Rodrigo Lara
18 Agosto 2022

Rodrigo Lara

No hay coimas ni caletas virtuales

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En todos los años que llevamos de lucha contra el crimen organizado, la eliminación de las transacciones en efectivo de más de 10 millones de pesos que anunció el Gobierno, puede convertirse en el golpe más contundente que se le pueda propinar al crimen y en una maravillosa oportunidad de inclusión y modernización financiera.

Deprimir el uso del dinero efectivo le ofrece al Estado herramientas inéditas para combatir el narcotráfico, la evasión de impuestos o la corrupción y al mismo tiempo conduciría a una extraordinaria metamorfosis del dinero tal como lo conocemos en el país: cuando ciertas cosas no se pueden pagar en efectivo, pues surge la necesidad de que el efectivo tenga una versión digital de la misma moneda. Es decir, un “peso virtual” o una Moneda Digital de Banco Central (MDBC) que coexista con los billetes, que los complemente o que incluso los reemplace en un futuro no muy lejano. Y que haga posible que las transacciones de dinero virtual que reemplacen el uso del efectivo, sean posibles para personas que no tienen una cuenta bancaria, las acepten en todo tipo de transacciones y tengan un respaldo por parte del Banco de la República.

En su magnífico libro El Futuro del Dinero, el profesor de la Universidad de Cornell, Eswar Prasad, resalta los impresionantes cambios y las grandes ventajas que implica la creación de las MDBC para países con poca inclusión financiera y con alto uso del efectivo. Y trae ejemplos interesantes como el de Uruguay, en donde primero se estableció que toda compra de vehículos o de finca raíz mayor a 5.000 dólares debe hacerse por medio de transacciones virtuales, para luego crear un piloto de MDBC que sirviera de respaldo a cuentas virtuales con el fin de que personas no bancarizadas pudieran realizar sus pagos a través de una aplicación luego de depositar su efectivo en una red de agentes autorizados.

La creación de una versión virtual del peso traería inmensas ventajas para un país como Colombia. Por un lado, aceleraría la formalización del trabajo y de muchas actividades económicas que hoy se realizan en la sombra y permitiría que los habitantes de las regiones más remotas del país tengan acceso a giros y medios de pago a costos mucho más bajos. Las ventajas en los pagos de subsidios serían enormes, porque podrían focalizarse con mucha precisión y llegar a los que de verdad lo necesitan. Y las remesas de los colombianos en el exterior también se abaratarían, facilitando su giro desde cualquier lugar del mundo.

En la lucha contra la evasión de impuestos, tal vez no exista mejor herramienta para combatirla. Para nadie es un secreto que muchos médicos, abogados, ingenieros, comerciantes o periodistas reportan ingresos muy inferiores a los que realmente devengan, los cuales en muchos casos son inferiores al monto que pagan mensualmente por sus créditos en los bancos.

En materia de lucha contra la corrupción y el narcotráfico, acelerar el declive del uso del efectivo llevaría a que los funcionarios corruptos piensen dos veces antes de recibir una coima, porque solo podría entregarse por medios trazables, que pueden ser documentados y reportados a las autoridades. Incluso, con un peso virtual ampliamente aceptado en la economía, se haría muy factible sacar de circulación los actuales billetes y reemplazarlos por nuevas denominaciones a fin de borrar inmensas fortunas ilícitas que permanecen encaletadas.

El Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra anunciaron en 2020 que empezarían a explorar activamente la posibilidad de emitir sus respectivas MDBC. Suecia y Canadá, países de muy bajo uso de efectivo, están muy cerca de emitirlas para respaldar la estabilidad financiera y la resiliencia de sus sistemas de pagos virtuales. Ojalá el Gobierno colombiano inicie rápidamente los pilotos del “peso virtual” tal como lo anunció el director de la Dian, Luis Carlos Reyes.

El éxito de nuestra MDBC dependerá de que se tomen buenas decisiones regulatorias. Por un lado, las medidas que se adopten no pueden convertirse en una amenaza insalvable para el sector financiero porque se corre el riesgo de perder la soberanía del ahorro nacional, pero, al mismo tiempo, el sector financiero no puede bloquear los inmensos desarrollos de Fintech que ofrece una MDBC en un país de baja bancarización y acceso al crédito. En últimas, la confianza en nuestra MDBC dependerá de la credibilidad del Banco de la República que la respalda y de la seriedad de las políticas macroeconómicas.

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