo anterior, no son menores las inquietudes que tienen muchos sobre el rol que desempeñará la actual Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), y su articulación con la fuerza pública.

La DNI es la entidad encargada de realizar inteligencia y contrainteligencia para la toma de decisiones del Gobierno nacional y es, junto a la Unidad de Información y Análisis Financiero (UIAF), la única entidad con funciones de esta naturaleza controlada por civiles, que además responden directamente al presidente de la república.

El presidente Gustavo Petro nombró el 18 de agosto de 2022 como director de esta importante entidad a Manuel Alberto Casanova Guzmán, quien habría sido el jefe de seguridad del M-19 antes de la desmovilización de este grupo guerrillero. Es filósofo de la Universidad de los Andes y lo cierto es que después de su reinserción a la vida civil no ha ejercido ningún cargo relacionado con el ámbito de la seguridad. Muchos de sus excompañeros del M-19 dicen no haberlo conocido por lo compartimentado que era el grupo guerrillero y los pocos que han dado referencias de él a la prensa lo describen como una persona analítica, ordenada y prudente.

Lo cierto es que Casanova, junto con Augusto Rodríguez, director de la Unidad Nacional de Protección, y Carlos García, director de Migración Colombia, además de ser exmilitantes del M-19 hacen parte del “primer anillo” de confianza del presidente Petro. Casanova a su vez estaría nombrando exmilitantes de esta organización en puestos claves del DNI, como Jorge Arturo Lemus, actual director de Gestión Institucional.

Lo anterior es normal en cualquier gobierno. Todos los presidentes han tenido a personas cercanas presidiendo la DNI. Sin embargo, fuentes me aseguran que la construcción de confianza entre la actual DNI y las otras agencias de inteligencia de la fuerza pública ha sido lenta y que si el presidente quiere meterles el acelerador a las negociaciones de paz debe comenzar por afianzar esta relación. De nada sirve que el presidente se rodee de sus personas de confianza, si estas generan desconfianza a su alrededor.

El presidente Petro ha dejado clara su intención de que sea la DNI la que lidere la inteligencia nacional. Hay que aclarar que históricamente han sido más las agencias de la fuerza pública las que han asumido este liderazgo. Lo anterior no es menor y requiere de mucho tacto y filigrana, sobre todo porque las que tienen la información en el territorio y sobre el enemigo son primordialmente las agencias del Ejercito y de la Policía. Tampoco se puede desconocer que, desafortunadamente, aún existe en Colombia y dentro de la fuerza pública una resistencia en contra de los desmovilizados. Ignorar y subestimar esta verdad sería bastante torpe. Trabajar para consolidar confianza sería lo acertado.

Un exguerrillero liderando la Junta Nacional de Inteligencia es histórico. Y personalmente creo que es una muestra de que estamos avanzando hacia la reconciliación. Pero sería un error ignorar que muchos ciudadanos, militares y policías que llevan años trabajando en inteligencia lo pueden sentir como una provocación, aunque sea más por prejuicios y desconocimiento que por razones legítimas.

Así que, por el bien de Colombia, de la paz y de nuestro porvenir es importante que se defina cuál será el Plan Nacional de Inteligencia en un país que está al mismo tiempo en conflicto y en posconflicto, quién lo liderará, quién presidirá la Junta Nacional de Inteligencia y cuál será el rol de la DNI, entendiendo que su misión históricamente ha sido más estratégica que operacional. También es importante que el Gobierno entienda que a pesar de que la mayoría del país votó para que un exguerrillero sea hoy nuestro presidente, hay otra Colombia que lo observa aún con recelo y temor.

Lo que sí cierto es que no puede haber más espacio para ideologías, prejuicios o improvisaciones. Podríamos, si trabajan conjuntamente y de manera técnica con los mejores y los más expertos, tener por fin una inteligencia nacional dedicada a caracterizar y obtener información sobre quiénes realmente son una amenaza para la seguridad nacional. Y dejar atrás para siempre los días en que la inteligencia era usada para convertir a ciudadanos que ejercían sus derechos en enemigos.

Lo importante es que hay una oportunidad para el país si todas las agencias de inteligencia nacional, a pesar de sus diferencias, logran trabajar armónicamente en aras de brindarles seguridad a todos los colombianos. También es una de las necesidades más apremiantes que tiene la Paz Total. Sin la información adecuada y la caracterización sobre el estado actual del enemigo no prosperará nunca una negociación de paz. Por esto el país necesita que el mantra de nuestro presidente todas las mañanas, y el de su equipo, sea el de exhalar confianza.

Más vale que el presidente Petro entienda que la Paz Total depende de la inteligencia y la contrainteligencia. Esperemos que, contrario a lo que ha ocurrido en otras carteras, no se estén sacando a trabajadores ya formados y capacitados de las agencias de inteligencia para priorizar personas cercanas, pero sin ninguna experiencia. Hay que construir y consolidar relaciones de confianza. Despedir a los que piensan distinto solo generará más incertidumbre.

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