Juan Fernando Cristo
8 Agosto 2023

Juan Fernando Cristo

Un año movido

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

En la campaña presidencial de 2022 el presidente Petro se conectó emocionalmente con las mayorías ciudadanas. Su voz radical de oposición contra el gobierno de Iván Duque y el estallido social de 2019 y 2021 catapultaron la aspiración del candidato del Pacto Histórico, que se adueñó del discurso de cambio. La candidatura de la Coalición de la Esperanza, liderada por Sergio Fajardo, terminó identificada en forma injusta como parte del continuismo, por su moderación y equilibrio. Mientras Fajardo era señalado de “aburrido”, Petro generaba entusiasmo y pasión. Esa fue la clave del triunfo del primer presidente de la izquierda democrática en Colombia. Transcurrido un año de su mandato, el cambio con emoción es evidente. Han sido 365 días de una montaña rusa permanente, en la que comparten el mismo vagón la audacia con la improvisación, la genialidad con la torpeza. Se puede afirmar cualquier cosa sobre el primer año del mandato petrista, pero nadie puede señalarlo de aburrido.

Con el nuevo Gobierno accedieron al poder las ideas de izquierda y un dirigente exguerrillero que luchó contra la exclusión política que representó el Frente Nacional. Hoy vemos en las oficinas del Estado a líderes sociales, académicos, campesinos, indígenas y afros, que por décadas lucharon en las calles. Petro significa un enorme avance en diversidad, apertura democrática y alternancia de poder. Hoy las principales centrales obreras y Fecode defienden al Gobierno, mientras el diario El Tiempo ejerce la crítica y la oposición. ¡Ese sí es un símbolo de cambio!

También es positivo el liderazgo internacional de Petro, su lucha genuina contra el cambio climático, el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, el nuevo enfoque con Estados Unidos, la alianza con Brasil para defender la Amazonia, la prioridad de la reforma agraria, la estabilidad macroeconómica, la disminución del desempleo, el respeto a la institucionalidad y a la propiedad privada y la búsqueda de la paz total, con equivocaciones incluidas. Hoy se ve lejano y desgastado el discurso absurdo de campaña, según el cual nos convertiríamos en otra Venezuela, Petro se atornillaría al poder más allá de 2026, impulsaría una constituyente, expropiaría a los ricos, etc. Es igualmente buena noticia el funcionamiento del sistema de pesos y contrapesos, empezando por la independencia del Banco de la República, la Corte Constitucional y el propio Congreso.

Además, en estos meses se han dado debates democráticos que hace unos años eran impensables. Las duras discusiones sobre las reformas a la salud, pensional o la laboral, son convenientes y oportunas para comprender que son reformas necesarias, pero que hay que hacerlas bien, sin poner en riesgo los avances de las últimas décadas, especialmente en la atención en salud. El nivel de la discusión pública, la movilización ciudadana y la confrontación de ideas diversas en el Congreso demuestran que la democracia colombiana es más abierta y deliberante. Ahora el reto es la búsqueda de consensos más amplios ante la pérdida de gobernabilidad.

De otra parte, deste ha sido el año e la improvisación, el desorden y la inestabilidad en ministerios y entidades, que hacen imposible avanzar en la ejecución eficiente de las políticas públicas. Al Gobierno le sobran ideas y le faltan acciones concretas. Hay un evidente desinterés en la implementación del acuerdo de paz con las Farc y no se entiende aún que el éxito de la paz total depende de la recuperación de territorios, que de nuevo se encuentran bajo el asedio de los distintos grupos violentos. Falta libreto y estrategia y sobra voluntad e ingenuidad para avanzar en acuerdos con las organizaciones armadas ilegales. Mientras tanto, es inocultable el deterioro de la seguridad en las grandes capitales y el incremento de la violencia en los territorios. Y, finalmente, como si faltaran emociones, aparece el escándalo de Nicolás, Day y la financiación de la campaña, que reducirá el margen de maniobra del Gobierno para impulsar las reformas que se ha propuesto. Ahora es importante que las investigaciones se adelanten con celeridad, se respete la institucionalidad, se garanticen el derecho a la defensa y el debido proceso de quienes resulten involucrados y se sancione ejemplarmente a los responsables.

Se cumple entonces el primer año del gobierno de Petro en medio de la esperanza de sus seguidores y la furia de sus opositores. Sin las pasiones personales y partidistas, inevitables en algunos círculos, es fácil concluir que el presidente no resultó ser el diablo que sus contradictores pregonaban en campaña, ni el Mesías que nos anunciaban sus adoradores. Nos esperan tres años igual de movidos, pero Colombia no se acabará en lo que resta de su mandato, ni tampoco se convertirá en el país de las maravillas que nos prometían en campaña.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas