Catalina Ceballos
20 Julio 2022

Catalina Ceballos

Narcocultura

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Me cuesta mucho no relacionar cada atisbo de coima, corrupción y robo con el legado que nos sigue dejando el narcotráfico. Desde nuestros canales de televisión privados empeñados en mostrarnos lujos mal adquiridos, muertes y red de tráfico de drogas, pasando por las noticias reales como la compra de votos de Aida Merlano y sus pulseras Cartier. Mientras que oímos las denuncias del lavado de activos por parte del prestigioso y elegante empresario Kling o el reportaje de Alfredo Molano y Guillermo Gómez, periodistas de esta revista, hablando de la mansión en un terreno de 2.517 metros cuadrados, del joven de 35 años, Luis Alberto Rodríguez, exdirector del DNP o, la red de ”Las Marionetas”, de unos y otros unidos como en una película de detectives, con hilo rojo y cuyo cabecilla sería el senador Mario Castaño. Investigación de Juan Pablo Barrientos de Vorágine. Cada una de ellas me evocan películas, cuentos, mitos y verdades del mundo del narcotráfico. 

Ese relato tan de nuestra identidad, donde el afán de enriquecerse rápidamente es la única opción para destacarse, de tener poder. Todo esta exuberancia recuerdan los hipopótamos de Pablo Escobar y los regalos ostentosos a Virginia, nos recuerda que todas y todos sabemos cuántas hectáreas tiene el Ubérrimo, nos recuerda la figura del páter, ese hombre intocable, eje de la familia, incluso si no es de sangre, ese padre con varios hijos con varias mujeres, pero ante todo, ”protector y proveedor” que siempre está rodeado de varios clones de Barbies. Que de pronto colecciona algún tipo de animal exótico o ha traficado antigüedades que hacen parte del patrimonio material.

Colombia ha sido permeado por la cultura traqueta, mafiosa, mágica. La cultura de ostentar lo que se tiene, incluidas las relaciones, afectivas o políticas, poseo una relación amorosa con una exreina de belleza, poseo una relación con el presidente de la república. Poseo, poseo, poseo, y más bien parecen poseídos por un embrujo donde lo que se tiene en cuenta, más que el pensar, que el sentir es lo que se tiene. Los y las narcotraficantes, bandidos, cumplen un papel fundamental en cada lugar, dependiendo de su zona de impacto, para algunos los narcotraficantes son héroes que alcanzaron “estatus” de manera rápida, para otros, son quienes les quitaron lo poco que tenían. En ambos casos, son hombres y mujeres de a pie y políticos que se suman a los delitos del narcotráfico cometidos por la guerrilla, los paramilitares y militares cómplices .

En estas estructuras de dinero, de poder, de violencia, las artes han desempeñado un papel fundamental. Algunos mafiosos, traquetos, narcotraficantes pagaron a músicos vallenatos para que los saludaran en sus canciones. Otros han pagado los inicios de la carrera de otros o han lavado dinero a través de “pauta” para poner en primer lugar a reconocidos músicos de reguetón. Y también están aquellos que compran obras de arte en esa búsqueda de prestigio y nobleza y un rápido ascenso en la sociedad. Y que sea este el momento de recordar el corrido//rap de C. Tangana, CAMBIA!, con Carín León y Adriel Favela, que dice “Crecí pensando que solo el billete me daría mi respeto, Que un hombre que no tiene pa' gastar, No es un hombre, solo un muñeco”.

Para algunos, traficar o hacer parte de la cadena de valor del narcotráfico, incluso desde el Congreso de la República, proporciona movilidad económica para sus carros blindados con chofer, ropa de marca, viajes y a la vez un sentimiento de pertenencia a un grupo con poder y la seguridad que esto implica.  En ese trasegar viene también el despliegue de violencia, la posibilidad de neutralizar valores. Se busca el respeto sin importar lo que eso signifique, incluso  cambiar los conceptos del bien y del mal, del honor y la deshonra. Para otros aún si no hacen parte de esta cadena de valor, los síntomas son los mismos, se busca ante todo la movilidad social de manera que se pueda obtener lo que de otra forma no se podría, con créditos impagables que permitan tener ese estatus que procuran las marcas de carros, fiestas millonarias y “buenas compañías”. 

Ojalá con este cambio de gobierno se vuelva a tener una mirada crítica a esta narcocultura, que sepamos que con los cambios que se avecinan podemos como sociedad interpelar los dilemas que se presentan cuando se trata de sortear las tentaciones de la inmediatez, la truculencia y la banalidad. El Ministerio de Cultura cumplirá un papel importante en este camino desarrollando competencias culturales que comienzan con la conciencia cultural y el compromiso de entender nuestras propias prácticas culturales como una base para comprendernos a nosotros mismos y a los demás en la diversidad. Para cultivar la voluntad y la capacidad de adquirir conocimiento. Esto implica fomentar el conocimiento por las diversas visiones del mundo, creencias, valores y actitudes.

Los cambios serán culturales o no lo serán. 

***

Contrarresto el malestar que me produce verme sumida en este relato cargado de elementos con los cuales no me identifico, lo hago oyendo Ruca y El Quinde de Barbacoas, quienes lanzaron con Discos Pacífico su primer álbum Dale Duro al Bombo, un disco cargado con los sonidos propios de la producción de Diego Gómez e Iván Benavides. Bajo la voz de la Ruca, una voz ronca, ancestral, un legado de inspiración que nos invita a adentrarnos en ese Nariño afro y Pacífico. También escucho a Cimarrón y su álbum La Recia, con la voz única de la maestra Ana Veydó acompañada del virtuosismo del arpa, para mí un remanso oír esas letras que nos llevan a los paisajes y animales de la región.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas