Mariana Garcés
22 Julio 2022

Mariana Garcés

Imprecisiones

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El 20 de julio de 2022 conmemoramos 212 años de independencia. Cada cuatro  elegimos senadores y representantes y estos toman posesión en esa misma fecha en ceremonia “solemne”, la cual se detalla en el reglamento del Congreso y es coincidente con la sesión inaugural de la corporación, donde, además, presenta el señor presidente de la república su balance. Era especialmente significativo este 20 de julio pasado. No solamente llegaban caras nuevas al recinto de la democracia, sino que escucharíamos el balance del gobierno Duque que en breve termina su mandato.

La ceremonia se inició no a las tres de la tarde como es habitual, sino con casi dos horas de retraso. En aprietos se vieron los canales de televisión que ya tenían poco para decir o comentar con tan larga espera; por fin la comisión encargada se desplazó hasta Palacio para acompañar al presidente Duque y a su señora esposa en su último recorrido para cumplir la cita y rendir cuentas a los colombianos desde el recinto del Congreso de la República. Lo recibieron exhibiendo pancartas en señal de protesta: muchas con caras de líderes sociales vilmente asesinados; otros prefirieron reiterar las banderas que defenderán en los próximos cuatro años a través de carteles o con símbolos como los tacones que portó el representante Andrés Cancimance del Putumayo para alzar su voz en favor de la comunidad LGTIQ+, o la senadora Esmeralda Hernández que llegó con su mascota Cometa, para dejar en claro que su trabajo se centrará en la defensa de los animales. 

Iván Duque nos habló durante treinta y ocho minutos de las maravillas y de los grandes logros de su gobierno; mientras decía y enfatizaba, y pasaba de un tema a otro, desde mi casa muy sorprendida repetía en mi cabeza una y otra vez -eso es mentira-. La guachafita en el recinto no se hizo esperar. Empezaron los gritos y la algarabía. La instalación del nuevo Congreso de solemne realmente no tuvo nada. No soy partidaria de la grosería ni de faltar a las buenas maneras y mucho menos de irrespetar a una persona, pero ante semejante desfachatez creo que ese coro con el que algunos congresistas interrumpieron al presidente Duque al grito unánime de -mentiras, mentiras- es por lo menos entendible. Las cámaras de la transmisión oficial no nos los mostraron. Solamente veíamos al comité de aplausos del primer mandatario conformado sobre todo por su equipo de gobierno, ministros y altos funcionarios. Aplaudiendo al jefe, como debe ser.

Hay quienes sostienen que no era necesaria la chifladera y el desorden, pues la oposición podría haber hecho su intervención contestando al presidente en 20 minutos una vez terminara su discurso. Ya sabemos que ni el presidente ni el gobierno permanecen en el recinto para escuchar a la oposición, y tampoco es un asunto que le interese a los parlamentarios. Parecen más bien en un coctel conversando, saludando y luciendo sus mejores galas. Además, siempre se presentan los inconvenientes que dejan muchas suspicacias en el ambiente, como el de esta última sesión en la que los micrófonos dejaron de funcionar apenas le correspondió el turno de hablar al senador Julián Gallo, quien tenía la representación de la oposición.

El presidente manifestó haber cumplido preparando a Colombia para los retos del futuro sobre las bases de la legalidad, el emprendimiento y la equidad. Dijo que su gobierno ha creído en una paz genuina y demostró un compromiso indeclinable con la paz con legalidad, que además tuvo a las víctimas como eje central de la política generando oportunidades productivas para 12.000 personas en reincorporación. Sostuvo que han brindado todo su apoyo a la JEP y a la Comisión de la Verdad, y propuso que se instale un debate nacional que permita alcanzar una verdad sin sesgos. Si algo distinguió a este gobierno fue no haberle apostado a la paz, no haber hecho nada por la implementación del acuerdo y, por el contrario, haber cuestionado de manera sistemática las actuaciones de la JEP y el informe de la Comisión. Ese debate nacional que propuso, debe ser su plataforma para constituirse como jefe de la oposición al gobierno de Gustavo Petro. 

Según Iván Duque su gobierno saldó la deuda histórica con la salud, con la infraestructura, la transición energética y con la conectividad entre otras; habló además de su economía naranja y de 95 áreas de desarrollo naranja. De esas áreas declaradas, solamente 25 se encuentran consolidadas y activadas.  

Él vive en un país radicalmente distinto al mío; en mi Colombia la vida de los líderes sociales no vale nada, la paz no tuvo la implementación que se merecía, el cultivo del cannabis medicinal no fue reglamentado en oportunidad ni con la decisión necesaria, los organismos de control empezaron a formar parte del equipo de gobierno, el endeudamiento alcanzó niveles impagables, se incrementó la corrupción y cada vez hay más pobres en el territorio.

Creo que la gran mayoría de los colombianos coincidimos en que fueron demasiadas las imprecisiones técnicas y fácticas en esa última intervención presidencial ante el Congreso. Iván Duque llegó y se fue de la Presidencia de la Republica sin pena ni gloria. 

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