María Jimena Duzán
21 Mayo 2022

María Jimena Duzán

La petrofobia

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La diferencia entre el miedo y la fobia, es que el miedo es una reacción natural, una emoción básica del ser humano que nos permite prender las alertas ante el peligro. La fobia, en cambio, es un miedo irracional y un trastorno producido por algún estímulo real o imaginario.

En Colombia, los empresarios no le tienen miedo a Gustavo Petro sino fobia. A ese miedo irracional que se ha desatado en el establecimiento colombiano por todo lo que huela a Gustavo Petro, lo llamo petrofobia.

En las reuniones privadas despotrican de él, como si fuera el anticristo. No lo conocen, pero todos aseguran que es muy mala persona. No lo bajan de tirano y lo consideran un populista indigno de gobernar Colombia.

El establecimiento ha ido construyendo esta fobia contra Petro con las lógicas que nos dejó la doctrina del enemigo interno, una narrativa que se desactivó en gran parte del país, luego del acuerdo de paz con las Farc, pero que todavía sigue activa en cientos de salones del poder. Esta fobia está alimentada por la estigmatización, la intolerancia y por la desconfianza de todo lo que suponga o interprete algún cambio. La petrofobia es de tal magnitud que les nubla el pensamiento y no les deja espacio para los matices ni para mayores reflexiones. Tampoco hay tiempo para las preguntas obvias, sobre por qué estas elecciones están marcadas por la sed de cambio, o por qué Federico Gutiérrez, su candidato amado, no cuaja en las encuestas. Nublados por la petrofobia, solo tienen tiempo para sentencias y vaticinios vacuos. "Si Petro llega al poder, se acabarán las instituciones". "Si llega a ser elegido presidente se va a quedar en el poder, como lo hizo Chávez". "Petro se va perpetuar en el poder y va a reemplazar a las élites empresariales tradicionales por sus petrochicos".

Las bases argumentativas que sustentan esas predicciones fatídicas, denotan un grado de comprensión y un nivel de discernimiento muy bajo por parte de nuestra clase dirigente. Cuando Petro habla de reformar las pensiones, o el Icetex, ellos dicen que Petro quiere acabar con los fondos de pensiones y con el Icetex. Reformar para ellos es sinónimo de acabar. De la misma forma que la palabra cambio significa para ellos destrucción. Si Petro dice que va a legislar por decreto, como lo hizo Duque durante la pandemia, es ya un tirano peor que Hitler.

Esta petrofobia tan aguda deja al descubierto una verdad que duele. La de que tenemos un establecimiento profundamente antidemocrático, al que es muy difícil conmover. En los ochenta se toparon con el narcotráfico, pero se hicieron los de la vista gorda. En los noventa, los empresarios vieron crecer el paramilitarismo y en lugar de denunciar su presencia, muchos se aliaron con ellos. En el primer periodo del gobierno de Uribe, los parapolíticos llegaron a representar cerca del 35 por ciento del Congreso y no hubo ninguna alarma. Cuando reventaron los falsos positivos, los ganaderos se quedaron callados porque tenían al ejército colombiano de cuidadores de sus vacas. En su gran mayoría no apoyaron el acuerdo de paz por temor a que las reformas alteraran el statu quo y, ahora, de buenas a primeras, aparecen preocupados por lo que le puede suceder a nuestra democracia si Petro llega al poder. Ese lamento no se lo creen ni ellos.

Su defensa de las instituciones no puede ser más chimba y arbitraria.

Hoy a los empresarios les preocupa que Petro se atornille al poder, pero hace unos años, cuando Uribe quiso hacer lo mismo, no solo apoyaron el articulito, sino que lo felicitaron. Les parece un acto despótico que Petro gane, se apodere de los órganos de control y nombre tracaladas de magistrados en las cortes, pero les parece bien cuando lo hace el presidente Iván Duque.

Está claro que lo que les importa no es la democracia ni las instituciones, sino mantener a flote sus privilegios y elegir a políticos que les hagan caso.

La petrofobia sirve también para ocultar los verdaderos miedos que tiene nuestra clase dirigente. Y su temor más grande es que con Petro vengan las reformas. Le temen a los cambios estructurales porque saben que luego viene el desmonte de sus privilegios y ellos no están dispuestos a perder ni un ápice de su edén. Nuestra clase dirigente es profundamente antirreformista y la fobia contra Petro no es porque sea un populista de izquierda, como ellos aseguran, sino porque es reformista.

Es lógico que la clase empresarial apoye a Federico Gutiérrez, que es el candidato de la derecha y no a Gustavo Petro que es de izquierda. Lo que sí es reprochable es su miopía a la hora de leer este momento del país y su poca habilidad para conectarse por fuera de su burbuja. Minimizó, las demandas de cambio, como si se tratara de un asunto de poca monta y en lugar de asumir esos nuevos retos, prefirió fabricar fobias irracionales, para esconder las verdaderas y apelar a los instintos más primarios y al facilismo del panfleto con el fin de demonizar a su señalado. No sabe lo que le espera.

Se merece su suerte.

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