Daniel Schwartz
1 Febrero 2023

Daniel Schwartz

Algo se prende fuego

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No puedo dejar de pensar en el meme del perrito cuando pienso en el nuevo gobierno. Mientras su casa está en llamas, el perrito dice que todo está bien a sabiendas de que todo está mal. Quizá por eso de los afectos es que no me he dejado alterar por las llamas. Cuando el candidato por quien uno ha votado gana, automáticamente se vuelve uno mismo un poquito más indulgente y deja que el fuego se lleve los problemas. No quiero alarmar a los lectores: estoy convencido de que esta era la mejor opción y que un gobierno de Rodolfo Hernández habría arrasado la casa mucho antes de que llegara un incendio. En los primeros tres meses de su gobierno, la popularidad de Iván Duque ya estaba en el piso. La de Petro, a pesar de la incertidumbre sobre sus promesas sociales, roza el 50 por ciento de aprobación.

En esta última semana estoy pasando una pequeña crisis de desencanto. Como sucede a veces con el amor romántico, de pronto caemos en la cuenta de que algunos gestos del ser amado pueden ser molestos; la forma en que mastica y sus ronquidos molestan más de la cuenta, y comprendemos que ya no estamos enamorados. Esta fue una semana de aceptación, del final de la fascinación que tuve por el nuevo gobierno, del final de una ilusión que creí más duradera. 

Me molesta, sobre todo, que se confirmen algunas de las críticas que muchas personas lanzaron prematuramente contra el nuevo gobierno, y que ahora inflan el pecho como si fueran el oráculo más certero. En particular, me refiero a las críticas fundamentadas en la idea de que la izquierda es el opuesto a la técnica y al pragmatismo. La izquierda también tiene cuadros técnicos y tiene buenos diagnósticos técnicos, y sabe encontrarles solución a los problemas. Es muy pronto para juzgar los logros del nuevo gobierno, pero muchos de los nombramientos hechos en algunas instituciones claves permiten vaticinar que el simbolismo se está imponiendo sobre el conocimiento.

Buena parte de los nombramientos obedecen más a la identidad de la persona que a su idoneidad para asumir el cargo. En el nuevo paradigma del progresismo importa más lo que representa una persona que lo que ha hecho o puede llegar a hacer; parece ser que lo importante para conformar gobierno es la representatividad, antes que nada, para cumplir con las cuotas de la ideología y del país diverso.

El nuevo gobierno, o mejor, el nuevo presidente, ha resuelto que basta con que una persona tenga una trayectoria destacada en un campo para encargarse del asunto desde el gobierno. Y algunos ministros nombrados en su gabinete son excelentes funcionarios. Pero ser una buena directora de teatro no garantiza una buena ministra de Cultura; ser una médica crítica del sistema de salud no garantiza una buena ministra de Salud; un estudioso del Oriente Medio no será por eso un buen embajador; haber vivido en China tampoco garantiza un buen desempeño como embajador; una vecina, por más buena que sea, no necesariamente hará una buena gerencia del ICBF. El simbolismo es importante, por supuesto, pero su impacto se diluye rápidamente y aparecen de repente las grietas de la inoperancia, las dificultades y la inexperiencia para liderar un equipo, para formular una política pública. De poco valdrá ahora la excusa del aprendizaje, aunque sí le haya servido durante más de un año a Iván Duque.

El gobierno, o mejor, el presidente, es terco y a la vez está lleno de dudas. Terco porque promete cosas que no puede cumplir, como asegurar que no subirá la edad de pensión. Lleno de dudas porque luego de cada pronunciamiento de un ministro, hay otro que lo controvierte.  Esto muestra que Petro no es el mejor liderando su equipo de trabajo, a pesar de ser un gran líder político. Esta semana renunció Felipe Bayón, presidente de Ecopetrol, justo cuando el Ministerio de Minas y Energía sufre su mayor crisis de liderazgo; la exviceministra Belizza Ruiz señaló como mentirosa a la ministra Irene Vélez, quien, a pesar de los reparos constantes del ministro de Hacienda, se contradice cada vez que habla de los contratos de exploración; por otro lado, el ministro de Educación le tira pullas a la reforma que promueve el Ministerio de Salud. Luego de haberse anunciado un proyecto de ley para bloquear las plataformas de movilidad privada, el ministro de Transporte, Guillermo Reyes, anunció que ese proyecto ya no va. Ni hablar del embajador en Emiratos Árabes, Víctor de Currea Lugo, acusado públicamente de acoso, quien tuvo que renunciar, en vez de que el gobierno supuestamente feminista lo removiera inmediatamente del cargo. Este mismo gobierno, que ignoró las denuncias de acoso contra De Currea, argumentó cínicamente que los ataques de la opinión pública a dos de sus ministras fueron por machismo.

La respuesta a estas críticas y tantas otras ha sido el contraataque. Durante los últimos días, el presidente ha utilizado sus redes sociales para atacar no solo a la prensa, sino también a los periodistas que lo critican. Y entre más ladra el perro, más parece que las cosas no van bien. Espero que Gustavo Petro sea capaz de enderezar el timón y podamos tener una segunda luna de miel.

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