Luis Alberto Arango
15 Septiembre 2023

Luis Alberto Arango

Lamento boliviano, lección colombiana

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La situación en Bolivia es preocupante. Hace pocos meses se vieron escenas poco habituales en las calles de La Paz: largas colas de ciudadanos esperando comprar dólares para cambiar sus bolivianos ante el temor de una devaluación. Desde 2011 el valor del dólar oficial es fijo: compran a 6.86 bolivianos por dólar y venden a 6.96. El tipo de cambio se ha mantenido porque el Gobierno lo sostiene inyectando en el mercado dólares de sus reservas. 

En la actualidad, la adquisición de dólares en Bolivia se ha vuelto un proceso complicado y burocrático. La banca comercial ha limitado su venta, razón por la cual la banca central decidió intervenir y ser también un agente de venta de dólares al público. Este cambio y la alta demanda de moneda extranjera han llevado a la implementación de un sistema de agendamiento para realizar operaciones cambiarias. Obtener una cita puede requerir esperar más de un mes. 

"En la actualidad, la adquisición de dólares en Bolivia se ha vuelto un proceso complicado y burocrático"

Mientras tanto, en una señal de poca transparencia, el país dejó de reportar regularmente el valor de sus reservas internacionales. Las últimas que se conocen son las de abril de 2023 por valor de 3,158 millones de dólares en un boletín publicado a principios de julio pasado, unos 380 millones menos de lo reportado en febrero del mismo año. La mayor parte de ellas está representada en oro, lo que significa que tienen poca liquidez representada en dólares. 

En 2014, Bolivia poseía reservas internacionales valoradas en más de 15.000 millones de dólares, cifra alimentada por el alto precio del gas natural, su principal exportación. Desde entonces, los precios del gas han disminuido significativamente y su producción ha caído un 33 por ciento. Aproximadamente 11.000 millones de dólares de esas reservas se destinaron, en los últimos nueve años a programas sociales, a mantener artificialmente baja la tasa de cambio, a subsidiar de manera importante el precio interno de la gasolina y a lograr contener la inflación en niveles inusualmente bajos pospandemia: 3,12 por ciento en 2022, con proyecciones similares para este año.

La combinación de una crisis de liquidez inminente, mermadas reservas internacionales, significativos subsidios a la gasolina y políticas poco atractivas para inversionistas extranjeros ha llevado a que los bonos del gobierno boliviano coticen con descuentos cercanos al 40 por ciento. Lo que significa que el mundo financiero no tiene confianza en la economía boliviana.

Las causas subyacentes, como señaló The Economist en un artículo reciente, son múltiples y complejas, pero entre ellas destacan decisiones económicas imprudentes y una gestión altamente ideologizada. Bolivia, bajo la administración de Evo Morales y ahora de Luis Arce, quien fue su ministro de Economía, ha vivido un periodo prolongado de políticas populistas que, en teoría, buscan el bienestar de su pueblo. Sin embargo, el enfoque de gastar excesivamente en subsidios durante un auge de los precios del gas, mantener un tipo de cambio fijo y hostilizar al capital extranjero ha tenido consecuencias nefastas. La inversión extranjera se ha desplomado, y el país, en lugar de ser un polo de atracción, se ha convertido en un terreno minado para los inversores. (1)

En el gobierno de Evo Morales nacionalizaron las empresas de hidrocarburos y pusieron condiciones poco atractivas a quien quisiera invertir en el sector. Adicionalmente se durmieron en los laureles pensando que tenían reservas suficientes de gas y que no era necesario apretar el paso de la exploración. (2)

Una política energética errada transformó a Bolivia de exportador neto de combustibles a importador. Los errores del pasado hoy les están pasando la factura y los tratan de compensar anunciando ambiciosos programas de exploración de petróleo y gas, que tomarán muchos años en dar frutos.

"El gobierno de Petro se destaca por mantener una línea de prudencia en estos aspectos"

Es en este contexto que Colombia puede aprender valiosas lecciones, tanto de lo que se debe hacer como de lo que se debe evitar. Bajo el mandato del presidente Gustavo Petro, Colombia ha mantenido una prudente administración de sus reservas internacionales. A diferencia de Bolivia, no ha utilizado estos fondos para manipular artificialmente la inflación ni la tasa de cambio. Además, ha adoptado una política responsable respecto al subsidio del precio de la gasolina, incrementando gradualmente su precio para reducir la carga fiscal y reflejar los costos reales.

El gobierno de Petro se destaca por mantener una línea de prudencia en estos aspectos. Sin embargo, también es fundamental señalar áreas de mejora y advertencia. Colombia no debe caer en el error boliviano de poner en práctica una política energética diseñada para desincentivar la exploración de sus recursos energéticos basándose en la ideología y no en la realidad que debe enfrentar el futuro económico del país.

Mientras Bolivia se ha convertido en un campo menos atractivo para inversionistas extranjeros en el sector energético, Colombia todavía tiene la oportunidad de promover inversiones y exploraciones en hidrocarburos, garantizando un suministro energético estable durante la transición a fuentes más limpias.

Una transición energética responsable implica reconocer que, aunque la meta final pueda ser la independencia de los hidrocarburos, en el corto y mediano plazo, se necesitarán para mantener la estabilidad económica y energética del país. Es fundamental encontrar un equilibrio entre el uso de estos recursos y el fomento de energías renovables.

"Colombia no debe caer en el error boliviano de poner en práctica una política energética diseñada para desincentivar la exploración de sus recursos energéticos"

Reitero que lo que está sucediendo en Bolivia ofrece a Colombia una lección sobre las trampas del populismo económico y de la gestión ideologizada. Colombia tiene la oportunidad no solo de aprender de estos errores sino también de construir un modelo energético y económico equilibrado y sostenible para el largo plazo. 

Es menester reconocer y felicitar lo que el Gobierno colombiano está haciendo bien, pero es esencial que continúe evaluando y ajustando sus políticas energéticas para garantizar un futuro estable y próspero para todos los colombianos.

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(1) Artículos de The Economist que analiza lo que está sucediendo en Bolivia

 

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