Luis Alberto Arango
8 Diciembre 2023

Luis Alberto Arango

El reto de contar una historia ya contada

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El desafío de narrar una historia de supervivencia extrema ya difundida por los principales medios del mundo resultó en un relato impactante, revelando datos inéditos y misteriosos sobre los sucesos y personajes más importantes de la historia.


Después de la habitual transmisión de 'Los Danieles' un domingo de septiembre, Daniel Coronell se embarcó en un ritual decisivo: diez horas de lectura en voz alta para dar el visto bueno final a su libro Los Niños del Amazonas. La maratón de lectura fue conjunta con María del Rosario Laverde: poeta y escritora, amiga de Daniel, quien con su sentido de la estética literaria señalaba dónde hacer mejoras de fluidez en la narración y examinaba, como testigo de excepción, si había coherencia y continuidad en la historia.

El escrito fue hecho en uno de los momentos más críticos de la vida del autor, como él mismo revela en los agradecimientos. Su relato trasciende el mero accidente aéreo para convertirse en un viaje a través de la espesa selva amazónica, descubriendo la asombrosa supervivencia de cuatro niños indígenas en un entorno tan implacable como mágico y enigmático. 

A las pocas semanas de su publicación, tuve la oportunidad de hablar con Daniel Coronell. Con la imprudencia propia del insolente afirmé que no sabía si lo leería o no, porque era un relato sobre el que se conocía el final y del que el mundo entero ya estaba al tanto. Pensé que era el tipo de historia que no lograría cautivarme. Hoy me avergüenzo de lo dicho. 

“Con una sonrisa socarrona, teñida de humor, acaso como dulce venganza ante mi anterior desplante, me contestó que debía leer el libro para averiguarlo”.

Le pregunté si era verdad que el yagé, esa bebida sagrada indígena, había jugado un papel crucial en la localización de los niños perdidos en la selva. Con una sonrisa socarrona, teñida de humor, acaso como dulce venganza ante mi anterior desplante, me contestó que debía leer el libro para averiguarlo. Aquella conversación se convirtió en el catalizador inesperado que, semanas después, me impulsó a sumergirme en sus páginas. Si no hubiera sido por esa conversación, quizás nunca hubiera explorado el libro. Tras haberlo concluido, no albergo ningún arrepentimiento.

Ahora, con la perspectiva que me da haberlo leído, puedo afirmar sin temor a equivocarme que la cobertura de los medios, tanto nacionales como extranjeros, apenas rozó la superficie de lo sucedido. El accidente aéreo en la selva amazónica de Colombia, que cobró la vida de tres adultos, incluyendo a la madre de cuatro niños que milagrosamente sobrevivieron, ya era de por sí una noticia impactante. Pero el hecho de que estos niños permanecieran perdidos en la selva durante 40 días, antes de ser finalmente rescatados, añade una dimensión casi inverosímil a la historia.

“Mi esperanza comenzó a desvanecerse tras veinte días de infructuosa búsqueda de los niños indígenas de la comunidad huitoto”.

Al igual que muchos colombianos, seguí con atención los sucesos posteriores al trágico accidente aéreo en las selvas del Amazonas del pasado primero de mayo. Mi esperanza comenzó a desvanecerse tras veinte días de infructuosa búsqueda de los hermanos indígenas de la comunidad huitoto: Lesly, de trece años; Soleiny, de nueve; Tien, de cuatro, el único niño del grupo; y la pequeña Cristin, de apenas once meses. 

Me aferré a Wilson, un valiente perro rastreador del ejército colombiano, que se convirtió en símbolo de ilusión después de haber encontrado el biberón de la bebé a poca distancia del sitio del accidente. Junto a otros cuatro perros y sus comandos, este equipo canino se empleó a fondo en la ardua tarea de buscar a los niños. Wilson, erigido como líder simbólico de la operación de rescate, se hizo depositario de las esperanzas de toda una nación, que anhelaba fervientemente el hallazgo de los pequeños con vida. 

El libro ofrece un contexto profundo y enriquecido sobre cómo la comunidad indígena y el ejército, superando sus prevenciones y una larga historia de desencuentros, se unieron con determinación en la misión de encontrar a los niños perdidos. Esta colaboración inesperada entre dos grupos tradicionalmente distantes es un testimonio de cómo, en momentos de adversidad, la solidaridad y el propósito común pueden prevalecer sobre las diferencias pasadas.

Disfruté leyendo detalles desconocidos sobre uno de los personajes más interesantes de la historia, el brigadier general Pedro Arnulfo Sánchez, comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales de las Fuerzas Militares, quien estuvo al mando de esta histórica operación de rescate.  El libro cuenta apartes determinantes de su infancia y trayectoria de vida que son fuente de inspiración y ejemplo de la inquebrantable fuerza interna que tiene el ser humano para superar los obstáculos, ser decisivo en momentos críticos y aprovechar las oportunidades. 

Coronell narra aspectos claves de la cosmovisión indígena y de la técnica y estrategia militar, confirmando la importancia del trabajo conjunto entre la sabiduría ancestral y los medios modernos utilizados por las fuerzas militares, para haber logrado un exitoso rescate. 

Además, el libro revela extraños episodios vividos por miembros de las fuerzas armadas, interpretados por los indígenas como manifestaciones de duendes o fuerzas mágicas de la selva, que para el resto de los rescatistas resultaban inexplicables.

“El libro revela extraños episodios vividos por miembros de las fuerzas armadas, interpretados por los indígenas como manifestaciones de duendes o fuerzas mágicas de la selva”.

En los últimos capítulos, se despliega un relato espeluznante de cómo se localizaron y rescataron a los niños. Se destacan protagonistas como el yagé, la incansable determinación de los rescatistas, la figura clave de don Rubio -líder espiritual huitoto-, la inesperada aparición de una tortuga morrocoy, la habilidad excepcional de los tripulantes de un helicóptero de rescate y los impredecibles caprichos que caracterizaron el clima de la selva.

Y sobre la selva: hoy Wilson permanece en la memoria como el único miembro del ejército que nunca la abandonó. Aunque hay versiones encontradas entre los abuelos de los niños, una afirma que ellos sí lo vieron algunas veces durante su odisea. Wilson se perdió días antes de que aparecieran Lesly y sus hermanos. A pesar de que el ejército continuó su búsqueda, después de la exitosa operación de rescate, esta se suspendió finalmente, aceptando la implacable realidad. La selva lo había reclamado para siempre.

“Wilson permanece en la memoria como el único miembro del ejército que nunca abandonó la selva”.

Sería imperdonable desvelar en detalle la respuesta a la pregunta que planteé a Daniel Coronell. Para eso deben leerse el libro. Estoy convencido de que no se arrepentirán. 


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