José Luis Esparza
23 Julio 2022

José Luis Esparza

Habemus ministro de Defensa

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

“¿Ya viste quién es el nuevo ministro de Defensa? Es Iván Velásquez”. Este fue el contenido promedio de unos veinte diferentes mensajes de WhatsApp que irrumpieron a mi teléfono a lo largo del viernes 22 de julio. De inmediato procedí a explorar su cuenta de Twitter para buscar palabras como ejército, policía, inteligencia y otras asociadas al sector, encontrando viejos y nuevos cuestionamientos a la fuerza pública, algunos denotan la falta de experticia en cuanto al sector y permiten sacar conclusiones sobre la intencionalidad de su designación. 

No deja de sorprenderme la noticia como a muchos de los lectores, sobre todo porque amo a mi país y al Ejército Nacional, institución a la que pertenecí desde los 16 años, en una carrera cortada por un intempestivo llamado a calificar servicios, tres meses antes de ascender a brigadier general, a ciencia cierta por un plumazo del saliente presidente Duque, a quien convencieron de que era entre eleno y petrista, para luego dar paso temporal ya como civil a la política. Esto último lo viví, en gran medida por mi honor y para mostrar que mi deber como soldado era para con la Constitución no para el partidismo y muy consciente, sí, de la importancia de unas instituciones armadas defensoras de todo ciudadano y sus derechos, garantes de la democracia y transparentes con mucho que hacer aún por la nación. 

 Además de la sorpresa inicial hay que aceptar que estos cambios son preocupantes para muchos. Yo no dejo de comparar lo que estamos viviendo hoy con el periodo a la transición del largo interregno llamado Hegemonía conservadora (1886 -1930), bueno para algunos y malo para otros historiadores, dependiendo de su mirada, y que dio inicio a la República Liberal y llevó al ascenso al poder a Enrique Olaya Herrera. En materia de defensa y seguridad, los liberales consideraban al Ejército demasiado conservador y por ello fortalecieron la Policía, con las consabidas consecuencias posteriores que se evidenciaron en la época conocida como La Violencia. 
 
Este paralelo obedece a que en medio de este parecido periodo y a sabiendas de que existen muchas razones para tener un ministro como Iván Velásquez, es verdad también que se le esperaba en el gobierno, pero llega con una intención ligeramente velada al sector defensa, el segundo con el mayor recurso y al cual desde diversos sectores se ha pedido que se reduzca para otras ingentes necesidades. Eso sí, es la lógica de la transición hacia la izquierda, un sector que siempre ha cuestionado a la fuerza pública, que no por tener alguna razón peca por una desafortunada generalización. Al profundizar más en la noticia, se puede notar el deseo real del nuevo presidente de acatar lo dicho en campaña y la recomendación de la Comisión de la Verdad, que ve una rueda suelta en ella y que debe sacar a la Policía Nacional del lugar donde la había puesto el gobierno de Rojas Pinilla para despolitizarla y fortalecerla. Por cierto, no deja de ser irónico que un presidente ex M-19, grupo que se proclamó sucesor de las ideas rojaspinillistas, venga ahora a promover ese desenlace. Velásquez estaba trabajando en una comisión de la JEP para este propósito. Por otra parte, él tiene un fuerte discurso a nivel internacional respecto a los derechos humanos, las relaciones de sectores del Estado con las autodefensas, así como contra la corrupción. Su relación con la ONU, de donde viene el concepto de seguridad humana, también denota una lógica previa en palabras del presidente electo. Ahí todo empieza a cuadrar. Entonces, no fue una mujer, como se había anunciado, con el claro propósito de acudir a la valentía de las mismas para afrontar cambios, pero seguro sí tendrá muchas a su lado. También buscará cumplir con los propósitos de los posacuerdos y del nuevo presidente, quien considera que hay aristocracias al mando, pocas oportunidades para los de abajo, corrupción; una doctrina que favorece las violaciones de derechos humanos y al DIH; un guerrerismo desaforado, escudado en un llamado enemigo interno y una fuerte influencia partidista de la derecha. Todo discutible pero no desaforado. Igual el nuevo ministro es de talante y no se arrugará al hacer los cambios. Bien para los propósitos del nuevo presidente. 
 
Su hoja de vida y vivencias no dejan de enviar un mensaje contundente. Lo único que se espera es que, así como el discurso del presidente ha sido razonable en diversos aspectos, los cambios no lesionen ni los intereses de un Estado con algunas regiones que parecen vivir en el Wild Wild West norteamericano, ni los derechos de quienes han tenido que acatar el mandato y cumpliendo con ello aún con gravísimos errores propios de los conflictos internos. A propósito, muchos hemos esperado algún pronunciamiento ante tantos asesinados y heridos de la fuerza pública luego de la elección del presidente... 
  
Lo claro es que tanto el presidente como su nuevo ministro deben aprender a conocer muy bien las fuerzas, alejándose de las suposiciones de la interpretación del discurso del Teatro Patria, deben enviar mensajes propositivos en medio de tanta polarización despojada de sesgos, que materialice las promesas hechas que elijan personas que generen confianza, bien intencionadas, que se asesoren bien, en síntesis. Los últimos ministros de Defensa no han sido muy conocedores del sector y se ha notado. Hay aspectos claves a ver no solo desde su óptica de derechos humanos, sino que deben observarse desde los elementos jurídicos para conflictos: el Derecho Internacional Humanitario, el operacional, el Penal Militar, el de transición.  Ganas de reforma hay muchas desde La Habana, de hecho, esas serán las condiciones que pidan los grupos al margen de la ley para una negociación ante las intenciones del nuevo gobierno. El punto es que la cartera de Defensa tiene la misionalidad de velar por el interés y objetivos nacionales, que en prospectiva se verán afectados aun con la intención de negociación, sometimiento a la justicia, legalización de las drogas, cumplimiento estricto de los acuerdos, aplicación del concepto de la seguridad humana. Todo muy romántico cuando uno entiende las razones económicas del conflicto en Colombia fundadas en la ilegalidad, particularmente por el narcotráfico y la minería ilegal. De intenciones pacifistas frente a estos temas solo vean lo que en México y Centroamérica acontece. Ojalá no se equivoquen.

Por último, para tranquilidad de muchos y desazón de algunos, aquí no va a haber golpes de Estado. Las fuerzas no van a intervenir nunca a menos que la situación se degrade y deban ser árbitros a favor de la democracia. Por ello hay que evitar manosearlas, muy al estilo de lo que se vive en los Estados Unidos donde, a pesar de gozar los militares de derecho al voto, los partidos no la tocan y cuando pasa, ellos reaccionan respetuosa pero firmemente. 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas