Juan Fernando Cristo
20 Febrero 2024

Juan Fernando Cristo

Todo o nada

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El debate público en el país se parece cada vez más a un casino. Los jugadores profesionales al final de su jornada terminan apostando los restos a una última mano de cartas o a un número en la ruleta, con el sueño de quedarse con todo y sin importarles mucho el alto riesgo de salir sin nada. Así parecen hoy la mayoría de protagonistas de la política nacional que militan en la extrema derecha o la izquierda radical. Es comprensible ese discurso virulento por parte de dirigentes que buscan posicionarse hacia el futuro entre sus simpatizantes, pero el gobierno no puede caer en la tentación del “todo o nada” con sus reformas. Debería reflexionar sobre las ventajas de obtener buenos resultados en su apuesta reformista, así no pueda lograr todo lo que se propone. Y este semestre es el clave para definir el legado de Petro.

Hay que desatar ese circulo vicioso en el que las opiniones se reducen a los dos extremos, sin que existan fórmulas intermedias. Como si ser moderado fuera un pecado y generara en muchos el temor de ser calificados de “tibios” por las barras bravas de uno y otro bando. Ejemplos sobran de esta peligrosa dicotomía del “todo o nada” que enfrentamos hoy. Para unos, todo lo malo que sucede en el país comenzó el 7 de agosto de 2022. Según ellos, Colombia antes de Petro era un paraíso terrenal. Como si al posesionarse el nuevo presidente no tuviéramos un panorama negro de deterioro de la seguridad, crecimiento de la corrupción y el drama de desigualdad social. Al otro lado de este cuadrilátero, están aquellos convencidos que el país que encontró su líder era un desastre total y que antes de él nada bueno existía. Por tanto, consideran ellos, se debe comenzar de ceros la construcción de Colombia,200 años después de su independencia.

Esa actitud se repite en todos los temas de discusión en la actualidad. Unos señalan que la Ley 100 ha sido fatal para la salud de los colombianos y se debe hacer borrón y cuenta nueva, con el fin de construir un nuevo sistema de salud en el que se privilegie lo público sobre lo privado, mientras que los otros advierten que Petro con su reforma acabará un sistema que es “de los mejores del mundo”. Para unos, la Corte Suprema de Justicia es aliada de Barbosa y Mancera y esa es la razón para que no se elija rápidamente la nueva fiscal, por lo que se debe convocar a la ciudadanía a las calles a exigir que cumplan con su deber, mientras los otros señalan que el solo hecho de pedir la pronta elección de una nueva fiscal afecta la independencia de poderes y la Corte no debería elegir de esa terna enviada por el jefe de Estado, ya que su campaña, su hijo y su hermano son investigados por la Fiscalía.

Los unos ya están cansones con el cuento de que la ultraderecha quiere tumbar a Petro y los otros mantienen su versión, en la que insisten contra toda evidencia, que Petro, al igual que Uribe, se saltará la Constitución para quedarse en el poder. Unos y otros viajan a Washington a visitar a la OEA y la CIDH a exponer su visión, radicalmente opuesta, sobre la realidad del país. Ese mundo en blanco y negro que nos quieren imponer es el que menos conviene a la inmensa mayoría de colombianos que, más allá de las pasiones políticas, esperan que mejoren sus condiciones de vida y se avance en las reformas necesarias para alcanzar mayor equidad social. Se podría afirmar que esta situación se vive actualmente en la mayoría de democracias en el mundo y es cierto. Basta ver hacia Estados Unidos o España para constatar que la crispación, radicalización o polarización, es igual de exasperante. El problema es que acá nos hace mucho más daño.

Lo único cierto es que no logramos superar las divisiones, que por el contrario se profundizan. Desde hace tiempo demostramos una creciente incapacidad como sociedad para encontrar consensos sobre cualquier tema. Años en los que las descalificaciones personales y los insultos desplazaron la confrontación civilizada de ideas y propuestas. No se ve ninguna posibilidad de diálogo sincero y real sobre el destino al cual queremos conducir a Colombia. Visiones totalmente antagónicas sin que se imponga la moderación necesaria para resolver los anhelos de la gente de vivir mejor. Hoy tenemos superávit de insultos y déficit de soluciones reales al ciudadano.

P.D: Ayer murió un muy buen amigo. Gran periodista, magnífico funcionario y sobre todo un extraordinario ser humano. Si me pidieran definir a Rodrigo Pardo en una sola palabra seria MODERACIÓN. Ojalá entre tantos elogios merecidos de su vida, le hiciéramos el homenaje de introducir algo de moderación en el debate político en Colombia. ¡Qué tal que funcione y nos quede gustando!

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