Gabriel Silva Luján
5 Marzo 2023

Gabriel Silva Luján

Radicalización o concertación

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Sin duda la semana pasada fue desastrosa para el presidente Petro. Ocurrieron simultáneamente una cadena de situaciones de orden público que deslegitiman la paz total; explosivas revelaciones sobre posible corrupción de parientes cercanos al presidente; y, para rematar, se dieron trascendentales decisiones de las Cortes que le ponen freno a los excesos del Ejecutivo y del Congreso.

Algunos podrían concluir que entre peor le vaya al presidente mejor le va al país. Otros se regocijarán con esas desdichas y se frotarán las manos ante las adversidades creyendo que la debilidad de Petro es una bendición. Esa es una falsa premisa. Un jefe de Estado arrinconado, en particular, de la escuela de los iluminados no es el mejor de los escenarios para el país. Un presidente a la defensiva es propenso a actuar erráticamente, a ser un mal ejecutor y a tomar decisiones precipitadas al calor del último desafío político.

Gustavo Petro debe estar recorriendo los solitarios corredores de la Casa de Nariño rumiando qué hacer ante esa cascada de infortunios. En medio de sus angustias debe estar sopesando qué camino tomar. El dilema que tiene por delante, en el fondo, es sencillo. Pero también es bastante peligroso. El presidente tendrá que escoger entre la radicalización o la concertación.

No tengo duda de que muchos de sus íntimos consejeros y algunos de sus colegas en la región deben estar abogando con insistencia para que el presidente escoja el camino del caudillismo y la radicalización. Ojalá también alguien se haga oír señalando que esa vía no es lo que más le conviene a Petro y aun menos al país. De optar por la radicalización sería el comienzo del fin de los propósitos de cambio del gobierno. Quizás obtendrá las pírricas satisfacciones que depara el onanismo político, pero no consumará sus anhelos de transformar a Colombia. Tendremos un país bloqueado y cuatro años básicamente perdidos en que se ahondarán los serios problemas que aquejan a los colombianos.

La otra opción que tiene Petro es la de la concertación. Ese camino lo han escogido otros mandatarios de su escuela política, como la Bachelet y Boric, para lograr avanzar en sus programas de cambio a pesar de circunstancias adversas. Con anterioridad Petro, en su condición de presidente electo, se había referido a la necesidad de un acuerdo nacional para acabar con la polarización y lograr transformaciones de fondo. Infortunadamente renunció a esa oportunidad de construir un verdadero pacto nacional. Prefirió armar una endeble coalición legislativa burocrática y clientelista al estilo tradicional. Ahora incluso ese matrimonio por conveniencia se está desarmando a pasos agigantados.

La coyuntura le da nuevamente la oportunidad de dejar atrás el populismo y convertirse en verdadero estadista. Ante el dilema del qué hacer ante las dificultades -que tenderán a acrecentarse- si optara por convocar a una amplia concertación eso le garantizaría el lugar en la historia que tanto anhela. Y todos los demócratas deberíamos darle la bienvenida a esa propuesta y participar activamente en la eventual construcción de un acuerdo nacional de transformación social.

Mucho me temo que esté pensando demasiado con el deseo, dados los antecedentes de intransigencia ideológica del protagonista de esta historia. No nos extrañemos si más bien el camino escogido termina siendo la radicalización. Ojalá no fuese así porque solo a los extremistas de lado y lado les servirá esa confrontación. Sobran los ejemplos de cómo las decisiones tomadas en medio de la intemperancia típica de un líder acorralado no solo no ayudan, sino que lo terminan convirtiendo en su peor enemigo.

Twitter: @gabrielsilvaluj

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