Cuando hablamos de conocimiento ancestral, generalmente se nos viene a la mente la relacionada con las culturas o comunidades indígenas y afro, así sin más. Después de vivir un fin de semana rodeada del olor y los colores de la Feria de las Flores, de las ruanas rojas y las cotizas propias de hombres y mujeres del oriente antiqueño, recuerdo los escritos sobre campesinos y colonos de Alfredo Molano y las clases de etnografía de Jorge Morales.
La importancia del campesinado no se refiere solamente a la siembra y a la cosecha, se refiere al trabajo con, por y para la tierra. Punto. Por eso hombres y mujeres indígenas también son campesinos, hombres y mujeres afro también son campesinos. Además son de vital importancia histórica, nuestra violencia se da en el campo, los libros de historia, no las cartillas, los libros, nos han enseñado que el conflicto agrario se da porque la tierra era propiedad de unos pocos. Entender nuestro pasado implica entender el rol de las y los campesinos en ese conflicto. Por eso también nos corresponde entender su lugar hoy. Y que sea este el momento de recordar a Juana Alicia Ruiz, mujer campesina afro, artista y lideresa del colectivo de ‘Tejedoras de Mampuján’, quien con su obra busca hablar de los horrores del conflicto y de un futuro mejor.
Lo más hermoso de estos hombres y mujeres, cuyas manos y pies son grandes, fuertes, es que también son fuente de creación. La música campesina nos recuerda a compositores y artistas, como Jorge Velosa. Nos recuerda a aquellos que también cuidan el ganado ovino que luego da lana para tejer ruanas, o las manos de quienes cosechan fibras naturales para luego hacer artefactos utilitarios para hacer cestería de mimbre. Y así, infinidad de destrezas que llegan a nosotros para adornarnos a nosotros o nuestras casas. ¿O quién no tiene al menos un individual de fique?
En las artes los ejemplos son infinitos, está también el joropo, expresión de arte popular que originalmente es una fiesta campesina y venezolana, ¡imagínense eso! Un país con el que no tenemos relaciones comerciales hace años nos heredó ese zapateo por la frontera con Arauca. Por eso no pensar en la cultura, en las expresiones artísticas o las prácticas culturales como un elemento político e integrador es un error. La cultura está presente en cualquier discusión sobre desarrollo, relaciones internacionales o desarrollo económico. El arte popular y sus hacedores son fundamentales para interpelarnos como sociedad y todos sus valores.
La forma como entendemos que en el mundo la población campesina es desplazada de la violencia o absorbida por las grandes industrias, es gracias a un desfile en la Feria de las Flores que nos recuerda la importancia del legado milenario de otros campesinos silleteros, es ver la ruana fucsia de Nairo Quintana y reconocer una tradición boyacense, es gracias al grito “uipiti” del Cholo Valderrama y saber que su canto es el de un campesino, vaquero de los Llanos Orientales. La forma como sin cartillas, si no en espacios como las muestras que hace el salón BAT son arte popular para la memoria.
Ahora, con tanta discusión sobre las economías creativas, estas que también transmiten ideas y valores, cumplen un rol primordial en la comprensión de una comunidad campesina creativa que también tiene unas reglas económicas, a través de sus formas de enfrentarse a lo transaccional garantizando la preservación de la identidad y la sostenibilidad económica. Un camino largo por sembrar y cosechar…
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Catalina Valencia Tobón, quien hasta ayer fue directora de Idartes, fue nombrada por la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, como secretaria de Cultura, tiene un año largo para hacer algo que solo ella con su tesón y visión logrará; dejar el plan decenal de cultura para Bogotá con perspectiva de cuidado y enfoque para la reconciliación. Paz y cultura en el distrito de su mano, paz y cultura en la nación de la mano de Patricia Ariza.