Juan Camilo Restrepo
30 Marzo 2023

Juan Camilo Restrepo

Corrupción del siglo XXI

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Las noticias que llegan de Venezuela sobre la corrupción que se ha destapado en PDVSA quizás no tenga precedentes. No solo le ha costado la cabeza al poderoso ministro de petróleos y alto jerarca del régimen, Tareck El Aissami, sino a un nutrido grupo de sospechosos, algunos con vínculos reconocidos con Colombia como el inefable Alex Saab y su llave, el oscuro señor Pulido.

El sistema que se inventaron no podía ser más burdo y chocante: como el brazo de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a Venezuela cobija a PDVSA, la corrupción ideó el sistema de que quien facturaba las ventas de petróleo a compradores del Oriente Medio no era la petrolera misma sino una constelación de empresas de medio pelo, que no le han reintegrado a la tesorería de PDVSA grandes cantidades de los recursos obtenidos con estas ventas camufladas. 

Las cifras que han circulado son todas impresionantes: van desde 3.000 millones de dólares hasta más de 20.000 millones de dólares, en lo que lleva las trazas de convertirse en la mayor operación de corrupción del socialismo del siglo XXI.


Todo esto lo traigo a cuento (más que para describir los detalles de tan repudiable operación de corrupción que han sido ampliamente divulgados) para que nos sirva de advertencia a los colombianos, para no emprender negocios ligeros con un régimen que como el de Caracas lleva el ADN de la corrupción gravado en la frente.

No es por haber restablecido relaciones diplomáticas con el gobierno del señor Nicolás Maduro (lo que está bien) que debemos lanzarnos alocadamente a concluir acuerdos comerciales con el Estado venezolano o con las empresas controladas por este. El riesgo es muy grande.

Pienso concretamente en dos negocios que algunos habían hecho circular con más entusiasmo que aplomo: comprarle gas a Venezuela y que el Estado colombiano adquiera a Monómeros. 

Ambos negocios se han caído esta semana, pero el solo hecho de que se hubieran cancelado las tratativas en curso sirve de alerta de lo que puede suceder sino se actúa con sumo cuidado.

Sobre la compra de gas nadie ha probado la necesidad de hacerlo. Los recientes hallazgos tanto costa afuera como en tierra firme son halagüeños. Lo que aconseja que antes de enredarnos en complicadas negociaciones con Venezuela para comprarle el hidrocarburo y rehabilitar el desvencijado gasoducto que existe, lo que resulta apremiante es clarificar el panorama de nuestra propia exploración doméstica. Y dilucidar los nubarrones de la llamada transición energética y no suspender la firma de nuevos contratos de exploración a fin de recuperar las debilitadas reservas. 

Afortunadamente la empresa que estaba dando los primeros pasos para formalizar la adquisición de gas venezolano (Prodata Energy C.A) voló a anunciar que desistía de su propósito, por el posible involucramiento de uno de sus socios con el escándalo.

Y en cuanto a Monómeros hay que andar también con pies de plomo. Todo lo que se sabe hasta el momento es que la situación industrial de esta empresa es deplorable. Debemos recordar que para adquirir fertilizantes en el mundo moderno no hay que enredarse con la compra de unos fierros viejos como parece que son los de Monómeros. 

Nada bien sonaron por tanto las entusiastas palabras de Nicolas Petro a su exseñora, abriéndole los ojos de que con Monómeros dizque había un “negocio grande entre manos”.  

Si se decidiera que Colombia compre a Monómeros por razones de soberanía en materia de fertilizantes, esa adquisición debería hacerla el sector privado con todas las cautelas del caso. Y no el Gobierno colombiano; o Ecopetrol como aconseja con precio sugerido y todo (300 millones de dólares) nuestro embajador en Caracas. Afortunadamente Ecopetrol ya anunció que tampoco estaba interesado en este negocio.

El exministro Andrés Valencia ha hecho unas cuentas sencillas pero claras: el margen comercial de Monómeros es del 15 por ciento. Si los fertilizantes se subsidian por ejemplo en un 30 por ciento como se ha sugerido, ello significaría que el dueño de Monómeros tendría que ponerla a trabajar a pérdidas. No hace mucho sentido comprar una vieja planta por 300 millones de dólares (eso se ha dicho que vale) para ponerla a producir pérdidas. En tal caso sería más barato para el fisco subsidiar fertilizantes importados.

Lo que se ha revelado por estos días sobre el monumental escándalo en PDVSA debe llevarnos a ser muy circunspectos antes de emprender negocios de gobierno a gobierno con personeros del socialismo del siglo XXI.  

El solo hecho de que la firma que andaba en tratativas para importar gas del vecino país y que Ecopetrol con la compra de Monómeros hayan anunciado que se bajaban de estos negocios –inmediatamente estalló el escándalo– es bien diciente.

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