Valeria Santos
3 Septiembre 2022

Valeria Santos

Los muros del escarnio

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No habrá futuro para nosotras mientras sigamos destinadas a soportar violencias basadas en género. Nos siguen insistiendo que las aguantemos en silencio, que las carguemos solas, esperando para siempre la sentencia final de un juez que nunca llegará. Nos anulan, y nos rompen en todos lados, no hay espacio seguro, ni siquiera en las aulas de clase. Los casos de abuso y acoso sexual denunciados en la Universidad de Antioquia, UdeA, por tantas mujeres valientes son un grito de auxilio que debemos escuchar.

A sus 17 años, Mariana* (nombre cambiado por petición de la víctima) pensó que había cumplido un sueño: entrar al preparatorio de teatro de la UdeA. La alegría y la ilusión de poder estudiar se acabaron el día en el que conoció a un profesor en la Seccional Oriente de su universidad en el Carmen de Viboral. Muy pronto sus ganas de vivir se apagaron y su vida se convirtió en un infierno. 

“Yo pensé que él inicialmente quería ayudarme, pero terminó coqueteándome, invitándome a su casa, y haciéndome creer que yo era importante, cuando realmente yo era otra de sus presas. La primera vez que estuve con este profesor, él tenía 43 y yo 17, le pedí varias veces que usara condón, pero nunca lo hizo, me manipulaba para que confiara en él mientras yo miraba al techo con ganas de llorar”.

Mariana cuenta, además, que en los dos años que duró el abuso la contagió con una enfermedad de transmisión sexual. A pesar de que la doctora le recomendó no tener relaciones mientras tuviera las ampollas en sus partes íntimas, él siguió abusando de ella. La violencia psicológica fue tan grave que pensó muchas veces en quitarse la vida. 

Su agresor siempre le exigió silencio. El mismo silencio que le pidió a las otras cinco estudiantes de la universidad, con las que según Mariana, repitió el mismo patrón de violencia sexual y psicológica. Silencio que además quiere garantizar con la denuncia instaurada en contra de ella por injuria y calumnia en la Fiscalía, después de haber interpuesto dos tutelas que Mariana ya ganó. 

Impulsada por la necesidad de justicia y por las ganas de volver a vivir, Mariana activó la ruta de denuncias en la Universidad. La institución cerró la investigación sin ni siquiera llamarla a declarar.

Hoy la Universidad de Antioquia está en asamblea permanente con el fin de exigir a las directivas medidas de protección y espacios seguros para las estudiantes. El pasado 5 de agosto, las paredes del bloque 14 se convirtieron en el testimonio del dolor de las mujeres acosadas y abusadas sexualmente. Con rabia e impotencia colgaron las fotos y escribieron los nombres de los profesores que, valiéndose de su jerarquía y sus pomposos títulos académicos, las destrozaron impunemente. 

Y aunque el escrache, o señalamiento público, que nació en Argentina después de que se indultaran los delitos cometidos durante la dictadura, es permitido por la Corte Constitucional colombiana, no deja de ser una figura polémica. Sin embargo, ante la falta de garantías por parte del Estado y la inoperancia de los procesos disciplinarios dentro de las universidades,  para mujeres como Mariana, señalar a su agresor públicamente y contar su historia parece ser la única forma de liberar un poco el dolor y poder comenzar a sanar.  

Según Dejusticia, de 413 denuncias de acoso sexual recibidas en diferentes universidades del país, solo en tres se impusieron sanciones. Además, de las 44 universidades colombianas estudiadas por el informe, 28 no cuentan con ningún tipo de protocolo de género.  

Las universidades siempre han sido espacios donde las masculinidades tóxicas, que normalmente definen las instituciones jerárquicas, ponen en peligro la integridad de las mujeres. Los docentes se apoyan entre sí, con la complicidad de las directivas, inmortalizando   la violencia institucional que destruye vidas y rompe sueños. No puede haber futuro si estudiar puede significar nuestra muerte en vida. 

Más vale que las universidades del país adopten los protocolos de género necesarios para que las estudiantes puedan contar con las condiciones simbólicas y materiales para estar seguras. Si queremos acabar con los muros del escarnio no puede haber más impunidad, ni violencia institucional. 

Termino con un párrafo de una carta que le envió uno de los docentes de la Universidad de Antioquia, acusado de acosar a sus alumnas, a un amigo: 

“Ahora todo el mundo está escandalizado porque los profesores salen, se enamoran y tienen encuentros con las alumnas; como si se tratase de la cosa más inmoral e indecorosa del mundo, como si fuera posible detener el amor, el erotismo y el sexo, a punta de formas jurídicas”. 

Palabras que desafortunadamente no se las lleva el viento porque fijan y sostienen toda la estructura de poder que nos condena. 

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