Gabriel Silva Luján
21 Enero 2024

Gabriel Silva Luján

Petro y los ultra-ricos: ¿Matrimonio de conveniencia?

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Desde el inicio del gobierno la relación entre el presidente Petro y los empresarios ha sido tormentosa. Ha señalado a los gremios y a los grupos económicos de enemigos de las reformas, de responsables de todos los males de Colombia, de traidores del cambio. Acusó al “establecimiento” y a sus medios de comunicación de estar conspirando para impedir que el mandato popular se convierta en realidad. Hace solo unas semanas falto poco para que el presidente Petro, desde el balcón de la Casa de Nariño, mandara al pueblo enardecido a linchar a los ricos obstruccionistas, reaccionarios y retardatarios.

Esa animadversión hacia el sector privado no solo se ha quedado en la retórica. El gobierno Petro, en materia de las decisiones administrativas y de política pública, ha optado por un camino poco usual en Colombia. Se ha dedicado a intervenir precios, torcer licitaciones, debilitar la confianza jurídica y trasladarle al Estado todo lo que pueda. Y de pronto, súbitamente, por arte de magia, parecería que Petro quiere ser el mejor amigo de la oligarquía.

Desde finales del año anterior y con mucha más fuerza en el 2024 se ha observado un giro notable en la actitud del gobierno de Gustavo Petro hacia quienes denominó en el pasado “el gran capital”. A pesar de que el ala dura del Pacto Histórico mantiene su usual pugnacidad y la beligerancia contra el empresariado, difícil no reconocer que desde la Casa de Nariño hay señales de diálogo y de mayor colaboración. ¿Qué hay detrás de este acercamiento? ¿Qué tipo de diálogo es el que se propone? ¿Es un acto de contrición o una táctica de conveniencia?

Aquello que salta a la vista es que lo que está ocurriendo realmente no es un diálogo con el conjunto del “sector privado”. Es una conversación a puerta cerrada con los “cacaos”, es decir con quienes Petro considera el eje catalizador del poder político, social y económico. Los gremios tradicionales han sido dejados de lado. Las organizaciones amplias, que institucionalmente representan a miles de empresarios, y que tienen estructuras participativas de toma de decisiones, no son tenidas en cuenta, no tienen cabida en la mesa.

La conclusión que se deriva de esa preferencia, sumado a su indiferencia con los empresarios de a pie, con el multitudinario sector privado de millones de pequeños, medianos y grandes empresarios, es que la motivación no es un construir nuevo enfoque en su relación con el empresariado colombiano. Más bien lo que se pretende es la cooptación política de un solo segmento de ellos, el de los más ricos y famosos.

El presidente considera que estos grupos, con sus medios de comunicación y con sus parlamentarios amigos, tienen la clave para hacer viable su agenda de cambio. Por eso quiere construir un quid-pro-quo en el que nos “hacemos pasito”. El anuncio de que se va a expedir un decreto intuito-personae para ayudar a que el GEA y Gillinsky aterricen sus acuerdos es un fuerte indicio de cómo van a funcionar las cosas. Y el ejemplo cunde. El fallido candidato a la Alcaldía, Gustavo Bolívar, ahora anda promoviendo un acuerdo que descaradamente llama “nacional” entre el gobierno y algunos gremios y dirigentes privados para presionar al Banco de la República para que baje las tasas de interés.

Toda esta nueva actitud de tranzar directamente con los ultra-ricos se viene disfrazando de avances para un “Acuerdo Nacional”. No deja de sorprender que a ese acuerdo nacional no hayan sido convocados muchos otros sectores y que les parezca suficiente con que acudan las cabezas de los conglomerados.

La relación de los dictadores y populistas con el sector privado siempre ha estado caracterizada por una mezcla de amor y odio. Al igual que con los otros segmentos sociales, los gobiernos autoritarios quieren que la actividad empresarial dependa de los designios del líder. De hecho, el colectivismo -sea este de derecha o de izquierda- comparten el mismo desprecio profundo por la libertad económica. Prefieren que la viabilidad y prosperidad del sector privado dependa más de los designios gubernamentales y mucho menos de su habilidad, productividad y eficacia. Esperemos que esta “nueva era” del diálogo entre Petro y las cabezas de los grupos económicos no termine en una versión criolla del corporativismo que tanto daño les ha hecho a otras naciones, al desarrollo económico y a la igualdad.

Twitter: @gabrielsilvaluj
 

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