María Jimena Duzán
30 Junio 2024

María Jimena Duzán

No me van a callar

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La semana pasada les formulé unas preguntas a Laura Sarabia y a su hermano Andrés y se me vino el mundo encima. En cuatro días, el presidente Petro me graduó de enemiga, me acusó de ser una periodista del Mossad y empoderó a Laura Sarabia para que en lugar de que ella respondiera las preguntas que le había formulado, me anunciara una demanda. Así lo informó Darcy Quinn en la FM, una periodista que pasó de ser una acérrima defensora del Gobierno Duque a convertirse en el megáfono de Laura Sarabia y de su abogado Mauricio Pava, la dupleta poderosa que rodea y protege a Petro.

Cuando un presidente estigmatiza a un periodista lo vuelve desechable y lo lanza a los lobos para que se lo coman. Eso hizo Petro conmigo: decidió que yo ya no era “respetable” y que solo era útil para alimentar el odio que moviliza a su jauría tuitera. Por cuenta de que me declaró periodista del Mossad, me cayó una avalancha de amenazas que me convirtieron, en cosa de segundos, en la enemiga número uno de este Gobierno y en una “terrorista”. Como si esta reacción no fuera ya delirante ni desproporcionada, me anunciaron una demanda. ¿Toda esta andada por qué se me vino encima? Porque me atreví a formularle un derecho de petición a la mano derecha del presidente, a la poderosa Laura Sarabia, quien nunca contestó. Formular derechos de petición en la prensa es una práctica vieja y se pueden utilizar cuando uno tiene fuentes off the record que confirman hechos de corrupción y que deciden no dar la cara porque tienen miedo o porque fueron amenazados. Eso fue lo que me sucedió. 

Petro desechó de plano mis cuestionamientos a Laura Sarabia sin siquiera leerlos. Los consideró periodismo basura y, sin sonrojarse, me puso del lado de quienes lo quieren sacar del poder a sombrerazos. Qué acusación tan infame y peligrosa para la libertad de expresión. Si la demanda que me anunciaron prospera, se convertirá en delito hacerles preguntas no solo a Laura Sarabia sino a todos los que el presidente defienda. Si eso sucede, el ejercicio del periodismo en Colombia quedará reservado solo para el periodismo fletado que no incomoda y que tanto defiende ahora al presidente y a los silencios de Laura Sarabia.

Los cuestionamientos que les hice a Laura Sarabia y a su hermano no son producto de consejas, como afirma el presidente, sino de una larga reportería que vengo haciendo luego de que varias fuentes me confirmaron la existencia de una red de corrupción en la que presuntamente podrían estar implicados Laura Sarabia y su hermano Andrés. Las preguntas las hice de manera respetuosa, a través de un derecho de petición, con el propósito de que ellos me respondieran.  Algunas de esas fuentes vienen del propio petrismo que está arrinconado, desconcertado y atemorizado al ver cómo su presidente le podría estar dando alas a un grupo de jóvenes novatos, empoderados por Sarabia, interesados en beneficiarse del poder para que nada cambie.  

Creerán ellos que de esta forma me van a callar y a silenciar para que deje de investigar. Pensarán que por esa vía van a intimidar a los pocos medios que están haciendo su trabajo y que así van a acallar a las fuentes que son las que tienen las pruebas de la opacidad que rodea a este Gobierno. 
Pero no lo van a lograr. 

Soy una periodista independiente que no está cobijada por ninguno de los grandes dueños de medios que siempre me han considerado incómoda. Creo en el periodismo independiente ahora más que nunca, y conozco el peso de la estigmatización porque he sido su víctima y sé que es un instrumento que utiliza el poder para destruir la credibilidad de los periodistas que se atreven a increpar. Sin embargo, nunca me imaginé que el primer gobernante de izquierda pudiera llegar a rebajarse a los mismos niveles de Uribe, un expresidente que hizo de la estigmatización a la prensa una política pública. 

No me voy a amilanar. Enfrentaré la demanda, si llega, y seguiré haciendo mi trabajo sin caer en el odio y en las estigmatizaciones. Los logros del Gobierno los resaltaré como siempre lo he hecho, pero no dejaré de investigar la corrupción ni a los intocables que se parapetan en palacio.  


El odio es un sentimiento incompatible con el periodismo que practico. He vivido en carne propia lo que significa la violencia de Estado y he aprendido que hay una cosa más importante que la historia personal: la necesidad de que la verdad salga a flote. Por esa razón soy periodista. Y lo que he aprendido en tantos años de ejercer el oficio, es que por más de que el poder quiera ocultar la verdad, esta siempre termina subiendo a la superficie. 

Gustavo Petro prometió un gobierno en el que los periodistas independientes podríamos hacer nuestro trabajo sin temor a represalias, como ocurrió en gobiernos anteriores. Como primer gobernante de izquierda que llegaba al poder en este país, prometió que la política y el poder iban a ser transparentes y que no se iba a permitir que se la tomaran los corruptos de siempre, porque todas las energías se iban a invertir en las reformas sociales y en el cambio. Yo voté por esa agenda reformista porque creo que era la que el país estaba pidiendo, y sigo creyendo en ella. Comparto también los diagnósticos que hace el presidente en torno a la necesidad de cambiar nuestros paradigmas en materia de cambio climático y de drogas, y lo apoyé cuando se puso en el lado correcto de la historia al enarbolar la causa palestina. Pero no lo apoyo cuando protege a los funcionarios señalados de corrupción, y mucho menos cuando se inventa teorías delirantes y estigmatizadoras que cohartan la libertad de expresión y que ni él mismo cree. 

Así me demanden y me señalen de terrorista, no me voy a callar: eso no va conmigo. 

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