Alejandro Villanueva
23 Junio 2022

Alejandro Villanueva

Depende de Gustavo Petro

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¡Petro nunca será presidente! Estas fueron las palabras que un selecto grupo de resentidos se tuvieron que tragar el domingo pasado. Personajes que creen que ellos son los únicos que merecen vivir sabroso. Hoy su cara de angustia es la inspiración de diversos memes, caricaturas y columnas como esta.

A pesar de que estas personas se dedicaron durante más de diez años a construir un miedo irracional hacia una elección de Gustavo Petro y hoy intenten hacerlo realidad diciendo que en un gomelo centro comercial están vendiendo el dólar a 5.000 pesos, que la acción de Ecopetrol cayó producto de tal elección, o que las empresas están comprando tiquetes revendidos en Latam, la realidad ha demostrado una cosa completamente alejada de la especulación producto de esta gente.

Petro ha demostrado que no es el mismo de la Alcaldía de Bogotá, expresa tranquilidad a pesar de la expectativa del sector empresarial y obrero ante una necesaria reforma tributaria que hoy tiene preocupadas a las clases económicas ante la pregunta, ¿cómo va a pagar su programa de gobierno si acá lo que no hay es plata?, unas ganas de gobernar aún con quienes lo han perseguido, perfilado y contradicho en público y en privado. Dejando el mensaje que todos y todas son bienvenidos en este cambio que a la larga va a beneficiar a todo el país. Claramente, un gobierno ambicioso lleno de retos sociales, económicos y políticos. Igual si la vara estuviera alta, cualquier gobierno es ambicioso y polémico si lo ponen a competir contra un señor que solo gritaba “voy acabar con la robadera”. Aun así uno de sus mayores retos, y el más necesario es “enterrar el uribismo y su respectivo legado”.

Cuando se habla de enterrar al uribismo no se habla de la oposición y mucho menos de la derecha y como salvedad entiéndase el uribismo como el político o funcionario nombrado a través del poder de dicho partido, no el militante o creyente de una ideología de derecha, quienes gracias a la falta de opciones académicas y serias que planteaban la responsable búsqueda de poder con el ánimo de gobernar bajo sus creencias económicas se conformaron con este grupo de personajes que a lo largo del poder que detentaron fueron sujetos activos y pasivos de privilegios que lejos de ser producto de su trabajo lo son del trabajo ajeno, privilegios nunca merecidos.  

El uribismo aceleró ese dilema del que anteriormente advertía Jaime Garzón, donde gracias a nuestra tradición política precolonial vemos la política hacia arriba y no hacia abajo, se lee confuso, en la conferencia tiene más sentido, pero principalmente es ese olvido de que el funcionario público es quien le funciona al público y no en viceversa. Hoy ser político es un lujo en el que personajes tanto de izquierda como de derecha luchan por adquirir esto que de otra forma no serían capaces de obtener ¡No les da!

Gracias al concepto uribista cualquier político o funcionario amasa una fortuna inexplicable y luego se creen el cuento de que la construyeron. Con un sueldo de no más de 35 millones de pesos, aproximadamente 9.000 dólares, compran Rolex, fincas, carros, mansiones, acciones en clubes, actuando de empresarios… de la política; se adjudican contratos a poderosos contratistas que en una licitación limpia nunca hubieran conseguido afectando así el desempeño del contrato firmado como los otorgados a la firma Pavigas o a Miller Castaño; se desafectan zonas para que un grupo de viejos avaros como Rodolfo Hernández y Fredy Anaya puedan satisfacer sus placeres de concreto; se asesinan líderes ambientales para que multinacionales puedan destruir el medioambiente; para potenciar el narcotráfico e impedir la restitución de tierras se compran a las Fuerzas Militares a través de lujosos regalos como los otorgados al coronel William Santamaría Benavides de la Vigésima Tercera Brigada del Ejército Nacional; se crean contrataderos como Bomberos de Floridablanca donde concejales como Junior Saqueada reciben dineros públicos sin ningún sustento; se omiten relaciones con el narcotráfico para así poder hacer negocios con lo que sobra del dinero de la muerte, negocios con John Rueda, Pedro Barriga, Fredy Casalins o Martin Tavera; se normaliza la parapolítica, acto que le otorgó poder a Hugo Aguilar, Carlos Higuera Escalante, Karelly Lara, Rubén Darío Quintero, Luis Eduardo Vives, Miguel Ángel Rangel, Zulema Jattin; se omiten los presuntos vínculos entre Miguel Ángel Pinto y el Clan del Golfo.

El resultado de esto va mucho más allá del progresivo reino de la corrupción avalada, saborizada con el arribismo colombiano. Se trata de la violencia y el dolor que sufre diariamente el pueblo colombiano, debido a que una vez ya ejecutada la política de tal forma, arrebatando tales privilegios se es consciente de que para mantenerlos se opera con desplazamientos, coimas, sobornos, asesinatos, y amenazas. Ejemplos muchos, basta con leer las columnas de Daniel Coronell o los reportes de Ricardo Calderón que narran lo sucedido durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Esta forma de operar que “legalizó” el uribismo e incentivó el gobierno de Iván Duque, es lo que debe eliminar Gustavo, mostrando que no hay espacio para tales prácticas, incluso si quienes las hacen pertenecen a su colectividad, demostrando así que su gobierno es un gobierno del pueblo y no de los que se han hecho ricos a costa de este.  Para cambiar estructuralmente la política no solo se debe transformar la forma en la que esta opera, se debe transformar a la par la forma que esta es percibida por el funcionario, político y la ciudadanía. Respondiendo la pregunta de Darío Echandía, ¿el poder para qué?

Petro lo tiene que hacer bien no solamente por la frase de cajón: “Si a Petro le va bien al país le va bien”, sino porque su gobierno puede ser un trampolín para una nueva era de fascismo. Debe ser pragmático para buscar cumplir con las promesas hacia sus electores, y acallar las expectativas de sus opositores

De no ser así, su gobierno no será el del cambio que  plantea, se transformará en la fuente de la juventud del uribismo. Se le quitará al votante que no hace parte de Twitter y mucho menos lee estas columnas, la curiosidad de saber si Petro es buen presidente. Haciendo que un uribismo aún más radical y autoritario entre a jugar bajo la premisa, ¿ese era el cambio? Jodiéndonos así a todos, poniéndonos a un presidente peor que Iván Duque, imagínense a Miguel Polo Polo como primer mandatario. 

Depende de usted, Gustavo, cambiar el país es cambiar la actitud hacia la política, donde usted logre que Colombia entienda que es un servicio y no una lotería para poder lograr ser “alguien importante”, habrá usted dejado su mayor herencia, ojalá lo haga bien, yo voté por usted bajo esa promesa. Vivir sabroso también es pagar impuestos con la certeza de que el fisco va para el beneficio de la ciudadanía y no que con esa plata se le pague el perico al hijo de un senador o un contratista en la discoteca Salvador de Bogotá D.C.

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