Luis Alberto Arango
20 Enero 2024

Luis Alberto Arango

Opulencia colombiana en Davos

Para justificar el desembolso de 4.500 millones de pesos para la promoción de Colombia durante cuatro días en Davos, el gobierno etiqueta de 'parroquialistas' a aquellos críticos que ven esta cifra como un gasto desmedido.

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El término 'parroquialismo' se ha convertido en la punta de lanza del gobierno colombiano, de sus congresistas aliados y de activistas afines, en un intento por contrarrestar las críticas dirigidas a su administración. Esgrimido peyorativamente, este vocablo es usado como el escudo y la espada en el debate público, tras el controvertido desembolso de un millón de francos suizos, que equivale aproximadamente a 4.500 millones de pesos, para la promoción de Colombia en el Foro Económico Mundial de Davos. 

La acusación de 'parroquialistas' se dirige contra quienes, como yo, cuestionan la inversión de un millón de francos suizos para un evento de cuatro días. El señalamiento de parroquialismo significa que quienes hacen la crítica son cerrados de mente y reacios a ideas novedosas, que no son capaces de pensar en grande y actuar en consecuencia. Más allá de la acusación, el gobierno colombiano no ha presentado ninguna otra defensa para sustentar ese cuantioso gasto.

En el ámbito económico y político, es indiscutible la necesidad de promover a Colombia en escenarios internacionales para atraer inversión y turismo. Sin embargo, la crítica no es la promoción en sí, sino el costo y la efectividad de dicha estrategia. En un país donde los recursos son limitados y cada gasto debe justificarse, la inversión de 4.500 millones de pesos para un evento de tan corta duración, apenas cuatro días, genera inquietudes y cuestionamiento válidos.

“Sin embargo, la crítica no es la promoción en sí, sino el costo y la efectividad de dicha estrategia”.

 

La defensa del Gobierno, encabezada por el presidente Gustavo Petro, no ha ofrecido una justificación detallada más allá de descalificar a los críticos como "parroquialistas". Esta postura evade un análisis riguroso sobre el retorno de la inversión y la eficiencia del gasto público. En el mundo empresarial, un gasto de esta magnitud para un evento tan breve sería impensable sin una evaluación meticulosa de su rentabilidad y beneficios a largo plazo. 

Los defensores del gobierno argumentan que la 'Casa Colombia', que es el nombre del lugar donde Colombia ha desplegado el evento de promoción en Davos, representa una oportunidad única para mostrar al país en un escenario de alto nivel, buscando atraer inversiones sustanciales y promover la biodiversidad y el turismo. Sin embargo, hasta ahora no conocemos la forma como se medirá ese retorno.

El equilibrio entre la inversión y el retorno esperado es un tema que debe abordarse con transparencia y responsabilidad. Mientras que la visión de un país proactivo en la escena internacional es loable, la eficiencia en el uso de los recursos públicos es un mandato ineludible. 

La crítica constructiva y el debate abierto no deben ser desestimados como ‘parroquialismo’, sino más bien acogidos como ingredientes esenciales del proceso democrático. Acusar a los críticos de tener una mentalidad parroquialista, sin ofrecer explicaciones sobre el gasto, habla más de la carencia de explicaciones del Gobierno que del supuesto parroquialismo de sus críticos.

“Esta postura evade un análisis riguroso sobre el retorno de la inversión y la eficiencia del gasto público”.

La promoción de Colombia en plataformas globales es crucial, pero no a cualquier costo. Y menos sin justificaciones transparentes y claras. La responsabilidad fiscal y la rendición de cuentas son pilares de una administración prudente. El llamado a la mesura y la razonabilidad en el uso de fondos públicos no es parroquialismo, sino un ejercicio legítimo de veeduría ciudadana. Esta no ha sido la primera ni la última vez que el Gobierno enfrente cuestionamientos de este tipo. De sus funcionarios se espera que, en el futuro, manejen los recursos públicos con mayor cautela y justificación.

“La responsabilidad fiscal y la rendición de cuentas son pilares de una administración prudente”.

La real parroquia aquí no es la de los críticos, sino la de un Gobierno que, ante el escrutinio legítimo, elige el camino de la descalificación antes que el de la justificación sustentada y transparente. En el manejo del erario, la opulencia no es visión, es una ofensa a la prudencia y a la responsabilidad que debe regir el destino de cada peso público.

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