María Fernanda es una niña de 12 años que vive en la localidad de Suba en Bogotá. Escribió un cuento muy bello y dramático a la vez. Lo tituló “Vivir sin miedo”. Inicia así: “¿Cómo vivir sin miedo? Es lo que todos se preguntan, pero nadie tiene una respuesta clara. Mi fantasía es poder salir al colegio sin que mi familia se preocupe por mí. Lo que más anhelo es vivir en un mundo sin violencia, sin delincuencia. Poder estar en el parque sola, sin que me llamen cada cinco minutos…”.
Este párrafo plantea varios interrogantes, pero quizá el más básico: ¿Por qué hemos construido un mundo en el que los niños y las niñas sienten que no pueden vivir sin miedo en su ciudad, en su colegio o en un parque? Las cifras que se recogen en los colegios de Bogotá y el país son angustiantes.
Bogotá cuenta con el “Sistema de Alertas de la Secretaría de Educación” en el que se reportan las situaciones de presunta vulneración de derechos humanos, sexuales y reproductivos, y eventos de afectación de la salud mental y física de los estudiantes. En el cuatrienio 2020-2023, se presentaron 175.794 casos de presunta vulneración. Solamente en 2023 tuvimos 78.779 alertas, categorizadas así: Abuso y violencias: 26.201, Conducta suicida: 9.533, Consumo de sustancias psicoactivas: 6.431, Trastornos de aprendizaje y del comportamiento: 1.015, Maternidad y paternidad temprana: 696 y Accidentalidad escolar: 34.903. Todos los casos son dramáticos, son vidas en juego y familias enteras que conviven con estas graves problemáticas. Llama la atención uno que aumenta considerablemente en el reporte: Abuso y Violencias.
Este módulo del Sistema de Alertas pemite conocer los casos de presunto hostigamiento escolar y violencias de tipo sexual, económica, física, psicológica, negligencia o abandono; que ocurren en cualquier entorno, no solo el colegio. En el último cuatrienio se presentó un incremento del 242 por ciento en el número de casos pasando de 6.138 (2020) a 26.201 (2023). Las niñas son las más afectadas por la violencia y particularmente por la violencia sexual. En los estudiantes hombres, el principal tipo de violencia reportado fue la violencia física y se presenta principalmente en la adolescencia. La “agresión entre pares” (compañeros del colegio), creció en el cuatrienio en un 1.562 por ciento. En 2023 se reportaron 3.117 casos de acoso escolar. Y nuevamente, las principales víctimas fueron estudiantes mujeres. Dolorosamente a partir de la información registrada, se evidencia que el hogar sigue siendo el lugar de mayor vulneración para estudiantes de la capital, ya que para este año se registraron más de 12.000 casos de violencia en donde el agresor era una integrante de la familia.
A nivel nacional se cuenta con el “Sistema de Información Unificado de Convivencia escolar” que permite el registro de presuntas situaciones de vulneración en contra de los estudiantes y recoge información de 13.547 establecimientos educativos y 94 secretarias de educación. Cuenta únicamente con tres módulos, por lo que no es posible hacer comparaciones con el sistema de alertas de Bogotá. Los tres módulos son: Convivencia escolar (incluye acoso y violencia), Embarazo adolescente y Consumo de sustancias. En el primer módulo se registraron 9.885 casos en 2023. Claramente hay subregistro. Entre las principales conductas reportadas, se destaca el daño psicológico y el daño físico. Nuevamente las estudiantes mujeres, son las más afectadas. Como sucede en Bogotá, el lugar de ocurrencia de la violencia sexual es prioritariamente la casa y en segundo lugar el colegio.
¿Por qué los niños y las niñas no pueden vivir sin miedo? ¿No debería ser el hogar, el territorio seguro para ellos y ellas? ¿Qué ejemplo de convivencia damos los adultos para aprender a vivir en paz? ¿Por qué no les protegemos? ¿Están las instituciones educativas preparadas para manejar los conflictos que se dan al interior de estos espacios?
La convivencia escolar se construye y se transforma a partir de las acciones de cada uno de los integrantes de las comunidades educativas, incluyendo las familias. La formación de la niñez no depende únicamente del colegio. Es necesario trabajar conjuntamente entre los niveles nacional y territorial, buscando el desarrollo de procesos pedagógicos que fortalezcan las capacidades socioemocionales en estudiantes y familias, y que posibiliten la reducción de situaciones de violencia y agresión entre todos los miembros de las comunidades educativas. Las escuelas deberían ser territorios de paz.
Es incomprensible que no haya generado alarma en el país el lamentable caso que ocurrió hace un par de semanas en Pereira. Allí falleció un estudiante de 13 años que fue apuñalado, en el salón de clases por un compañero de su institución educativa. La indiferencia generalizada no crea un espacio de reflexión que permita cambiar la manera como tratamos a nuestros niños, niñas y adolescentes. La noticia pasó y se desdibujó ante las turbulencias políticas, sociales y económicas que vivimos. La empatía y el respeto por el otro es el primer paso para entender que lo verdaderamente importante está en garantizarles a ellos y ellas una vida feliz. ¡Merecen vivir sin miedo!