La intervención de socios y fundadores empresariales sin respetar la jerarquía organizacional genera caos, desorganización e improductividad. Subestimar el valor de la estructura y el liderazgo establecido es una razón usual por la cual las compañías no avanzan.
En el dinámico mundo empresarial de hoy, la estructura y la jerarquía organizacional no son meros elementos decorativos, sino fundamentos críticos que aseguran el correcto funcionamiento y la armonía dentro de las empresas. Un desafío particularmente complejo surge cuando los fundadores o socios de una empresa, quienes ya no ocupan roles directivos activos, asumen que su posición les otorga el derecho de impartir órdenes directamente a los empleados, obviando los canales regulares de mando. Este comportamiento, lejos de ser un atajo eficaz, suele ser un camino seguro hacia la confusión y el desorden, debilitando implícitamente la autoridad de la gerencia.
Consideremos, por ejemplo, el caso de un socio fundador que, al visitar las oficinas, decide ordenar a los equipos de desarrollo cambiar el enfoque de un proyecto clave, sin consultar al gerente general. El resultado inmediato es la confusión, ya que el equipo intenta cumplir con esta nueva dirección, mientras se aleja de los objetivos previamente establecidos por la gerencia. El desorden y la duplicidad de esfuerzos se vuelven inevitables, y la moral del equipo puede sufrir gravemente al sentirse atrapado entre dos frentes.
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“Si el fundador o socio tiene una sugerencia o instrucción, lo apropiado es que esta se canalice a través del gerente general”.
La solución a este dilema radica en el respeto por los canales establecidos de comunicación y mando. Si el fundador o socio tiene una sugerencia o instrucción, lo apropiado es que esta se canalice a través del gerente general. Este enfoque permite a la dirección de la empresa evaluar la propuesta en el contexto de los objetivos y estrategias globales de la organización, y determinar la mejor manera de integrarla, si es que procede. Este proceso no solo protege la estructura y la cohesión organizacional, sino que también respeta la pericia y la visión del gerente general.
La importancia de una discusión franca y honesta entre gerentes, directores, fundadores y socios no puede ser subestimada. Es vital establecer claramente los roles y responsabilidades de cada uno, reconociendo que la eficacia de la organización depende de su habilidad para funcionar como un ente cohesionado, con un liderazgo claro y unificado. El gerente general, en este sentido, debe ser visto como el capitán del barco, el cual guía la nave no solo a través de sus decisiones sino también a través de su capacidad para integrar y valorar las contribuciones de todos los miembros de la organización.
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“La importancia de una discusión franca y honesta entre gerentes, directores, fundadores y socios no puede ser subestimada”.
Para aquellos fundadores y socios que, movidos por la pasión o el desconocimiento, puedan estar tentados a intervenir directamente en la operación diaria de sus empresas, les tengo la siguiente reflexión: La verdadera fuerza de un líder no reside en cuántas órdenes puede dar, sino en cuánto puede empoderar a aquellos que dirigen la organización día a día. El legado más duradero que pueden dejar es una estructura que prospere por su orden, no que se debilite por la interferencia de los socios o los fundadores.
Esta visión, lejos de limitar la influencia de fundadores y socios, busca canalizar su invaluable experiencia y visión hacia el fortalecimiento de la gestión empresarial, asegurando que la empresa no solo sobreviva, sino que florezca en el complejo entorno de negocios actual.
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