Weildler Guerra
23 Diciembre 2022

Weildler Guerra

Un tiempo para contar historias

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Esta época del año parece ser en diversas sociedades humanas el tiempo indicado para contar historias. Mientras en el Caribe la luz del sol refulge y el viento juega impredecible en las calles y caminos, entre los Koyukon del noroeste de Alaska el frio invierno cae con intensidad. La gris estación acorta la luz del día e invita a contar historias acerca de la modelación del universo. Algunas de estas historias requieren varias noches para ser contadas en su totalidad. Las narraciones no son consideradas como parte de un entretenimiento ficcional. Ellas hablan de los pilares del funcionamiento del mundo y de los eventos que llevaron a su transformación en una época llamada el Tiempo-Distante. En esa dimensión del tiempo, según los Koyukon, fueron establecidas las reglas que gobiernan el comportamiento humano hacia diversas entidades naturales como animales, astros, vientos, cerros y plantas.

Muchas agrupaciones humanas no perciben el tiempo en un continuum lineal episódico que alberga las nociones separadas de pasado, presente y futuro. Ellas tienen complejas prácticas de codificación del tiempo. Los aborígenes australianos hablan de la era del sueño. Con este término pueden referirse a ambas cosas: a un conjunto de historias o a una época creativa de la cual forman parte dichas historias. Las narraciones registran cómo sus ancestros viajaron, pelearon, y, finalmente, se convirtieron en piedra o volvieron a la tierra en donde hoy permanecen. Sus acciones crearon el mundo y el paisaje en la forma en que ahora existe. Los lugares en los que dejaron sus huellas son sitios sagrados que conservan su potencia ancestral dado que forman parte de un orden referencial 

En el norte de Suramérica los wayúu conciben una era llamada wayuu sumaiwa en la que todos los seres vivientes estaban entremezclados.  Inicialmente hay una humanidad universal que incluye estrellas, plantas, animales, vientos, colinas y otros tipos de seres. Todos ellos comparten una apariencia humana: tienen instituciones sociales y pueden comunicarse entre sí a través de la misma lengua. Los seres poseen y transmiten conocimientos a otros como el tejido, la música, la curación, la alfarería, la agricultura y la guerra. Los fundamentos de las relaciones sociales como el parentesco, las normas sociales, el antagonismo, el amor o la amistad se establecieron en esa dimensión temporal. A algunos de esos oficios, instituciones, y emociones, les corresponde una historia.  

Existe también un tiempo transformativo. Muchas narraciones contadas al abrigo del fuego registran cómo algunos humanos fueron transformados en plantas, cerros, animales y astros. Atribuyen estos eventos a que la tierra es misteriosa, a vastos diluvios e inundaciones y al hecho de que algunos de esos seres quebrantaron las normas sociales y fueron castigados por figuras semidivinas. Todos conservan hoy una humanidad residual a pesar de su apariencia. Un animal, un cerro o un árbol es visto como un humano caído, o un exhumano morfológicamente cambiado en un tiempo transformativo. 

Es Navidad, una fugaz y recurrente estación del tiempo cristiano. Ella trae consigo la frase de San Agustín: “La eternidad es el ahora de Dios”. Diciembre puede ser un buen tiempo para contar historias, pero también un tiempo para preguntarnos: ¿Cómo esos variados tiempos míticos se introducen en el aquí y el ahora del tiempo social en curso?   

wilderguerra@gmail.com

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