Helena Urán Bidegain
12 Septiembre 2022

Helena Urán Bidegain

Educación y exclusión

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Cuando decidí regresar a Colombia me vi rápidamente confrontada con la dificultad por la que pasan todos los padres en el país: Me refiero a la relacionada con la educación escolar de los hijos.

Pensé que lo más lógico sería inscribir a mi hijo en una escuela bilingüe para que su proceso de integración en este país, al que hace muy poco nos mudamos, fuera algo más suave, que él sintiera que por dominar ya dos idiomas de los que se imparten en estos colegios no estaría del todo en desventaja siendo el nuevo en el salón y además podría continuar con la misma metodología que conoce de sus años de primaria en el otro país. 

De hecho en Berlín y también después en Estados Unidos mi hijo también asistía a escuelas 50 por ciento bilingüe –allí con español – aunque la gran diferencia era que, siendo educación de calidad, se ofrecía de manera gratuita a los niños del país, pues se asume como un derecho, no un privilegio o dicho de otra manera, un derecho no un negocio. Sin duda, las instalaciones del colegio actual son muy bonitas y amplias, sus maestros bien formados y amables. Pero no podía evitar pensar: si todos los niños colombianos tuvieran la oportunidad de recibir este tipo de educación, Colombia sería otro país y es algo que no debería ser de ninguna manera una ilusión.

En su colegio de Berlín, para centrarme solo en una de las ciudades por las que él pasó, también aceptan a un número limitado de niños, pero la diferencia allí radica en que los alumnos o sus familias no precisan contar previamente con una plataforma socioeconómica y/o educacional que en cambio sí he sentido como un filtro estrecho que se deben poder atravesar para que los alumnos, en este país, puedan llegar a recibir la educación de un colegio bilingüe, o de otros centros educativos privados, solo asequibles para una minoría privilegiada en un país en el que todavía se habla, penosamente, de estratos sociales.

Y es que acorde con las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane) el 96,7 por ciento de los niños escolarizados en el país asistieron a sedes educativas públicas y el 3,3 por ciento a sedes educativas de carácter privado. Por otro lado, el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana demostró, a principios de este año, que la brecha de desempeño entre colegios públicos y privados se intensificó aún más en los últimos años, a favor de los privados. Claramente son los alumnos de los centros educativos a los que pueden llegar solo algunos niños los que posteriormente siguiendo la misma cadena en la universidad, con mayor facilidad, acceden a  puestos de responsabilidad en el país.

Cuando mi hijo comenzó a ir a primero de elemental yo trabajaba como asesora en el Bundestag, o sea el Parlamento alemán, evidentemente ese no era un espacio laboral desfavorable, pero después, cuando me acerqué a buscar cupo en aquella escuela bilingüe nunca hubo preguntas directas o indirectas a la hora de realizar su inscripción sobre mi trasfondo socioeconómico, ni menos el nivel educacional. Los argumentos se orientaron en otro tipo de asuntos que no son sinónimo de exclusión social sino de afinidad en cuanto a lo cultural como, por ejemplo, conocimientos previos del idioma extranjero, en ese caso español, o ser hijo de parejas binacionales o algún interés en particular. En el grupo de mi hijo asistían niños cuyos padres son académicos o abogados de grandes bufés, a la par de aquel de una familia con una madre cabeza de hogar que vivía de su trabajo como manicurista, pero todos tenían derecho al mismo tipo de educación, lo que posiciona a los niños en un mismo punto de partida y además, no menos importante, les otorga la sensación de ser iguales en dignidad. 

Nunca llegaría a decir que todo es perfecto allá, pues no es así y existe un sistema que en algún momento y de manera muy pronta (en quinto elemental) separa a los niños sometiéndolos a mucha presión y que en muchos casos les dicta su futuro al definir si seguirán estudios técnicos, oficios o podrán lograr la educación universitaria, y que también se puede cuestionar pues muchas veces son los hijos de inmigrantes a los que les va peor, pero sí puedo decir que Alemania, al igual que otros países democráticos, cuentan con educación escolar y universitaria de calidad sobre la que se edifica y garantiza la fuerza de la nación.

En impuestos me retenían alrededor del 40 por ciento pero nunca me molestó pues lo veía invertido en educación para mis hijos o de otros padres con menos posibilidad, es decir, un asunto de solidaridad social que hace a toda la sociedad más fuerte y capaz de enfrentar cualquier adversidad. En el colegio de Berlín únicamente pagaba por las horas de cuidado extras y la comida. Incluso en la universidad la situación es parecida, pues se paga lo concerniente a la administración que tiende a cubrir el transporte para toda la ciudad, el uso de bibliotecas y un carné estudiantil con el que se encuentra descuento en prácticamente todas las actividades del país. 

Se dice que en alguna ocasión un periodista español le preguntó a la excanciller Angela Merkel por qué Alemania invertía tanto dinero en educación, a lo que ella respondió:

Resulta mucho más caro para el país tener personas ignorantes y sin formación. Verdad o no, lo cierto es que en ese país la educación, la investigación y la cultura son una prioridad que suele contar con suficiente financiación y es parte de la agenda política y la discusión pública del país.

Lamentablemente en Colombia muchos creen que pensar en educación de calidad gratuita es utópico, tal vez acostumbrados a un modelo neoliberal que solo ha dejado desigualdad sin darse cuenta que esa condición es incompatible con una sociedad democrática.

Tal vez porque al mantenerse en círculos sociales limitados tendrán un camino más despejado y menos competencia. Muchos de los alumnos cuyos padres pudieron pagar educación privada de calidad terminan trabajando fuera del país y otros acceden más fácilmente a puestos de responsabilidad, mientras otro gran número de niños y jóvenes de la sociedad en las grandes ciudades, y peor aún en el área rural, queda excluido y relegado a lo más bajo de la escala social. Sé que algunos que vienen de escuelas públicas han logrado ascender, pero no nos tenemos que mentir, se trata de un número extremadamente reducido, son casos excepcionales, personas muy fuertes y con suerte y que lograron ganar en un sistema que no estaba despejado para ellos ni diseñado para que ganaran.

Cuando revisé los requisitos que me exigían para que mi hijo pudiera entrar a algunos de los colegios en Bogotá a los que hago mención solo pude pensar que esa lista era la primera puerta a la exclusión social.  

Y no es únicamente en lo concerniente al precio absurdo por la pensión/bono, la matricula y la mensualidad, que por supuesto es un gran obstáculo para que quienes no pertenecen a un nivel socioeconómico similar puedan entrar, sino que también la escuela exige conocer el curriculum vitae de los padres, como si fuera a ellos a quien se va a escolarizar, una foto como si el aspecto físico contara y no siendo suficiente con eso exigían a los padres presentar un ensayo explicando las razones por las que se quiere enviar al hijo a aprender allí. Así que aquellos niños cuyos padres no hayan tenido la oportunidad de obtener una buena formación, tampoco estarán posiblemente en capacidad de cumplir con el requisito :1- económico 2 - menos en capacidad de redactar un texto; por tanto su hijo no podrá acceder nunca a esa institución, convirtiéndose para muchos padres en una gran frustración el no poder ofrecer a sus hijos educación de calidad.

El informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico OECD explica que para ascender socialmente y superar la pobreza en Colombia una familia necesita de al menos 11 generaciones. Sin duda el tema de la educación es lo que produce estos datos alarmantes y que urge revisar y cambiar.

Siempre existirán, aquí y allá, aquellos a los que les guste sentir la exclusividad y enviarán a sus hijos a internados y centros educativos muy caros y esto visto como un derecho a elegir es aceptable solo si el resto tiene al menos una educación gratuita de calidad que dé a todos los niños herramientas para que, sin exclusión, elijan después el camino que quieren y no el que en un sistema injusto está preestablecido como única opción para ellos.

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