Mauricio Cabrera
9 Marzo 2024

Mauricio Cabrera

¿La inteligencia artificial acaba el empleo?

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Dos amenazas se ciernen sobre el proceso de creación de empleo y, por lo tanto, sobre las posibilidades que van a tener las grandes mayorías de la población de encontrar empleos decentes que les proporcionen ingresos para una vida digna: uno, la creciente automatización y el mayor uso de robots en los procesos productivos; dos, el desarrollo de la inteligencia artificial generativa (Gen-IA) que es capaz de generar productos y contenidos que reemplazan a los humanos. Es lo que se ha denominado la cuarta revolución industrial:

 “La automatización va a destruir millones y millones de empleos”. “Con la inteligencia artificial cada vez habrá menos trabajos que un robot no pueda hacer mejor, y esto representa un gran desafío social por el desempleo masivo que se va a crear”. Son afirmaciones de gente que sabe por qué lo dice.

La primera es de Harari, el historiador que ha analizado, con mucho acierto, las grandes tendencias de la humanidad; la segunda es de Elon Musk, no solo uno de los hombres más ricos del mundo, sino uno de los empresarios que más está impulsando el desarrollo de la inteligencia artificial.

Automatización y trabajos manuales

La utilización de máquinas para sustituir de manera más eficiente las labores realizadas por los trabajadores ha sido la característica central del desarrollo desde las épocas de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII. Pero siempre había sido un proceso de destrucción creativa, para usar el término de Schumpeter, es decir, a la vez que se destruían puestos de trabajo en algunos sectores, se creaban otros nuevos en otras industrias.

Cuando una empresa compra maquinaria para automatizar su producción, despide trabajadores, pero las empresas que fabrican las máquinas tienen que contratar más trabajadores, lo mismo que las que les prestan servicios de mantenimiento y reparación. 

Por supuesto este ciclo de reemplazo es mucho menor en países como Colombia que solo producen maquinaria “simple” y que tienen que importar todas las nuevas tecnologías de automatización. La destrucción de empleo acá se traduce en creación de empleo en los países desarrollados productores de la maquinaria.

Ya hay estudios económicos que confirman y cuantifican estas afirmaciones. En Colombia la semana pasada pasó desapercibido un comunicado de Fedesarrollo que reseña un estudio realizado por ese centro de investigaciones para el BID sobre los efectos de la automatización y el cambio tecnológico en el futuro del mercado laboral de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.

La conclusión del estudio no puede ser más alarmante: “Seis de cada diez empleos en Colombia están en riesgo de automatización”. (exactamente el 58 %) Por supuesto, el riesgo es diferente según el sector y la profesión, siendo mucho más grande en aquellos empleos que involucran tareas repetitivas en la agricultura, la industria manufacturera y servicios administrativos, contables y de atención remota a clientes.

El impacto total en Colombia es cercano al promedio de los países estudiados, como se ve en el gráfico, pero es mucho mayor en el personal administrativo y en los trabajadores de servicios, mientras que en los otros cuatro países andinos el impacto más grande es en los trabajadores agrícolas.

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Inteligencia artificial y trabajos profesionales

Otro documento muy reciente es del FMI (Gen-AI: Artificial Intelligence and the Future of Work), y sus conclusiones son todavía más preocupantes. Su punto de partida es optimista, pues reconoce que la nueva revolución tecnológica va a aumentar la productividad, acelerar el crecimiento y aumentar la riqueza, pero según palabras de Kristalina Georgieva la directora del FMI,  al mismo tiempo “va a destruir empleos y aumentar la desigualdad”.

Al cuantificar encuentran que el 40 % del empleo mundial está amenazado por la IA, con un agravante pues mientras la automatización tradicional reemplazaba trabajos manuales con actividades rutinarias, la IA va a reemplazar empleos calificados y de profesionales. Por esa razón, en los países desarrollados hasta el 60 % de los trabajos van a ser impactados por la IA, mientras que en las economías emergentes solo el 40 %, y en los países más pobres el 26 %.

El proceso es este: un grupo de trabajadores y profesiones van a aumentar su productividad utilizando la IA y, en consecuencia, aumentarán sus salarios. Por el contrario en otros sectores la IA va a empezar a realizar funciones y trabajos que se creía eran exclusivos de hombres y mujeres, con lo cual la demanda por estos trabajadores va a disminuir, reduciendo el empleo y los salarios.

Ya no se trata solo de la automatización de cadenas de producción sino de robots que sin necesidad de una persona que los maneje cuidarán enfermos, enseñarán en las escuelas patrullarán las calles, atenderán las recepciones de edificios y oficinas, o llevarán la contabilidad de las empresas; se trata de buses y taxis sin conductor o, lo más escalofriante, de robots soldados equipados para matar a su propia discreción. 

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Las consecuencias sociales de estas tendencias son muy graves, y no se reducen a un descomunal incremento de la desigualdad. Harari dice que mientras que con la revolución industrial surgió una clase social proletaria, con  la IA va a surgir una nueva clase social inútil para el sistema económico y social, por lo cual la lucha de los trabajadores no será contra la explotación sino contra la irrelevancia. Es mucho peor ser irrelevante que ser explotado.  

A finales del siglo pasado de la escritora francesa Viviane Forrester dijo en su libro  El horror económico que  “si hay algo peor que la explotación del hombre por el hombre es la ausencia de explotación”.

Musk afirma algo similar, lo cual no deja de ser sorprendente. Para él el problema económico del desempleo masivo se puede resolver con una renta básica universal que el Estado entregue a todos, aunque no dice de dónde va a salir la plata para pagarla, pero el reto más grande es cómo darles significado a la vida de personas que se sienten inútiles. Sin trabajo se pierde el sentido y el significado de la vida.

El problema no son los robots ni la IA. Es muy bueno que haya cada vez más personas liberadas de tareas rutinarias y repetitivas, y así tengan mas tiempo para sus familias, la diversión y la cultura. El problema es quiénes serán los propietarios de esas máquinas que se pueden apropiar de la enorme plusvalía que generan, mucho mayor que la de un trabajador común y corriente. Si los dueños van a ser unas pocas megacorporaciones multinacionales, con el monopolio de esa tecnología no habrá régimen de impuestos, ni siquiera las propuestas de Piketty, que pueda atajar el crecimiento de la desigualdad.

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