Gabriel Silva Luján
10 Marzo 2024

Gabriel Silva Luján

Política 2026

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Desde la antigüedad la humanidad siempre ha estado poseída por el ansia de conocer aquello que le depara el futuro. Usando vísceras, hojas de té, caparazones de tortuga, runas, tarots, horóscopos, y muchos otros métodos adivinatorios, sacerdotes y sacerdotisas han intentado anticiparse al destino. Muchos de estos adivinos terminaron en la hoguera, apedreados o extrañados de sus comunidades.

Ante esos riesgos preferimos adentrarnos en los pronósticos de lo que va a ocurrir con la política en el 2026 partiendo de cómo ven su futuro los propios actores políticos. Que sean ellos los que nos digan cómo ven su propio futuro. Cada sector político tiene un escenario estratégico, es decir, su propia ruta para consolidar o recuperar el poder en los próximos comicios, entonces hay que entender ese camino y evaluar su factibilidad.

Arranquemos con Gustavo Petro. Nunca en la historia contemporánea un presidente asumió, con la claridad y la vehemencia con que lo ha hecho Petro, el propósito explícito de mantener a su partido en el poder. No que otros mandatarios no lo hubieran buscado, o tuvieran el anhelo de lograrlo, pero en esta ocasión es muy diferente. Petro ya no es el jefe del Estado, es jefe de campaña. Y el gobierno no es un gobierno, es un aparato político.

Petro está implementando la máxima leninista de que el Estado es el partido y el partido es el Estado. Todos los nombramientos recientes confirman que las entidades, empresas, agencias e instituciones públicas ya no serán herramientas de política pública sino piezas de su organización política. A partir de este año las acciones del gobierno no van a estar dirigidas al bien común. La acción estatal utilizará como nunca los subsidios, la contratación con las comunidades, las transferencias a organizaciones sociales y el paternalismo generalizado para construir solidaridades cautivas que se traduzcan en votos en 2026.

La directriz, para no decir la consigna, es que el gasto público y toda la liquidez presupuestal disponible esté al servicio de la acción política. Las piezas centrales del manejo presupuestal -la dirección de presupuesto del Ministerio de Hacienda y Planeación Nacional- ya están integradas al proyecto “Victoria 2026”. De igual manera, las entidades con caja libre -sin requisitos mayores en la asignación de contratación y de gasto- como son el DPS y la UNGR serán ahora herramientas de cooptación política. En cuanto a la gestión regional, la Casa de Nariño mandó la señal de que aquellas capitales y territorios en las que fue derrotado el Pacto Histórico serán castigadas e ignoradas por el gobierno central. Y no nos olvidemos el intento de poner a discreción del presidente Petro los compromisos de vigencias futuras y el manejo de los servicios públicos.

Uno de los frentes en que se considera que Petro y el Pacto Histórico van a tener más dificultades electorales es el de la seguridad. El tema del deterioro de la seguridad no puede quedar suelto si el Pacto Histórico quiere mantenerse en el poder. El gobierno hará la comedieta de asumir el rol de pacificador y mediador entre grupos terroristas y criminales para que, con anterioridad de las elecciones de 2026, se tenga un cese al fuego generalizado que dará la impresión de que se ha llegado a la paz. Además, el gobierno está permitiendo el creciente control político de las comunidades por parte de los grupos armados, lo cual indicaría que en las zonas controlados por los violentos no se darán elecciones libres. Es decir, allí donde hay grupos armados -que es territorialmente la mitad del país- con esta estrategia ganaría el Pacto Histórico.

En cuanto la organización política propiamente dicha, el presidente Petro se ha convertido en el director de facto del Pacto Histórico. Petro lanzó el proyecto de transitar de una coalición informe y multitudinaria hacia un partido único. Para esos propósitos el gobierno apoya y promueve un proyecto para remover los castigos al transfuguismo. El propósito es recoger bajo la sombrilla unitaria del Pacto Histórico a los que quieran llegar a las toldas petristas sin perder sus cargos de elección popular.

Otra consigna inapelable del leninismo es destruir la reputación de todos los enemigos políticos. Así lo hicieron Mao y los bolcheviques en la transición hacia una revolución. Las operaciones de propaganda contra los partidos opositores no se harán esperar. Mucho me temo que la concesión del estatus de “gestor de paz” de Salvatore Mancuso no es independiente del esfuerzo por avanzar en ese objetivo.

La pregunta que hay que hacerse es entonces si este camino hacia 2026 será exitoso. Difícil predecirlo porque dependerá de lo que hagan los demás actores políticos e institucionales. Ya tendremos posibilidad de analizar cuál es esa ruta alternativa y su posible eficacia. Aquello que sí se puede anticipar es que Gustavo Petro -con especial agibílibus, sin moderación y sin vergüenza- en lo que queda del gobierno, pondrá al Estado al servicio de la victoria electoral de su partido en 2026. Y un aparato estatal convertido en partido es muy poderoso.

Twitter: @gabrielsilvaluj

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