Juan Fernando Cristo
31 Enero 2023

Juan Fernando Cristo

La tragicomedia de la Séptima

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En Bogotá la mayor discriminación social y económica tiene que ver con el tiempo que las familias más pobres pasan en medio de un trancón en el deficiente sistema de transporte público. El martirio de atravesar la carrera Séptima norte-sur o sur-norte, es el ejemplo más dramático de esa realidad. Un ciudadano que vive en El Codito, al norte oriental de la ciudad, pierde al menos dos meses al año en el tráfico de la Séptima. Así mismo, a la altura de la calle 100 desde Usaquén, la Séptima parece más un gran parqueadero que una avenida, a causa del muro que representa la calle 94 para subir a la Circunvalar. 

Desde hace al menos 30 años, todos los alcaldes de la ciudad han tenido diferentes alternativas para mejorar la movilidad de la Séptima. Desde tranvías, metros, BRT y “Transmilenio light”, hasta corredores verdes. Y en todo este tiempo no hemos sido capaces de concretar ninguna solución para una vía emblemática, que necesita mover alrededor de 20.000 pasajeros hora por sentido, cuando la Avenida Caracas mueve más de 40.000. 

Solo a comienzos de este siglo Lucho Garzón decidió impulsar el corredor de la Séptima como una troncal que uniera la ciudad de sur a norte, conectando la carrera décima con la Séptima. En su administración, Garzón contrató la primera parte y después, cuatro alcaldes sucesivos fracasaron en el intento de continuar la troncal desde la calle 32 al norte. Samuel Moreno se comprometió con el TransMilenio ligth, Gustavo Petro se la jugó por el tranvía, Enrique Peñalosa avanzó en el diseño de la troncal de TransMilenio y el tiempo se le agotó. Pasaron 12 años sin que ninguna administración garantizara un corredor vial decente en el oriente de Bogotá.

Y así llegamos a Claudia López. La alcaldesa utilizó como bandera de su campaña la promesa de no construir más troncales de TransMilenio y frenar la construcción de la troncal de la Séptima. Así lo hizo y arrancó con un nuevo proceso de estudios y diseños que denominó  el “corredor verde”, que al final llegó a la misma conclusión de los estudios de Samuel Moreno. Se requiere una troncal de bus de gran capacidad con carril exclusivo. En los nuevos diseños se establecieron diferencias con los contratados por Peñalosa, según la información del IDU. Se tendrían más metros cuadrados de zonas verdes (125.000 metros versus 83.000), más árboles nuevos sembrados(8.000 versus 4.800), más kilómetros de ciclorruta (24 versus 11) y más metros de espacio público (790.500 versus 280.000). Esa nueva troncal, sin duda, luce mucho más atractiva a primera vista. Sin embargo, la alcaldesa fue mucho mas allá y, como se ha planteado por varios concejales, existe un gran interrogante, aún no despejado, frente al tráfico de carros particulares. Hasta ahora lo que se conoce es que en el sentido norte-sur no habrá circulación de particulares, taxis, buses escolares desde la 94 hasta la 32. Si Usaquén ya está aislado con el trancón de la 94 para subir a la Circunvalar, teniendo alternativa continuar por la Séptima, 
¿Qué pasará cuando tomar la Circunvalar sea la única opción? Es que asumir una guerra contra el carro particular, sin contar con un sistema de transporte masivo decente, es una grave equivocación. 

Así las cosas y cuando tenemos encima la campaña para elegir nuevo alcalde de Bogotá, hay que pedir a la actual mandataria que actúe con responsabilidad y no defina a las carreras, y sin socialización alguna, el futuro de la Séptima. Se requiere más pedagogía e información. En Colombia muchos piensan en forma equivocada que el exacerbado presidencialismo que tenemos convierte a los jefes de Estado en una especie de emperadores que todo lo pueden hacer sin ningún control. Esa percepción es equivocada. Los jefes de Estado tienen controles efectivos como los de la Junta Directiva del Banco de la República o la Corte Constitucional, instituciones independientes y autónomas que en los últimos  30 años  han demostrado ser prenda de garantía del equilibrio de poderes en el país. Los verdaderos emperadores que ejercen un poder casi absoluto, sin controles efectivos, son los alcaldes que caen en no pocas ocasiones en la tentación del autoritarismo e imponen a sus ciudadanos su visión de ciudad, sin tener en cuenta la opinión de sus gobernados. Lo que no se hizo en cuatro años  no es sano que se pretenda hacer ahora en cuatro meses. Lo serio y responsable es dejar esa decisión para quien resulte elegido el próximo mes de octubre y no repetir las equivocaciones del pasado reciente. 

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