Tras las declaraciones de Aida Merlano en contra de Alex Char, el barranquillero debería ser expulsado de la Coalición Equipo por Colombia.
Según Merlano, los Char le dieron 6.000 millones para corromper electores. Dijo que Serfinanza, empresa de los Char, financiaba subrepticiamente a los políticos de ese cartel electoral. Agregó que destaparía chanchullos de los Char con contratistas corruptos. Afirmó que Alex le dio 500 millones el día previo a los comicios legislativos de 2018. Y remató diciendo que el exalcalde, su hermano Arturo y el patriarca Fuad urdieron el plan de su fuga (tentativa de homicidio incluida) para tapar los rastros de sus malandanzas.
Aparte de Alex Char la coalición Equipo por Colombia está integrada por David Barguil, quien planteó hace días que su primer acto de gobierno sería declarar la conmoción interior; Dilian Francisca Toro, la baronesa electoral del Valle del Cauca; Fico Gutiérrez, el nuevo favorito de Álvaro Uribe; Enrique Peñalosa, quien además de inventarse un doctorado que nunca tuvo, ha desfilado por cuanto partido y coalición política ha podido (el Nuevo Liberalismo, la Ola Verde y ahora el Partido de la U); y Aydeé Lizarazo del Partido Mira, la cuota cristiana de la coalición.
Esa pléyade de apóstoles de la democracia se enfrenta a un dilema ético interesante. Deben decidir si continúan haciendo política de la mano de Char, cuya integridad ha sido gravemente puesta en entredicho, o si lo expulsan de su coalición. Si van juntos a la consulta de marzo y Char gana, tendrán que apoyarlo en su aspiración presidencial. Podrían incluso terminar en su gabinete. Si Char pierde, el vencedor recibirá su apoyo y el de todo su clan, haciéndose merecedor, cuando menos, de un ministerio, embajada o gabela semejante.
La decisión sería fácil si se atuvieran a sus palabras.
En noviembre Peñalosa afirmó que “La principal causa de la corrupción en Colombia es por aquellas personas que hacen política creyendo que es para hacer dinero, para hacer negocios. Por eso los ciudadanos tienen que elegir bien a sus gobernantes”. Y el 4 de febrero dijo que es hora de “ir pensando no cuál es el candidato que más habla y culpa a otros, sino cuál es el que más trabaja de verdad, con cero corrupción”.
Por su lado, Barguil lleva años cacareando su compromiso contra la corrupción. En diciembre del año pasado planteó -como la gran cosa- la idea de que quienes participen en hechos de corrupción queden inhabilitados de por vida, sin posibilidad de administrar recursos públicos, ignorando que esa inhabilidad ya está consagrada, ni más ni menos, en el artículo 122 de la Constitución, gracias a la reforma introducida por medio del Acto Legislativo 01 de 2009. (Por favor que alguien asesore a los políticos, que no paran de hacer el oso con propuestas absurdas, inocuas o estúpidas).
Además, en pleno debate de precandidatos, dijo que los principales frentes en los que trabajará, de ser elegido presidente, serán en “extirpar el cáncer de la corrupción” y “enfrentar a los poderosos”. Pero ese discurso no es nuevo. Desde septiembre de 2015 ya decía que “La gente está cansada de políticos envueltos en escándalos de corrupción”. Incluso un año antes, decía que tenía clara la importancia de “la defensa por la familia, hacer una política justa y alejada de la corrupción”.
Dilian, por su parte, ha reiterado su compromiso con la lucha contra la corrupción en muchos escenarios, en parte como respuesta a las innumerables acusaciones en su contra relacionadas con el sector salud. La última vez lo hizo en diciembre de 2020, cuando afirmó que “todos los líderes de nuestro país debemos trabajar en recuperar la confianza en la institucionalidad desde la transparencia, el servicio y la honestidad de cara a los colombianos”.
El preferido de Uribe no se queda atrás. Hace una semana se comprometió a enfrentar con autoridad la corrupción, después de afirmar que ese flagelo “está desangrando al país”. A principios de diciembre pasado se solidarizó con la indignación de la gente, diciendo: “Cómo no va a estar emputada la gente ante tanto abandono y corrupción”, y también manifestó que “para derrotar la corrupción tenemos que trabajar desde los valores”.
Pero en noviembre del año pasado ya decía que “La corrupción nos tiene jodidos”. Y agregaba que “La gente se cansó del discurso de corrupción y de que no se hagan bien las cosas en muchas regiones. Para que el país avance hay que sacar a los corruptos y a los violentos”.
Por último, está Aydeé Lizarazo, dirigente y candidata a la presidencia por Mira, quien desde hace años ha elevando la voz en contra de la corrupción, el secuestro y a favor de la familia, lo cual recalcó el 30 de enero, cuando dijo que trabajaría por un “gobierno de valores para vencer la corrupción” - valores que Alex Char parecería tener en poca estima.
En vista de todo lo anterior, uno esperaría que la señora Lizarazo, que preside una organización que dice representar las virtudes más caras a la moral cristiana, al igual que todos los demás candidatos de la Coalición Equipo por Colombia, acordaran la expulsión de ella de Alex Char, quien, según el testimonio de Aida Merlano y toda la documentación que ha entregado a la Corte Suprema de Justicia de Colombia, ha participado en numerosos actos de desvío de recursos públicos, tráfico de influencias, corrupción al elector, y hasta secuestro y tentativa de homicidio. Una joya. Pero supongo que invocarán el derecho a la presunción de inocencia para salir del problema.
Pronto sabremos el nivel de coherencia de este grupo de políticos con la causa anticorrupción. Puedo equivocarme, pero si tuviera que apostar, apostaría que ninguno tendrá el coraje de hacer a Char a un lado. Al fin y al cabo, necesitan la plata de los Char y su maquinaria compradora de conciencias.