Sebastián Nohra
6 Marzo 2024

Sebastián Nohra

El gobierno del conocimiento

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Es normal que cuanto más cerca se está del poder, más lejos termina un político de lo expresado en su campaña. No podemos ser tan mezquinos como para pretender que un gobierno sea un copy-paste de su programa electoral. En el medio, las circunstancias cambian, la gestión tiene una velocidad compleja y también debemos aceptar cierta dosis de mentira y cinismo que trae el circo de la política. 

Ahora, hay contradicciones que no podemos dejar pasar. Hay traiciones a la palabra que merecen castigo.

A Gustavo Petro duramos muchos años oyéndole decir que su “gobierno sería el del conocimiento”. Que la ciencia y el saber reemplazarían a la barbarie y que el mérito y el sacrificio se abrirían paso ante el poder de tecnócratas privilegiados que nacieron con el mundo a sus pies. 

A menos de que el circulo íntimo del presidente crea que él encarna la nueva era de la ciencia y el saber, es evidente para todos que su política de nombramientos está muy lejos de representar “un gobierno del conocimiento”. El filtro de entrada al gobierno es el nivel de lealtad y no la hoja de vida ni los conocimientos. 

Ganaron legítimamente las elecciones y tienen el derecho de darle un giro a lo que llaman “el paradigma hegemónico neoliberal” en la dirección del Estado. Adelante, ni más faltaba. Pero en vez de buscar y elegir a personas brillantes y preparadas que comparten su visión del mundo, crearon un club de groupies del presidente sin las herramientas para dirigir tareas y organismos de una gran complejidad. 

Cielo Rusinque, Gustavo Bolívar, Alexander López, Laura Sarabia, Carlos Carrillo, Álvaro Ninco, entre muchos otros, se saltaron varios metros la fila del mérito y la preparación que el presidente pregonó durante varios años. Tendrán méritos para otras cosas, seguramente. Pero no para sus actuales cargos. 

Este debate sofista que nos proponen entre activistas empáticos vs. tecnócratas crueles, es una distracción para no admitir que serán ahora un gobierno de políticos profesionales y que nadie se puede correr un centímetro de la línea que se baja. 

Al final, todo es más simple. Lo que debe importarnos es si la persona en cuestión está apta o no para solucionar los problemas que trae su cargo. Borraron la frontera del sentido común y parece que es “de derecha” pretender que el director de la Gestión del Riesgo sepa de prevención y atención de desastres. 

En el discurso del presidente la charlatanería desplazó al conocimiento. El especialista, aquella persona que ha dedicado su vida a saber mucho de algo en particular, ha sido despreciada e ignorada. Basta con tener relevancia política y mucha obediencia. La consecuencia de tanta verticalidad y obediencia como señales y dinámicas de gestión son contrarias a la construcción de conocimiento. 

Así funciona el ejército. Se instruye para seguir órdenes y ejecutar. El ambiente donde el conocimiento y la creatividad pueden ser fértiles es otro muy distinto.

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