Juan Fernando Cristo
3 Enero 2023

Juan Fernando Cristo

Cese unilateral, bilateral o multilateral

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Claro que el cese al fuego anunciado por el presidente Petro en los últimos minutos de 2022 tiene vacíos por llenar, preguntas por responder, dudas por absolver. Pero es mejor resolver esas incertidumbres que contemplar, sin intentar nada, la ola de violencia que en forma cruel se ensaña contra las comunidades de Arauca, Catatumbo, Nariño, Cauca o Chocó. Es una apuesta audaz que tiene como propósito aliviar la dramática situación de millones de compatriotas que sobreviven en esas zonas en las que distintos grupos ilegales armados se apoderan de sus territorios para disfrutar de las rentas criminales del narcotráfico y la minería ilegal. Quienes cuestionan estas decisiones frente al conflicto, desde sus cómodas poltronas en casas y oficinas de Bogotá, Cali o Medellín, desconocen esa realidad violenta y actúan muchos con el mismo egoísmo con el que salieron a votar en contra del acuerdo con las Farc en 2016. No les importa, no les preocupa, no les duele el sufrimiento de nuestros compatriotas en Tumaco, Bojayá o El Tarra.

También producen desconcierto las declaraciones de voceros y exfuncionarios del Gobierno anterior que expresan preocupación por los efectos del cese al fuego en el fortalecimiento de los grupos ilegales, especialmente del ELN. Olvidan que en el anterior cuatrienio ese grupo pasó de tener presencia militar en 80 municipios a más de 170. Por eso, más allá de la lógica controversia que genera la iniciativa presidencial, hay que destacar que la decisión expresa un compromiso contundente del Gobierno en defensa de la vida de los colombianos que padecen la violencia de manera directa en los territorios. Una apuesta arriesgada que se sale de los moldes tradicionales de las negociaciones de paz anteriores y suscita dudas que es importante despejar.

En primer lugar, la verificación del cumplimiento del cese es el gran desafío. Allí estuvo la mayor dificultad para pactar treguas en el pasado. En el caso del proceso con las Farc el cese bilateral solo se pactó al final de los diálogos, cuando era ya irreversible la firma de la paz y se acordaron las zonas de ubicación temporal de los distintos frentes de la guerrilla, con lo que se facilitó la verificación. Obvio que las recetas pueden cambiar y en estos temas nadie tiene la verdad revelada. El compromiso de contribuir en la verificación de la ONU, la OEA, la Iglesia católica y la Defensoría del Pueblo es un buen avance, pero no podemos olvidar que el diablo está en los detalles y la discusión de un mecanismo de verificación eficaz en el territorio será muy compleja.

En segundo término, es fundamental precisar que un cese al fuego de esta naturaleza no implica de ninguna manera que el Estado renuncia a perseguir el narcotráfico. No se puede tratar de una patente de corso para que esos grupos sigan delinquiendo sin preocuparse por la acción de las autoridades. Son fundamentales entonces instrucciones claras a las fuerzas militares y de policía para que persistan en la persecución de los jefes de narcotráfico del Clan del Golfo, las disidencias de Farc y el propio ELN. Continuar la destrucción de laboratorios, la interdicción y la lucha contra el lavado de activos es esencial para que nadie interprete que un acuerdo de cese bilateral significa la parálisis del Estado colombiano en la persecución del narcotráfico.

Y finalmente, también debe quedar clara la presencia de nuestra fuerza pública en todo el territorio nacional. Las experiencias anteriores de regiones del país sin soldados y policías son de ingrata recordación y causaron enorme daño. No se pueden repetir. Otros temas, como la respuesta de cada uno de los grupos que pueden ser muy disímiles, el enfrentamiento entre ellos mismos en algunas zonas o determinar si el cese incluye suspender la práctica del secuestro y la extorsión contra la población civil, son asuntos vitales para asegurar el éxito de las decisiones que se adoptarán en las próximas semanas.

En fin, el camino no será de rosas. El ELN afirmó hoy que no existe ningún acuerdo para un cese bilateral. Si en el pasado nos acostumbramos a señalar a Santos como buen y duro jugador de póker, en el caso de Petro las apuestas se doblan. El jefe de Estado se sale de todos los libretos por lo que genera preocupaciones válidas en sectores de la sociedad. Sin embargo, en estos momentos es mejor resolver inquietudes, corregir equivocaciones, ajustar estrategias, que seguir contando muertos y desplazados en zonas de nuestro país que no pueden vivir eternamente condenadas a la guerra. Por los resultados logrados, parece más conveniente un cese que se parezca al de Santos en la recta final de las conversaciones con las Farc, que el de Belisario decretado al comienzo de los diálogos hace 40 años. Petro comenzó por el final. Ojalá funcione.

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