Diego Eliécer Sánchez Lozano tiene 61 años, siempre ha vivido frente al mar y la mayor parte de su vida la ha dedicado a la pesca artesanal, así que se la ha pasado entre el agua y la tierra firme; hizo estudios técnicos de investigación biológica marina porque le gusta seguir aprendiendo sobre el lugar donde siempre ha vivido, el que le ha dado sustento. Miguel Mena Palacios nació en Nuquí y vive en Bahía Solano desde su niñez, siempre se ha dedicado a la pesca artesanal, esta ha sido el trabajo de toda su vida. Dice Miguel que su fortaleza y su debilidad es pescar, que no hace más nada sino eso. Ana Zita Pérez Serna nació y fue criada en Bahía Solano, de profesión es tecnóloga pesquera de la Universidad Tecnológica del Chocó. Actualmente es la presidenta del Grupo Interinstitucional y Comunitario de Pesca Artesanal del Pacífico Chocoano, una alianza comunitaria que trabaja en pro del desarrollo y ordenamiento pesquero de esta región. A Ana Zita le interesa el trabajo comunitario, por el cual se ha entregado con alma, vida y corazón, como lo hace con lo que ella llama las causas nobles, que apoya con responsabilidad y amor. Antonio Jaramillo Arango es historiador de la Universidad de los Andes, magíster y doctor en Estudios Mesoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde también realizó una estancia posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Históricas. Sus investigaciones se han centrado en la práctica de la navegación en tiempos prehispánicos en la costa del Pacífico del norte suramericano.
Antonio, Ana Zita, Miguel y Diego se encontraron en una conversación titulada Escuchar la voz del Pacífico a través de sus navegantes, programada en el marco de FLECHO Bahía Solano. Más de sesenta personas los escucharon atentamente, les plantearon preguntas y se despidieron con emotividad luego de algo más de una hora de intercambio de ideas interesantes sobre la pesca, el mar y las embarcaciones, a orillas de ese Pacífico que ha marcado el ritmo de la vida de los que nacimos y vivimos en Bahía Solano, como de las investigaciones de Antonio.
Esta ha sido una de las muestras icónicas de las conversaciones de igual a igual que se van convirtiendo en un sello de nuestra Fiesta de la Lectura y la escritura FLECHO, que este año tiene por tema Voces. En varias entrevistas me han preguntado por la ausencia de figuras mediáticas de la literatura nacional y la alta presencia de invitados locales. He respondido que sí tenemos entre los invitados a grandes autores colombianos, al igual que algunos emergentes, lo que ocurre es que aquí nos alejamos del culto a la figura del autor como eje principal de un evento del libro, y ponemos en el centro las conversaciones, los encuentros en los que participan anfitriones y visitantes, las comunidades que llegan a nuestros eventos y quienes los organizamos.
Esas manidas categorizaciones verticales de expertos y espectadores, invitados y beneficiarios o asistentes, tienen que dejar de ser la constante en los espacios de encuentro alrededor de la cultura y la palabra, mucho más en nuestros territorios racializados, donde históricamente hemos sido tratados con condescendencia e infantilización, y se ha desconocido la agencia de la ciudadanía de cada población.
Tener estas claridades nos ha permitido, en cabeza de Christian Vásquez Infante, construir una programación que se mueve con la cadencia que lleva el Atrato hasta desembocar en Turbo, y al ritmo de las mareas del Pacífico que hacen correr hacia atrás al San Juan, y así trae a la mesa temas de gran importancia como la representación afro en la literatura, la minería, los géneros literarios, los alabaos, los procesos étnico territoriales, el racismo, la planeación en territorios de agua, las músicas, las políticas de género, la gestión cultural, los modelos de desarrollo, entre muchos otros, abordados desde la mirada de una maestra, de un astrofísico, un líder comunitario, un cuentista, una ilustradora, una poeta, un pintor o una baharequera.
