Martín Jaramillo Ortega
7 Marzo 2024

Martín Jaramillo Ortega

Denuncias en el arbitraje colombiano

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Uno de los escándalos arbitrales más recordados en la historia del fútbol se dio el 17 de julio de 1968 en El Campín. Fue un partido entre la Selección Colombia vs. Santos, el Santos de Pelé. Al minuto 42’ O Rei insultó al árbitro Guillermo 'el Chato' Velásquez por no pitar un penal luego de una falta de El Camello Soto. Después de un diciente “Filho da puta” vino la  tarjeta roja y Pelé se tuvo que ir a las duchas. Lo curioso de la historia es que los empresarios, hinchas y directivos de aquel partido hicieron que se reversara la roja y Pelé volviera al campo para el segundo tiempo. El que no volvió fue el Chato Velásquez, cambiaron de árbitro. Fue la única expulsión al brasileño. 

45 años después el Chato fue protagonista de otra escena surreal. Daniel Samper Ospina logró que el periodista argentino Martín Caparrós le cobrara un penal a Óscar Córdoba en la cancha de banquitas del parque de Usaquén en Bogotá. Para colmo, el acto fue pitado por Velázquez y, aún peor, fue gol. 

Otro escándalo, este no grato, se dio en 1989. El árbitro Álvaro Ortega fue asesinado por el Cartel de Medellín luego de un partido entre el DIM y el América. El torneo se declaró cancelado. Ahora bien, contradiciendo a quienes dicen que la historia de Colombia no es tristemente circular, el sábado pasado, 2 de marzo de 2024, el sobrino de Álvaro Ortega, Carlos Ortega, fue amenazado por supuestos hinchas del Deportivo Cali previo al juego contra Once Caldas en Palmaseca. “Pita bien, tu familia te espera”, decía la amenaza. 

Impartir justicia no es una tarea fácil y en el pasional mundo del fútbol es aún peor. Los árbitros son vistos como señores vestidos de luto, recientemente también de amarillo, que aciertan en las decisiones que nos favorecen, pero son unos ‘filos da puta’ para ponerlo en términos de O Rei Pelé cuando dictan justicia en nuestra contra. 

Ahora, ejercer esta tarea en Colombia es aún más difícil y peligroso. El arbitraje colombiano se convirtió en un cóctel de tragos amargos: malos desempeños, violencia en su contra, denuncias de acoso sexual, malos pagos y pocas garantías laborales. 

Vamos uno por uno. No recuerdo un fin de semana reciente en que no hayan sido tema de conversación los malos arbitrajes. El fútbol casi que pasa a un segundo plano al momento de ver si Carlos Bacca, por poner uno de los ejemplos más recientes, estaba en fuera de lugar o no, o si intercede en la jugada o no. Más aún, cuando existe un equipo VAR que dice estar especializado para saber sortear esta clase de jugadas, pero cada fin de semana deja más expuesta su impericia. Si en algo estamos todos de acuerdo, espero, es que en el fútbol hablar del reglamento es lo más aburrido.  

La violencia es visible para todos. Pancartas con la frase “cuando matemos a un árbitro van a dejar de robarnos” se han visto en los estadios del país. La más reciente es la ya mencionada amenaza al árbitro Ortega en Cali. Hecho a todas luces repudiable y que, además, empañó la expectativa de que Dayro Moreno, en caso de haber marcado gol, se convirtiera en el máximo goleador histórico de la liga nacional. 

De igual forma, las denuncias por acoso sexual por parte de Óscar Julián Ruiz no paran. Ruiz es, según la IFFHS, uno de los diez mejores árbitros de la historia, pero es más sonado por las denuncias de acoso sexual en su contra. La más reciente es la denuncia hecha por el árbitro Harold Perilla en el videopodcast Historias Secretas del periodista Alejandro Pino Calad. Cuenta Perilla que "hay árbitros que se la pasan en la casa de Óscar Julián (Ruiz) con nivel pésimo. Yo tuve que ser víctima del acoso de Óscar Julián durante muchísimos años. Él estuvo asediándome durante los cursos y, como tiene el poder, insinúa que te va a ir bien y tienes que estar con él. Saluda a todo el mundo de abrazo, pero cuando lo hacía conmigo, lo hacía de forma morbosa, me decía que le encantaba". Comenta también que son Ruiz e Imer Machado quienes toman, con base en presuntos favores sexuales, las decisiones de quienes pitan y quienes no. 

También es cierto que lo árbitros en Colombia están mal remunerados y cuentan con pocas garantías laborales. ACOLFUTPRO denunció el 27 de febrero de 2024 la necesidad de profesionalización del arbitraje colombiano. Como estamos hoy en día, un árbitro gana como máximo, si lo llaman, 2’735,000 pesos por partido que pite y no tiene un contrato laboral. Es decir, un árbitro profesional no percibe ninguna remuneración fija mensual y ésta depende únicamente de que lo llamen a impartir justicia. En este caso, la palabra ‘profesional’ deja de ser un adjetivo. 

La precaria seguridad laboral también deja a los jueces en el ojo del huracán. Siguen creciendo las especulaciones sobre amaño de partidos y sobornos a árbitros y jugadores. Su inseguridad laboral da indicios de desencadenar en una necesidad financiera y deja, cuanto menos, un mal olor en el ambiente. Más cuando las apuestas andan vigentes.  

Hay varias partes de esta historia vergonzosa del arbitraje colombiano que merecemos saber. Les pregunto, señores Ramón Jesurún, Álvaro González Alzate, Fernando Jaramillo, Óscar Julián Ruiz, Imer Machado y demás implicados: ¿Qué hay de cierto en las declaraciones de Harold Perilla sobre acoso sexual, abuso de poder por medio de favores sexuales y amaño de partidos? ¿Para cuándo la profesionalización del arbitraje? ¿Bajo qué criterios se designan los árbitros? ¿Qué acciones se pueden tomar para contrarrestar tanta violencia?

PS: De lo poco rescatable que ha dejado el fútbol recientemente es ver a Sergio Galván Rey, quien es hasta el momento el goleador histórico del Fútbol Profesional Colombiano, deseándole suerte a Dayro Moreno, quien de anotar un gol le quitaría el récord. Qué ejemplo de gallardía y gentileza. 
 

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