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Apoyo popular y democracia: ¿crisis o transformación política?
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El profesor Miguel García Sánchez analiza la caída en el respaldo público al sistema democrático que se ha visto en los últimos tiempos y se pregunta si estamos ante un inminente colapso de este régimen.
En los últimos años ha ganado fuerza la idea de que la democracia global atraviesa un momento de crisis. Quienes sostienen esta idea suelen basarse en evidencia anecdótica pero impactante. Algunos citan el avance de líderes y partidos políticos que critican abiertamente pilares de la democracia liberal, como el respeto a los derechos humanos. Algunos destacan la consolidación de gobiernos autoritarios en países de la región, como Venezuela, Nicaragua o El Salvador, mientras que otros señalan indicadores de opinión pública que sugieren un retroceso en el apoyo popular a este régimen político.
La naturaleza de los indicios que se usan para postular una crisis democrática sugiere que esta tendría diversas manifestaciones. Por tanto, hablar de una crisis generalizada de la democracia es una tarea compleja que supone demostrar, al menos, que los pilares institucionales de las democracias se han debilitado, que los políticos y los partidos se han distanciado de los principios democráticos, y que el público ha retirado masivamente su apoyo a este tipo de gobierno. Adicionalmente, no creo que existan diagnósticos generales válidos sobre la democracia; al contrario, estoy seguro de que este es un asunto que se debe explorar caso por caso, por lo que es difícil importar explicaciones de un contexto nacional a otro.
Dada la complejidad del fenómeno, en estas líneas me voy a concentrar en Colombia y en la relación del público con la democracia para identificar los cambios y continuidades de los criterios sobre la misma.
Quienes estudiamos la opinión pública usamos dos indicadores básicos para analizar la relación del público con la democracia. El primero de ellos es la preferencia de los ciudadanos por ella. Para esto preguntamos a las personas su nivel de acuerdo con la siguiente afirmación: “Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno”. Por otro lado, estudiamos el entusiasmo de los ciudadanos con la democracia desde una perspectiva cotidiana, para lo cual indagamos por el nivel de satisfacción con la forma en que esta funciona.
Por lo general, el primer indicador recibe puntajes más altos, ya que evalúa una idea abstracta que suele tener amplio consenso. El segundo, en cambio, identifica una valoración sobre los resultados de la democracia, aspecto en el que suele haber menos satisfacción.
Es decir, estamos ante una típica brecha entre expectativas y realidad, la cual normalmente castiga las valoraciones que hacemos de la realidad por nuestra tendencia natural a formular expectativas extremadamente optimistas.
En Colombia, estas medidas de apoyo popular a la democracia exhiben dos particularidades. Primero, ambos indicadores han caído fuertemente en los últimos años y, segundo, la brecha entre apoyo abstracto a la democracia y satisfacción sobre su funcionamiento se ha ampliado. ¿Significa esto que hay una crisis de apoyo popular hacia la democracia? ¿Estamos ante un posible colapso democrático? Aunque es preocupante que apenas el 51% apoye la democracia y que sólo una tercera parte de los colombianos esté satisfecha con su funcionamiento, cuando dos décadas atrás estos números eran significativamente más altos, es necesario indagar un poco más para entender qué es lo que cambió.
Impacto en la calidad de vida
Hace dos décadas estábamos experimentando un momento de expansión económica en toda la región gracias al boom de los precios de muchas materias primas, lo que redundó en mayor inversión pública y, consecuentemente, en mayor apoyo popular a las democracias de la región. Hoy no solamente enfrentamos un contexto diferente en cuanto a los precios de las materias primas, sino que apenas estamos recuperándonos del golpe económico que derivó de la pandemia. Esto implica que el apoyo a la democracia depende, en parte, de que la ciudadanía sienta que este tipo de gobierno redunda en algún tipo de impacto en su calidad de vida. En contextos como el colombiano, pequeños cambios en las políticas distributivas parecerían generar grandes impactos en las opiniones de las personas sobre la democracia.
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El apoyo a la democracia depende, en parte, de que la ciudadanía sienta que este tipo de gobierno redunda en algún tipo de impacto en su calidad de vida
A lo anterior se suma que, en el año 2000, Colombia era gobernada por Álvaro Uribe, un presidente tremendamente popular que empujó hacia arriba los indicadores de apoyo a la democracia. Algunos podrán argumentar que no fue sólo la popularidad de Uribe lo que potenció la favorabilidad y satisfacción de los ciudadanos con la democracia, sino su gestión. Es posible, pero esa no es toda la historia. Uribe destacó repetidamente la amenaza de los grupos insurgentes, posicionando con éxito la lucha contrainsurgente como una causa patriótica y promoviendo un sentido de unidad nacional mediante la construcción de un enemigo común. Es decir, la articulación de una narrativa de unidad nacional favoreció los indicadores de apoyo a la democracia.
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El caso Uribe da cuenta de una de las paradojas de la opinión popular sobre la democracia y por qué es necesario analizar estos indicadores con cuidado. La paradoja consiste en que gobiernos no muy democráticos en su ejercicio del poder (recuerden las chuzadas, los falsos positivos) pueden ser aquellos que terminen empujando hacia arriba el apoyo a la democracia y la satisfacción de los ciudadanos con la misma. Un buen ejemplo contemporáneo es El Salvador. En ese país, donde el presidente Bukele ha erosionado pilares básicos de la democracia, el Barómetro de las Américas registró en 2023 los niveles más altos de satisfacción democrática: ¡78%!
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Es una paradoja que gobiernos no muy democráticos en su ejercicio del poder pueden ser aquellos que terminen empujando hacia arriba el apoyo a la democracia y la satisfacción de los ciudadanos con la misma
Entonces, la caída en el apoyo popular a la democracia no indica que estemos ante un inminente colapso democrático; refleja más bien que vivimos en un contexto económico menos favorable, que el falso sentido de unidad nacional de hace unas décadas desapareció y que la política es más competitiva y contenciosa. Es previsible que, en un contexto de división política y cambios marcados en la orientación de los gobiernos, un segmento significativo de la población se sienta poco representado y exprese su insatisfacción con el sistema de gobierno. Esta relación de los colombianos con la derrota política es probablemente lo que necesitamos explorar mejor.
*Miguel García Sánchez es profesor asociado del Departamento de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de los Andes y codirector del Observatorio de la Democracia de la misma Universidad.