Gabriel Silva Luján
13 Noviembre 2022

Gabriel Silva Luján

Los otros 100 días

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En los medios abundan los análisis sobre los cien días del gobierno. Hay de todo, desde feroces diatribas diciendo que el país colapsó hasta odas que entonan himnos reverenciales a Gustavo Petro. Entre esa multiplicidad de balances se destaca por su ausencia el que quizás puede ser el más importante de todos para el futuro de la democracia. Me refiero al balance de las acciones, logros y fracasos de la oposición.

La oposición arrancó mal. La mayoría de los partidos terminaron siendo parte de la coalición de gobierno. No deja de sorprender la manera irreflexiva y tumultuosa en que partidos como La U, el Conservador y el Liberal terminaron en las toldas del petrismo. Para todos es claro que esa coalición se cuadró a punta de cuotas ministeriales y burocráticas. Y en las votaciones en el Congreso ha quedado confirmado que la ideología y los programas les importan un pito. Estos cien días dejaron en claro que la oposición no ha llegado ni vendrá del lado de los partidos tradicionales. No se le ve tampoco buena perspectiva a que en el inmediato futuro estos partidos jueguen un papel relevante de contrapeso político o electoral al gobierno.

El mensaje de Petro a su alianza, el Pacto Histórico, es que hay que convertirse en un partido único sobre el que todos deben converger. Y se han propuesto hacer esto antes de las elecciones regionales y municipales del año próximo. Sobre ese centro gravitarán los miembros de otros partidos que preferirán estar del lado del que tiene la plata. De ser así, en vez de que esas elecciones regionales y municipales sean un escenario para desplegar una oposición más eficaz se pueden convertir, más bien, en un plebiscito en favor del gobierno.

En la reforma política se están cocinando normas que van a reducir el margen de acción de la oposición y que crean incentivos poderosos a muchos políticos para pasarse a engrosar las filas del Pacto Histórico. Me refiero al transfuguismo, a la lista cerrada obligatoria, las normas de financiación y la puerta giratoria entre el ejecutivo y el legislativo. Con esas herramientas no solo castran cualquier motivación para que los partidos ya en la coalición hagan oposición si no que también hace inmensamente difícil el surgimiento de cualquier desafío político-electoral proveniente de otras canteras.

En la práctica, el único partido relevante que está formalmente en la oposición es el Centro Democrático. Sin duda, abrigan la esperanza de convertirse en la alternativa a Petro. Difícil. Los colombianos han rechazado de manera contundente al uribismo en las urnas y eso no va a cambiar en el corto plazo. Además, la percepción pública es que son feroces enemigos del cambio y así no gana nadie. Los coqueteos con el centro político, que han intentado líderes como el senador Miguel Uribe, no han producido resultados positivos por desconfianza mutua.

Se mantiene la esperanza de que partidos que se han declarado independientes, como Cambio Radical y el Nuevo Liberalismo, diseñen una estrategia que los haga más atractivos política y electoralmente. La línea política de crítica y oposición que Germán Vargas Lleras viene dando desde sus columnas ha sido bien recibida por la opinión. Falta ver cómo se traduce en votos. De otra parte, el Nuevo Liberalismo tiene esta semana el primer congreso después de su regreso a la vida por el fallo de la Corte Constitucional. Allí hay una buena oportunidad.

Los otros escenarios en los que podría florecer la oposición no han sido muy eficaces. Algunos gremios han sido avasallados con la acusación de ser enemigos del cambio por oponerse a la reforma tributaria. Y desde la propia Casa de Nariño se han encargado de liquidar a ciertos voceros gremiales que disienten como es el caso de Bruce Mac Master. La Iglesia católica tiene un sesgo muy fuerte en favor de Petro por sus afinidades ideológicas con las corrientes progresistas que ahora comandan el Vaticano. También la Iglesia está “neutralizada” por el importante papel que jugará en las negociaciones con el ELN y que tendrá en varios aspectos de la paz total.

Las organizaciones de la sociedad civil en el pasado han jugado un papel muy relevante en la defensa de la democracia y en liderar la oposición a los comportamientos autoritarios o violatorios de los derechos humanos. No parecería que fuera así en la actualidad dada su arraigada afinidad con la historia y el gobierno de Petro. Hasta ahora estos actores no han pasado de silencios cautelosos o modestas palmaditas en la muñeca.

A los medios de comunicación se les está empezando a intimidar políticamente. También se rumora que en materia de pauta oficial ya hay instrucciones claras. No son menores los ataques de Petro y de sus alfiles políticos contra los medios de comunicación, señalándolos de retardatarios, de enemigos del cambio, de traidores del pueblo, de defender intereses plutocráticos. En ese ambiente se siente un repliegue expectante que puede terminar en autocensura o en abiertas violaciones a la libertad de expresión.

Algunos dicen que es una fuente de esperanza ver las marchas organizadas hace unas pocas semanas por la derecha y por algunos opositores del gobierno. La verdad es que son bastante risibles en sus pretensiones y en sus alcances. Un movimiento ciudadano no surge de los salones. En síntesis, en estos cien días le ha ido bastante mejor al gobierno que a la oposición.

Ante el pobre balance de la oposición en estos 100 días de gobierno, el camino correcto es que los colombianos que hoy hacen oposición desde diferentes vertientes superen esas diferencias usualmente basadas en aspiraciones y egos para unirse en la lucha por las causas que verdaderamente importan a los ciudadanos. La oposición debe dejar de pensar tanto en regresar al poder y concentrarse más en servir a la ciudadanía.

Twitter: @gabrielsilvaluj

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