Mariana Garcés
25 Marzo 2022

Mariana Garcés

Volver a soñar

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Colombia enfrenta uno de los momentos más delicados de su vida democrática. Con las redes sociales a reventar, como una clara muestra de la radicalidad que nos invade. Por ahí pasa de todo. Antes se decía que esto o aquello era verdad, porque: “Lo dijeron por televisión”. Ahora, son las redes las que nos dan esas supuestas certezas.  Creo que no hay colombiano que no participe de un chat con un promedio altísimo de mensajes por minuto donde termina hastiado de todo lo que por allí se dice y se lee. En esos espacios se agencian discusiones sin sentido, pues no existe disposición para oír al otro y mucho menos para reflexionar y eventualmente modificar una manera de pensar. La derecha contra la izquierda. Y en el centro, los que no pertenecemos a ningún extremo. 

En los años que nos ha tocado vivir, y en conversaciones con amigos de la misma generación, coincidimos en que han existido dos momentos en la historia política reciente, en que nos hemos ilusionado con alguna posibilidad de cambio y de transformación social. Porque lo cierto es que son más las veces que nos hemos sentido devastados con la manera de conducir el país o con circunstancias que han golpeado de frente a la vida en sociedad; por ejemplo, cuando asesinaron a Luis Carlos Galán o en la cruenta guerra en los peores momentos del narcotráfico donde muy sinceramente llegamos a pensar que ya no había salida.  Estos dos momentos de ilusión los resumo así:  uno, en el gobierno de Belisario Betancur, en los que como presidente, intentó procesos de paz con las Farc EP y con el M-19; alcanzamos a ilusionarnos con el “sí se puede”; y el segundo, en el gobierno del presidente Juan Manuel Santos cuando se firmó el acuerdo de paz del Teatro Colón que incorporaba más de un 90 por ciento de las sugerencias de los opositores y a pesar de ello, fue clara la intención de no implementarlo en el gobierno del presidente Duque. Fueron momentos fugaces de felicidad, y la ilusión se desvaneció. Parece que el mayor consenso es que Colombia no pueda ser un país mejor. 

No somos ajenos a la polarización que han vivido recientemente países como Perú y Chile. Y nos han vendido la idea de que el centro ya no es ninguna opción. Que todo está decidido y que reinará la izquierda o la derecha. Yo me resisto a creer que este sea el pensamiento de la mayoría. Todavía hay nueve millones de colombianos que pueden y tienen el poder para inclinar esa balanza. Es oportuno darle un chance a Sergio Fajardo como presidente de Colombia. 

No le tengo miedo a Gustavo Petro. No creo que nadie nos vaya a expropiar nada ni que Colombia despertará, si llega al gobierno, con los problemas de pobreza e inequidad de Venezuela. Es necesario reconocer que Petro recogió, en su discurso, el descontento del estallido social reciente y que de manera seguramente populista da respuestas a lo que la gente quiere oír; a las problemáticas que afronta el país en términos de desempleo, corrupción y falta de oportunidades para los jóvenes.

Las instituciones colombianas, a pesar de todo, no permiten que un presidente, cualquiera que este sea, pueda implementar sin control lo que se le ocurra; el Congreso y las Cortes están ahí, mal que bien, para evitar esos desmanes. Entonces y a pesar de su fuerza en el Congreso, tiene que llegar a acuerdos y su gobernabilidad no está plenamente garantizada. 

No toda su gestión como alcalde de Bogotá fue negativa, pero creo que al final le quedó debiendo a la capital mejores indicadores y realizaciones. Es una carta a la que Colombia ojalá no le apueste.

Francia Márquez recibió el merecido premio en las urnas de un trabajo incansable como líder social. Es luchadora y aguerrida. Creo que está en un proceso importante y me parece que debe aprender a gestionar sus emociones. Aunque no comparto sus expresiones, tales como “mayores y mayoras” los “nadies y las nadies” pues más que incluyentes las creo innecesarias, tampoco comparto que deba ser víctima de todo tipo de burlas y ofensas por las redes sociales. Sin embargo, los que no nacimos negros, ni estamos en la pobreza extrema, ni vivimos en la Colombia profunda, somos víctimas de sus expresiones donde permanentemente nos está juzgando y descalificando, pues Francia, hace parte de aquellos que podemos definir como “orgánicos radicales” y eso es tan perjudicial en la construcción de paz y convivencia como cualquier otro tipo de discriminación o segregación. Ahí, tampoco están las respuestas a las necesidades de diálogo que requiere nuestra sociedad. 

El candidato Federico Gutiérrez tiene una sola característica: le quita el miedo a la derecha que le genera la perspectiva de un gobierno Petro. Es el señalado por Uribe para que todo continúe como está. No hay ideas que resaltar, no hay propuestas que contrastar. Es una píldora de “tranquilan” que les permitirá a los que se alinean con las políticas del Centro Democrático, de la derecha y de este gobierno, seguir durmiendo tranquilos. Con él todo seguirá igual o tenderá a empeorar. Con Federico Gutiérrez viviremos cuatro años de paros a los cuales se les responderá con represión desde el gobierno. Un caos social de enormes proporciones que no permitirá gestionar las vías de desarrollo que reclaman los colombianos. Me cuesta creer que César Gaviria, el Partido Liberal y las personas que defienden un ideario progresista, se unan a esta alternativa de país.

¿Por qué Colombia cree que el mundo se divide en dos? ¿Por qué nos cuesta tanto ver en el horizonte y en las discusiones la gama de grises? hoy tenemos grandes retos que superar. Sergio Fajardo, Luis Gilberto Murillo, y su equipo, cuentan con las condiciones para hacer de este territorio un lugar vivible, donde se implemente el proceso de paz, se trabaje por la gente cerrando las brechas de la pobreza y de la educación, teniendo conciencia frente a la protección del medio ambiente y de la cultura, pues son el patrimonio más importante que tenemos. 

¡Con Fajardo es posible volver a soñar!

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