Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Acabo de ver la derrota de la selección Colombia de volibol a manos de Argentina en el mundial de mayores de ese deporte. Nada pudieron hacer nuestras compatriotas para controlar el brazo, la potencia y la infinita superioridad de Erika Mercado, escogida como la figura del partido, la gaucha que juega de opuesta (como se denomina a la principal atacante en ese maravilloso juego) y que —literalmente— nos acabó. Es una negra altísima que salta de forma impresionante.

— (Fabiola) Y el simio ese, que porque puso un millón de votos se considera la berraca del paseo, pobre simio, los simios gobernando.

— (Diáspora) Con ese simio, ¿a quién te refieres?

— (F) A Francia Márquez.

— (D) Aaahhh, ok.

— (F) A Francia Márquez, es un simio.

Al momento de pronunciar las anteriores frases, apertrechada en las escalinatas del costado sur del Capitolio Nacional, desde donde dominaba por completo el panorama de la enorme plaza de Bolívar, la señora Fabiola Rubiano parecía estar en una suerte de trance, como sintiéndose poseedora de una concluyente verdad que tenía que ser anunciada a los cuatro vientos porque ya no podría seguir siendo la guardiana de tamaña revelación, que terminaría por salvar al mundo, a su mundo, a su blanco y puro mundo, el ario, el biempensante, el productivo, el estudiado, el honesto, el perfecto mundo donde todos somos del mismo color de piel, de la misma estatura, que hablamos el mismo idioma, que tenemos el mismo acento, seguidores del mismo dios, fieles de la misma iglesia, que adoramos a los mismos, que nos amamos entre nosotros, todos tan níveos, tan pálidos, sin mezclas, sin mestizajes, que también odiamos a los mismos, a esos bajitos, morochitos, feos, pobres, guerrilleros, izquierdosos, comunistas, ladrones, atracadores, matones, maricas, negros, mejor dicho, en una palabra: simios.

— (D) ¿Por qué simio?

— (F) Ja, qué educación puede tener un negro.

Dorina Hernández es negra entre las negras. Nació en Chambacú, Cartagena, pero su vida ha sido San Basilio de Palenque, el símbolo de la rebelión contra la esclavitud española, el primer pueblo libre de este Nuevo Mundo, aunque aún siga siendo un pequeño y pobre corregimiento. 

Yo sé que hay mujeres con una hoja de vida más nutrida en términos académicos que la suya, pero a mí me gusta ella, sus orígenes, su tesón, su esfuerzo, sus logros, el cómo forjó su destino, la hija de un boxeador, la vendedora de plátano, la vocera de las palenqueras, la docente, la experta en lengua palenquera, la directora de cultura, la coordinadora de etnoeducación en el ministerio de educación, y ahora, la representante a la cámara licenciada en administración educativa, con maestría en educación comunitaria y estudiante de doctorado. 

-    (D) Para ti, ¿los negros no estudian?

-    (F) Los negros roban, atracan y matan, qué educación tienen.

Apostaría a que doña Fabiola no tiene un currículum tan así. Igual, tampoco importa mucho. Al fin y al cabo, no es negra.

La entrevista la hizo una integrante de @diaspora_social y fue publicada en esa cuenta de tuiter, aunque allí mismo advirtieron que el video había sido censurado en tiktok e Instagram. Me parece que es un testimonio valioso por lo repugnante, pues deja en evidencia ese silencioso racismo que pervive en nuestra sociedad y que comienza a ser manifiesto de forma exponencial desde que la vicepresidenta Francia Márquez asumió su cargo.

No sé si doña Fabiola ya se enteró de que “la negra esa” a la que tanto desprecia acaba de ser considerada por la prestigiosa revista Time como una de las 100 personalidades en ascenso del mundo entero, otra negra pobre y sin estudios, de esas que abundan en este país de 10 millones de negros, herederos de otros negros que han sobrevivido a la miseria, al abandono estatal, a la segregación y especialmente, al odio incubado de estos mestizos que se juran nórdicos, a las `doñasfabiolas´ que se creen descendientes directas de los Targaryen, las enésimas de su nombre, reinas de las pálidas, señoras de su casa y protectoras de su raza, la blanca, la que no roba, ni atraca, ni mata, señales particulares de los negros esos que —además— les da por gobernar.

— (F) Los negros roban, atracan y matan, qué educación tienen.

— (D) ¿Los blancos no? 

— (F) No, no mucho.

— (D) ¿No? ¿La mayoría son los negros?

Fabiola asiente con la cabeza.

Y luego suelta una sarta de incoherencias —que a muchos les resultan coherentes, ciertas, reveladoras, casi que dogmas de fe— contra todo lo que no le parece y contra todos los que no le gustan, y después a otra persona que la entrevista le dice sin pelos en la lengua: “Con un comunista no hay que pelear, un tiro en la mula y pal río”.

No se sorprendan, muchos en este país opinan igual que ella. Pero, van a pensar dos veces gritarlo a los cuatro vientos después de que el fiscal general anunciara la imputación a doña Fabiola por los delitos de actos de discriminación y hostigamiento agravado contra la vicepresidenta de la república. Destaco esta frase: “Era un caso emblemático y por eso lo esclarecemos en dos días”.

La llegada de Francia Márquez a ese frío palacete de la carrera octava me resulta refrescante, vistiendo de mil colores donde todo era gris, trayendo algo de autenticidad a esta formateada política de los mismos con las mismas. Admiro su carácter para enfrentar las adversidades que la han golpeado, la veo sincera visitando comunidades a donde nadie va y a donde ningún funcionario quiere ir mientras le reclaman que no haya asistido al funeral de la reina Isabel.

Allá ustedes, yo me siento felizmente representado por mi vicepresidenta, “la negra esa” a la que tanto desprecia una muy buena parte de nuestra blanca y pura sociedad.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas