El Estado no es más que el reflejo del sistema político que un país tiene. Si el sistema es caótico, ineficaz y corrupto, el Estado no será distinto. Cuando la gente se moviliza en las calles, como en 2021, contra el modelo de salud, la destrucción de nuestra biodiversidad o la falta de oportunidades de educación y empleo para los jóvenes, en el fondo protestan contra la forma como funciona la política, así los ciudadanos no tengan clara esa relación. El problema es que las discusiones sobre las reformas políticas no atraen, carecen de sex appeal. La mayoría considera, en forma equivocada, que son un asunto exclusivo de los políticos. Al contrario, son tan importantes y decisivas en la vida de cada persona que no deberían dejarse solo a los políticos.
La próxima semana cumplirá su primera vuelta en el Congreso la reforma presentada por el gobierno Petro. Como todas, tiene aspectos buenos y otros no tanto. Sin duda, pasará a la segunda vuelta a partir de marzo y será el momento de la verdad para medir hasta dónde los partidos se encuentran comprometidos con un cambio profundo al sistema político, que colapsó en medio de los extravagantes costos de las campañas, el debilitamiento de los partidos y la ausencia de identidad programática. En las anteriores reformas se avanzó en aspectos puntuales, pero al momento de tomar las decisiones difíciles, que implicaban transformaciones de fondo y un cambio real en la forma en que los mismos congresistas se eligen, se esfumó la voluntad para hacerlo. Ojalá, en esta oportunidad la coalición acompañe al presidente Petro.
Lo bueno e indispensable de la reforma, sin cuya aprobación realmente no valdría la pena hacer el esfuerzo de sacarla adelante, es la lista única, cerrada y bloqueada para las corporaciones públicas y la financiación estatal total y anticipada de las campañas. La combinación de voto preferente, circunscripción nacional para Senado y financiación privada acabó con los partidos. Al convertirse la elección en un esfuerzo individual de cada candidato en lo económico y político, los partidos desaparecieron y solo se necesitan para garantizar el aval en una lista que asegure superar el 3 por ciento del umbral. Ese sistema hace imposible el funcionamiento de las bancadas, la deliberación interna y la toma de decisiones respetables y respetadas frente al gobierno. Cada senador que se elige en una campaña nacional con costos exorbitantes es un partido individual, que no se somete a las decisiones de su bancada. La relación con el poder ejecutivo es personal y clientelista. Si avanzamos hacia listas cerradas con democracia interna y el Estado financia las campañas, se rescatarán la vocación de poder de los partidos y el equilibrio y transparencia en la financiación. Una reforma sin listas únicas y financiación estatal no cambiará nada.
El proyecto trae otras modificaciones menores que afectan en forma directa a los dirigentes pero no tienen mayor impacto en el funcionamiento del sistema político y generan de entrada reacciones adversas de la opinión pública. Abre la puerta al transfuguismo por una sola vez, como se hizo hace 20 años con la reforma de 2003. Esa medida sería conveniente en este momento, SI y solo SI se transforman los partidos con la eliminación del voto preferente. La otra decisión controvertida es la de levantar inhabilidades e incompatibilidades que tienen los congresistas. Aquí se establecieron en la Constitución del 91 como consecuencia del enorme desprestigio de los políticos y 30 años después es peor el rechazo ciudadano a la política. Algunos advierten que si se permite a los congresistas ser ministros se perdería la independencia del parlamento frente al gobierno de turno. Olvidan que hace tiempo se perdió por cuenta de la debilidad partidista que genera el voto preferente.
En fin, amanecerá y veremos qué sucederá con la reforma política en la segunda vuelta. Ojalá la ciudadanía participe más y entienda su importancia en la construcción de un Estado que funcione y solucione los problemas básicos de la gente. Será una prueba de fuego para el gobierno, que ojalá supere con éxito. Si en junio se aprueban la eliminación del voto preferente y la financiación total y anticipada de las campañas por parte del Estado, cambiará para bien la política en el país. Si nuevamente se frustra esa posibilidad, no se justificará aprobar una reforma que no hará nada distinto a garantizar la supervivencia del desastroso sistema político que hoy tenemos.