Luis Alberto Arango
11 Noviembre 2023

Luis Alberto Arango

La estrategia del pesimista

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El pesimista siempre queda bien. Si algo no sale bien, ya lo había advertido. Y si funciona es gracias a que lo advirtió. Una dosis de pesimismo nunca sobra, pero en exceso no hace falta.


Como en uno de los haikus más celebrados del prolífico escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, algunos dirán que «un pesimista es tan solo un optimista bien informado». Sin embargo, hay pesimistas que ni están bien informados ni tienen algo que aportar a una reunión. Son un lastre y de los más pesados.

En el sector empresarial y en general en cualquier campo del conocimiento, las reuniones de planeación, de análisis o de prospección de ideas y negocios son habituales. En ellas, no es extraño encontrarse con el pesimista. El que todo lo cuestiona con desconfianza. El que advierte que algo podría salir mal, justificando su posición con teorías descabelladas, pretextos llamativos o incluso con argumentos razonados y bien ilustrados. 

El pesimista contrasta contra el optimismo natural que tiene muchos seres humanos por encontrar lo positivo en todas las acciones que emprende. Muchas veces el pesimista choca debido a su posición antagónica cuando el resto quiere llevar a cabo un proyecto. Usualmente el pesimista expone su punto de vista como una demoledora sentencia que augura un fracaso seguro. 

Al pesimista lo culpan por problemático, difícil y espinoso porque siempre le encuentra un problema a una solución. Están los pesimistas dogmáticos que por naturaleza sienten que así aportan al progreso de una reunión. A otros los acompaña ese estado de ánimo pesimista y se quejan de todo lo que está a su alrededor: buscan la más mínima falla para amplificarla, de tal suerte que sea la excusa perfecta para condenar al fracaso cualquier nueva idea, iniciativa o proyecto.

El pesimista nunca pierde. Si un proyecto fracasa el pesimista advertirá que él lo había señalado con anterioridad. Y si el proyecto es exitoso, el pesimista celebrará el triunfo diciendo que gracias a sus advertencias se tomaron los correctivos necesarios y por eso el proyecto no fracasó.

“El pesimista contrasta contra el optimismo natural que tiene el ser humano por encontrar lo positivo en todas las acciones que emprende”.

 

El mundo empresarial se nutre e impulsa por los optimistas, pero definitivamente está bien resguardado por los pesimistas. No conozco la receta perfecta para una reunión, pero no sobra tener en ella a un pesimista bien ilustrado que pueda anticipar cuál será el eslabón más débil para prevenir que se rompa la cadena. 

Fuertes aplausos a una idea o proyecto es el camino seguro al fracaso. Toda aventura empresarial por pequeña e insignificante que sea tiene riesgos y si no se anticipan, su ruta estará colmada de dificultades que distraen y desgastan la atención debido a la improvisación requerida para superarlos. 

No significa que el pesimista sea necesario para prevenir los potenciales peligros de un proyecto. Un buen gerente, emprendedor o líder debe ser capaz de señalar las dificultades en el camino. Sin embargo, nadie es infalible. Y es ahí cuando el pesimista de la reunión puede ser el polo a tierra de cualquier emprendimiento o proyecto. 

No hay que amargarse con las advertencias del pesimista. Al contrario, creo que hay que recibir sus temores y avisos pesimistas con humildad y decisivo ánimo de análisis. Así se pueden prevenir errores o dificultades en el futuro. Eso sí, nunca rendirse, salvo que sean tan evidentes los peligros que enfrenta un nuevo proyecto que lo mejor es cancelarlo. El pesimismo no puede apoderarse de una reunión, pero una moderada dosis de pesimismo que enfríe los ánimos nunca sobra. 

“Y es ahí cuando el pesimista de la reunión puede ser el polo a tierra de cualquier emprendimiento o proyecto”.

La estrategia de la empresa multinacional Protect & Gamble para desarrollar nuevos negocios está magistralmente escrita en el libro Playing to Win, en español Jugar para ganar. Este escrito es tal vez uno de los mejores libros que se hayan escrito sobre estrategia empresarial. El aparte que habla sobre la validación de la estrategia de un negocio, pone de presente el enorme valor que le dan a la búsqueda de la más insignificante inquietud o crítica por parte del equipo involucrado en el desarrollo de un proyecto, pues por pequeño que parezca el señalamiento, de no ser resuelto podría condenarlo al fracaso.

No hay que hacerle una estatua al pesimista de la reunión, pero si respetar su punto de vista y sacar el máximo provecho de sus inquietudes o sugerencias, sin subvalorar sus aportes por insignificantes que parezcan. No vaya y sea que tenga razón y si la tiene mucho mejor. No importa si el pesimista previno el fracaso de un proyecto o aportó a su éxito, siempre tendrá la razón.

“El pesimismo no puede apoderarse de una reunión, pero una moderada dosis de pesimismo que enfríe los ánimos nunca sobra”.

Y para el resto de la vida, la que no se desarrolla alrededor de proyectos, emprendimientos o negocios, el poema «Chau Pesimismo», también de Mario Benedetti, es el que nos debe inspirar, acompañar y animar para el pesimismo desterrar. 
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